Archive for marzo, 2013

Pasiones vivientes y otras representaciones

Las pasiones vivientes, los vía crucis y tantas otras manifestaciones populares tienen como objeto, a través de su “re-presentación”, recordar, padecer, sufrir, “re- vivir” -aunque siempre de una manera aproximada, con el alma y el corazón- en las propias carnes, en las entrañas, aquel auténtico camino pasional que Nuestro Señor Jesucristo, como Hombre, tuvo que soportar hasta su muerte en la cruz para lograr ese otro camino, ascensional, que lo conduciría hasta el Padre. Una forma, la más clarificadora, de enseñar al hombre iletrado de tiempos pasados, por medio de la comparación.

HiendelaencinaDe ahí la proliferación que, desde hace unos cuarenta años hasta hoy, han venido alcanzando las “pasiones vivientes” de tantas localidades alcarreñas: Fuentelencina, donde se realiza al atardecer del Jueves Santo; Hiendelaencina, la más antigua de todas, que tiene lugar el Viernes Santo, haga sol o nieve (como ha sucedido en más de una ocasión), y Albalate de Zorita, cuyas escenas -puesto que se trata de representaciones estáticas de gran belleza, a modo de fotogramas de los hechos más significativos- llenan el anochecer del Sábado Santo.

Otras dos representaciones más se quedaron por el camino,  las de Marchamalo y Chiloeches.

En Trillo las escenificaciones se hacen a lo largo del Domingo de Ramos, con la Entrada de Jesús en Jerusalén y su aclamación por el pueblo; el Miércoles Santo, con las representaciones de la Última cena, la Oración del huerto, la Traición de Judas, el Prendimiento y el Juicio de Jesús, y el Viernes Santo, con un vía crucis final que recorre las calles del pueblo.

Pero estos vía crucis no son los únicos que discurren por las calles de nuestros pueblos. En Atienza, -donde en la tarde del Jueves Santo tienen lugar los oficios- se rezan y conmemoran los pasos del Calvario el Viernes por la mañana, a los que sigue la adoración de las Santas Espinas en la iglesia de la Santísima Trinidad (la otra fecha en que se adoran es el 6 de mayo), ya que por la tarde sale la procesión del Santo Entierro, más conocida como la “del Silencio”. El Domingo de Pascua, o sea de Resurrección, se escenifica el encuentro de Jesús resucitado con su Madre (para terminar con la tradicional subasta de roscas). En Almonacid de Zorita, el vía crucis del Viernes Santo corre a cargo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, que cuenta con la participación de la de Nuestra Señora de los Dolores en la organización de la procesión “del Silencio”. En Mondéjar la procesión y el vía crucis se hacen a las siete de la mañana.

La Semana Santa de Budia despierta cada año mayor interés gracias a la participación de los llamados Soldados de Cristo, una hermandad recientemente recuperada, que dejó de existir por los años sesenta (se disolvió en 1962) y cuyos orígenes parecen establecerse en el siglo XV, aunque por el desarrollo de sus actividades, vestimenta y armamento parezca muy posterior. El cometido de esta hermandad es muy amplio: cuatro soldados van a buscar al abad a su casa, para escoltarlo a la iglesia, donde se celebrará la misa del Jueves Santo. El resto de la soldadesca, en dos filas, forma guardia a la entrada del templo mientras los fieles entran. En el presbiterio oyen misa y cuando tiene lugar la Consagración, rinden las lanzas, doblando una rodilla sumisamente. Posteriormente hacen guardia junto al “monumento” y, doce de ellos, a imitación de los Apóstoles, participan en el Lavatorio.

Algunas veces han celebrado una representación simbólica del Triunfo de Cristo sobre el Mal, en la que los hermanos forman un círculo en cuyo centro se sitúa el abad, que eleva la Cruz al tiempo que los soldados alzan sus alabardas.

El Viernes Santo acompañan también al abad durante las catorce estaciones del vía crucis y en la procesión del Santo Sepulcro son cuatro de ellos los que cargan con la imagen, otro con la cruz (la que actualmente se conserva es una réplica de la original que se supone de hacia 1500 y pesa cerca de setenta kilos), y el resto acompaña en perfecta alineación.

El Sábado Santo tiene lugar la Vigilia Pascual con la bendición del agua y el fuego, y el Domingo de Resurrección, después de la misa, en la procesión “del Encuentro” van escoltado la custodia que, bajo palio, es acompañada también por la Justicia y autoridades y se “encuentra” con la procesión que forman las mujeres que arropan a la Virgen, a la que en el momento en que se produce el “encuentro” le quitan el velo negro y, todos juntos, regresar entre cánticos de alegría al templo parroquial.

