Los sabios nunca mueren

Se nos ha muerto José Ramón Lopez de los Mozos y lo digo así porque no solo se ha muerto para su familia y amigos, sino para todos nosotros, los guadalajareños. Al igual que las campanas de la conocida novela de Hemingway ambientada en la Guerra Civil española no solo doblaban por quien ya era cadáver y esperaba su funeral, sino por todos, las que han doblado por la muerte de José Ramón lo han hecho por uno de los nuestros, por alguien que, por su importantísima labor como investigador, etnógrafo, historiador y bibliógrafo era un poco familia de bastantes, amigo de muchos y conocido de casi todos. Con él ha muerto un sabio, aunque, mejor pensado, los sabios nunca mueren porque su legado siempre les hará ser tiempo presente o futuro, pero jamás pasado.

José Ramón, como digo, no solo es patrimonio de su familia y amigos -entre quienes me honro en encontrarme-, sino que lo es de todos los guadalajareños, por quienes también han doblado las campanas en su funeral. Con él se nos ha ido un hombre erudito, estudioso de las ciencias sociales, sobre todo de la historia, el arte y la sociología, un gran especialista de la etnografía provincial -quizá sea más oportuno calificarlo con el determinado “el” que el indeterminado “un” para ser exacto- y una persona de una intelectualidad plena, casi renacentista por su afección y culto al conocimiento y el saber.

Gracias a José Ramón esta provincia ha encontrado el justo e importante lugar que a nivel nacional le corresponde en el singular campo de los personajes tradicionales enmascarados, que aquí llamamos botargas, pero que en otros lugares de España tienen nombres tan variados y dispares como irrios, arrios, cinseiros, choqueiros, madamitas, vellos, maragatos, muradanas, cigarróns, felos, borralleiros, murrieiros, cocas, charruas, troteiros, entroidos, zaharrones, zafarrones, zamarrones, sidros, bardancos, cardonas, zarramones, mazarrones, mozorros, cachimorros, guirrios, aguilarderas, ceniceras, vexigueos o zarragones, según nos dejó escrito Sinforiano García Sanz, el librero de antiguo y etnólogo natural de Robledillo de Mohernando, buen amigo de José Ramón y uno de sus grandes maestros, junto a Julio Caro Baroja, en la investigación, estudio y difusión de las botargas, su gran especialidad. Precisamente una de las grandes aportaciones que López de los Mozos nos ha dejado es la Biblioteca de Investigadores de la Provincia de Guadalajara que nació gracias a su empeño e impulso personales y a la adquisición de la amplia y completa colección de libros sobre Guadalajara de Sinforiano, amistosamente conocido como “Sinfo”. Aún recuerdo cuando los dos, bromeando, se denominaban el uno al otro, respectivamente, “ ‘elefantito’ o ‘mamut’ sagrado de la etnología y el folclore de Guadalajara”. En las iglesias de los pueblos de toda esa retahíla de personajes enmascarados hoy están doblando también las campanas por José Ramón, como en su día doblaron por Sinfo.

  Para poderse hacer una idea de la vasta labor que López de los Mozos ha desarrollado en sus 67 años de vida en el campo de la investigación histórica, en general, y de la etnología, en particular, baste un número: en la base de datos de la propia Biblioteca de Investigadores de la Provincia que él contribuyó decisivamente a crear hay 213 referencias suyas, es decir, libros, ensayos o artículos, en bastantes casos escritos en colaboración con otros autores, pues él era muy gregario. Su primer gran trabajo publicado data de 1974 y lleva por título “La fiesta de la Octava del Corpus”, obviamente dedicado a la conocida y singular fiesta valverdeña, y vio la luz en la publicación nacional de referencia en el ámbito de la investigación etnográfica: la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. El primer libro escrito y editado por José Ramón fue “Miscelánea de folclore provincial” (1976), complementado poco después por uno de sus preferidos: “Notas de etnología y folclore” (1979), si bien su obra que más ediciones alcanzó y que ha sido, es y seguirá siendo toda una referencia bibliográfica en el ámbito del costumbrismo popular es “Fiestas tradicionales de la provincia”. A este respecto, cabe también señalar que, en su día, fue el autor de los informes técnicos que llevaron a la Diputación Provincial a declarar las primeras y más importantes “Fiestas de interés turístico provincial”. José Ramón fue funcionario de carrera de la institución provincial desde 1979 hasta 2014 en que se jubiló, ocupando en ese momento la jefatura de sección de Administración de Cultura, de la que ahora soy yo titular y en la que procuro seguir sus pasos porque sé que así voy en la buena dirección.

Tratar de resumir en tan breve espacio el gran legado que José Ramón nos deja es tarea imposible, pero no quiero, ni debo, olvidar en este obituario de urgencia, recordar algunos hitos de esa contribución como son, además de a los que ya he hecho alusión, su decisiva aportación en el nacimiento y consolidación de los Cuadernos de Etnología de la Provincia, cuyo número “0” vio la luz en 1986 y acaba de ser presentado el 49 -ya en formato digital-, el impulso que siempre dio a los Encuentros de Historiadores del valle del Henares o, últimamente, su trabajo como presidente de la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara, de la que anteriormente fue también secretario. En la más antigua y singular cofradía de la ciudad, la de los Apóstoles, también nos ha dejado su impronta como buen amigo y hermano, titular de san Bernabé hasta su renuncia por razones de salud en junio de 2017, además de excepcional secretario.

Si toda esta -y mucha más que queda en el tintero- ha sido la labor pública de José Ramón, no quiero despedirme de él sin agradecerle, a través de estos blogs de GD en los que él también colaboró hasta que pudo, la amistad y el afecto que siempre me brindó, pero, sobre todo, reconocer en él a uno de mis principales referentes para conocer, sentir y querer lo mejor posible a Guadalajara. Termino despidiéndole como los romanos -esa gran cultura cuya huella en la provincia él tanto siguió- despedían a los suyos: ¡Que la tierra te sea leve!

¡Hasta luego, hasta siempre, pero jamás adiós, José Ramón!
Fotos: Superior, Alvaro Díaz-Villamil (CEFIHGU, Fondo Guadalajara 2000) y la segunda (en color)
López de los Mozos en Robledillo de Mohernando en el homenaje a Sinforiano García Sanz, 1993. Foto: Archivo Ángel de Juan

 

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