Vuelve Guadalajoven

Tras varios años de impasse, vuelve Guadalajoven, la olimpiada deportiva y cultural inter-colegios que nació en 1992, el año de los años ya que en él se celebraron la Expo de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona (España) – lo aclaro para que no se confunda con las cerca de treinta ciudades homónimas que hay en el mundo- y la capitalidad europea de la cultura de Madrid. Obviamente, Guadalajoven es una actividad doméstica y alejadísima de la dimensión internacional de los “fastos” -como el entonces todopoderoso mandatario del PNV, Arzalluz, los bautizó- antes referidos, pero para quienes tuvimos algo que ver con esta singular iniciativa que ahora retorna, guardamos con mucha nostalgia, simpatía y no poca afección los muchos y buenos momentos que pasamos por, con y en ella, y nos alegramos de que esté de vuelta. Felicito por ello a Lucas Castillo, el actual diputado-delegado de Deportes de la Diputación y que, no es casualidad sino causalidad, pertenece a la “generación Guadalajoven”, pues fue partícipe de ella en sus tiempos escolares.

Para quienes no conozcan su dinámica, Guadalajoven es una competición entre equipos infantiles de colegios de la provincia, tanto públicos como privados o concertados -con el permiso de Podemos que, como es sabido, quiere que desaparezcan por puro ideologismo, sin medir sus consecuencias, incluso para el propio Estado en el que quieren diluir la sociedad como si de un azucarillo se tratara-. La principal singularidad de Guadalajoven reside en que no solo se celebran dentro de él encuentros de diferentes disciplinas deportivas, algunas de carácter colectivo (baloncesto, balonmano, futbol-sala, voleibol, etc.) y otras individuales (atletismo, natación, ajedrez, etc.), sino que también tiene lugar en cada jornada competitiva una fase cultural con un reglamento parecido al de “Cesta y puntos”, un mítico programa de TVE del que ya sólo nos acordamos los que peinamos canas y los que vieron los primeros capítulos de “Cuéntame”.

La fase cultural de Guadalajoven era -y espero que en su nueva etapa lo siga siendo- el momento más álgido y esperado de cada encuentro entre colegios, por su particularidad, su dinámica, su vistosidad y hasta sus consecuencias para el resultado final pues penalizaba mucho a los equipos que no se la habían preparado, de tal modo que podía terminar imponiéndose en un encuentro un equipo con regulares resultados deportivos, pero óptimos en el evento cultural, si enfrente tenía a un buen equipo en lo deportivo, pero malo en lo cultural. Con ello se pretendía poner en valor la importancia del conocimiento y el saber, incluso en un entorno netamente deportivo y competitivo, al tiempo que reforzar las comunidades escolares allende las aulas, fomentar el trabajo en equipo y la multilateralidad, pues en Guadalajoven se premiaba más a quienes dominaban, de forma aceptable, varias disciplinas que a los que solo eran especialistas en una. Además, gracias a la fase cultural de Guadalajoven, se podía conocer y aprender en los colegios, aunque fuera en tiempo libre y horario extraescolar, no sólo materia y contenidos de cultura general propios de la edad infantil, sino también hechos y datos relacionados con la provincia de Guadalajara -historia, arte, geografía, literatura, naturaleza, costumbres y tradiciones…- algo que, dese hace ya tiempo, sólo se toca de forma tangencial en el ámbito escolar pues se prima el conocimiento del medio autonómico, frente al provincial e, incluso, el local.

Gracias a Guadalajoven, muchos escolares que pasaron por él supieron que el Arcipreste de Hita “sembró avena loca a orillas del Henares”, que el “Viaje a la Alcarria” de Cela acaba en Pastrana,  que no es el Ocejón, sino el Lobo, el pico más alto de Guadalajara, que el Románico Rural es un estilo arquitectónico singular de la provincia, qué es la Arquitectura Negra, que el Hayedo de Tejera Negra es uno de los bosques de hayas más meridionales de Europa, que el Alto Tajo es, fundamentalmente, un gran ecosistema mediterráneo, qué son las botargas o cuándo y dónde se celebran de forma vistosas fiestas como La Caballada, la Octava del Corpus o las Loas y Danzas de la Virgen de la Hoz.

Guadalajoven fue posible gracias al esfuerzo e ilusión de muchas personas, pero sobre todo de los escolares que participaron en sus sucesivas ediciones y que, me consta, muchos de ellos guardan un cálido recuerdo de su paso por él; un esfuerzo y una ilusión que también pusieron los grandes profesionales de la educación que se implicaron en la actividad y que restaron tiempo a su propio tiempo libre y a sus familias para entregárselo generosamente a sus alumnos, “gratis et amore”, por cierto. También hicieron posible Guadalajoven la implicación de las federaciones deportivas provinciales -entonces ya delegaciones, perdiendo su estatus anterior, avanzando ya las autonomías a costa de las provincias- y los colegios de árbitros. Y, por supuesto, fue decisiva la entrega de todos los trabajadores del Polideportivo San José que impusieron a su trabajo no sólo profesionalidad y competencia, sino también ilusión; y ese concepto no está contenido en las nóminas ni pagado. Al frente de todos ellos, Eladio Freijo, el actual concejal de Deportes del Ayuntamiento de Guadalajara y entonces director técnico de este Polideportivo de la Diputación que, con la colaboración de muchos, sí, pero con decidido empeño y entrega personales, llevó a ser todo un referente de actividad, no solo provincial, sino nacional, como ahora está haciendo con la propia ciudad, que es candidata bien situada a ser “Ciudad Europea del Deporte 2018”, algo verdaderamente impensable antes de que él se hiciera cargo de la concejalía.

 

 

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