Nuestro admirado Antonio Aragonés Subero indica que estos “Soldados de Cristo” comenzaban su cometido el Domingo de Ramos con una merienda en la que establecían el orden de los servicios de Semana Santa, que dedicaban íntegramente a la piedad. Como soldadesca deben acatar las órdenes de un capitán elegido por los propios soldados, cuyo cargo dura de cuatro a ocho años, que les pasa revista de vestimenta y aseo, así como a las de un teniente que nombra el capitán, como ayudante. Parece ser que cuando alguno de estos soldados fallecía, su cargo podía ser heredado por un hijo, aunque este punto no está suficientemente aclarado.

En la actualidad visten traje negro de pana con sombrero a juego y, en bandolera, una cinta ancha roja con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y, como arma, una pica o alabarda de grandes dimensiones.

Relacionada con esta soldadesca el mismo Aragonés trascribió la siguiente letra, perteneciente a una cancioncilla:

Tan-ta-ran-tan, el báculo del Obispo

El Cura y el Sacristán.

Tan-ta.ran-tan, con los Soldados de Cristo

La Virgen llorando está.

Tan-ta-ran-tan…

Antropología de la Semana Santa de Guadalajara

Desde hace unas semanas venimos escribiendo sobre algunos aspectos relacionados con la Semana Santa de Guadalajara y su provincia: como manifestación popular tradicional, a través de las distintas procesiones que recorren las calles capitalinas, o mediante la descripción y análisis de algunos aspectos específicos, como la quema de los “judas”, que vienen teniendo lugar en tantos pueblos de la provincia el Domingo de Resurrección. Aspectos todos que contribuirán, así esperamos, a que esta tradición tan arraigada que es la Semana Santa sea mejor y más ampliamente conocida por todos.

Sin embargo, además de todo lo anterior, la Semana Santa, sus procesiones especialmente, contienen algunos elementos culturales, antropológicos, que pretendemos analizar brevemente.

En primer lugar habría que tener en cuenta que el “tiempo” de Semana Santa -es decir, el que media entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección- es, o ha sido hasta hace relativamente poco, un “tiempo especial”, casi latente, en el que se suspendían ciertas actividades: las emisoras de radio emitían música sacra o clásica, la comida no era la de todos los días y ciertos comportamientos sociales se suprimían o aminoraban: contar chistes, reírse a carcajadas, permanecer en determinados establecimientos, por ejemplo, en los bares…

Igualmente es un periodo en el que quienes permanecen en Guadalajara salen a la calle y la recorren en todas direcciones. Unas veces para cumplir con el rezo de las “siete estaciones” del Jueves Santo y, a través de esos recorridos y también del que siguen las propias procesiones, puede tenerse una idea de la configuración urbana de la ciudad, de la evolución que han ido siguiendo sus calles y barrios a lo largo del tiempo, su progreso o decadencia, puesto que representan su unidad, localizada en el centro, al tiempo que su diversidad, que radica en los distintos barrios. Itinerarios que como señala María Cátedra, “afirman el poder central”.

Además, en las procesiones desfila un amplio espectro social, desde los niños vestidos de nazareno que acompañan a sus padres, y los jóvenes, sobre todo en los vía crucis nocturnos, hasta las mujeres que, dejando a un lado las tradicionales mantillas prefieren vestirse de capuchino, denotando con ello cierta tendencia a la “igualdad” con los hombres. Aspectos sociales que también quedan de manifiesto en algunas procesiones de las que, como grupo, son benefactores o corren a su cargo, por ejemplo: la de la Virgen de la Esperanza, directamente relacionada con los Agentes Comerciales o la de Nuestra Señora de la Piedad que sacan exclusivamente las mujeres, radicadas ambas en la iglesia de Santiago.
Pero también queda clara la participación de otros niveles sociales: militares, políticos, clero…

Hay patente también una doble vertiente vital, pues la muerte y la alegría se suceden en este tiempo de acusada religiosidad. Cristo padece y sufre hasta morir, con lo que las gentes lloran y sufren con Él cargando cruces pesadas, arrastrando cadenas, llevando los pies descalzos, lacerándose el cuerpo con cilicios, etc., pero después resucita y aquellas lágrimas de dolor se convierten en verdadera explosión de alegría como demuestran tantas procesiones “del Encuentro”, donde lo masculino -los hombres que acompañan a Jesús- y lo femenino -las mujeres que van con María- se unen tras el abrazo de Madre e Hijo y tras cambiarle a la Virgen su vestido de luto por otro que denota alegría.
Se vuelve al tiempo cotidiano: se ríe, se canta, se bebe vino en las tabernas y la música varía su temática y ya es de todo tipo. Las tinieblas se rasgan y nace la luz. Mientras que en la naturaleza, esa de la que todos participamos, muere el invierno y nace la primavera.
Un re-nacimiento cíclico que aparece tras la anterior purificación.

Pero como en toda manifestación humana hay también periodos de mayor participación, de mayor impulso a la Semana Santa, y otros, en cambio, más laicizados, en que la “redención” por el dolor se sustituye por esa otra “redención” (entre comillas, según María Cátedra, a quien seguimos en nuestra exposición) por el turismo, pues no en vano son muchas las “semanas santas” que han alcanzado la declaración de Interés Turístico Regional.

Finalmente podríamos hablar de la importancia de las procesiones como formas de “peregrinaje”, contempladas desde un doble punto de vista: como recorrido físico entre un lugar y otro, con lo que ello puede entrañar de rapidez o lentitud, de mayor o menor dificultad o de más o menos dolor (si se llevan cadenas o pesadas cruces), o vistas como “recorrido” religioso interior. Es decir, lo tangible terrenal y/o lo inmaterial y espiritual. A veces ambos recorridos se aúnan y el camino en la tierra sirve para lograr esa elevación espiritual que acerca a Dios al “peregrino”.

En fin, serían muchos los aspectos que podrían estudiarse en una procesión, pero sirvan estas notas para que cada lector añada de su cosecha las que estime más oportunas y complete su propio abanico de ideas.

Procesiones de Semana Santa en Guadalajara

Las procesiones que en la actualidad recorren las calles de Guadalajara durante la Semana Santa no son muy antiguas; su historia es breve dado que la mayor parte de lasa cofradías que se encargan de ellas son posteriores a la pasada Guerra Civil del 36-39. Anteriormente solo existieron dos que aun siguen vivas: la de la Virgen de la Soledad es la más antigua y siempre se ha dicho que data de 1469, aunque no se conserva documento alguno que lo demuestre, si bien, en su primer Libro de Actas, se hace alusión a una “reconstitución” o vuelta a la actividad de la misma en 1682 y, mucho después, en 1817, tras la ocupación de la ciudad por las tropas francesas durante gran parte de la Guerra de la Independencia; la otra más antigua es la de Nuestra Señora de los Dolores, que viene del siglo XVII.

22042011-_MG_6728 Hoy las cofradías vienen a estar unidas a las distintas iglesias de Guadalajara. Así, relacionadas con la iglesia-concatedral de Santa María hay dos: la Cofradía del Cristo Yacente del Santo Sepulcro fue fundada tras la Guerra Civil como Hermandad de Caballeros Cruzados Excombatientes del Santo Sepulcro. Su imagen, el Yacente, fue realizada por el imaginero Fernando de la Cruz y sus cofrades visten hábito negro y capa roja con la cruz de los caballeros cruzados bordada. No llevan capirote.

La segunda es la de Nuestra Señora de los Dolores, cuyo origen parece encontrarse en la Esclavitud de Nuestra Señora, que como ya hemos señalado, fue fundada en el siglo XVII por grupos artesanos con carácter asistencial. Hasta mediados de los años treinta del siglo pasado su culto consistió, principalmente, en recordar los dolores de Nuestra Señora durante el mes de septiembre.

22042011-_MG_6735Su imagen, que es moderna tras haber sido destruida la anterior, sale en la procesión del Silencio vestida de terciopelo negro bordado en oro y sus cofrades con capuchón negro y túnica blanca con los emblemas de la Pasión del Señor.

Esta cofradía también se encarga de sacar la imagen del Calvario consistente en una sencilla cruz con las imágenes de San Juan y la Virgen, de notable antigüedad, que se conserva el resto del año en el convento de carmelitas de San José.

 

En la iglesia de San Ginés tiene su sede la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y de la Paz, fundada en 1956 cuyo paso representa a Cristo Muerto en la Cruz coronando un monte de claveles rojos.

21042011-_MG_6637Sus cofrades visten túnica blanca, capuchón, manguitos y cíngulo rojos -símbolos del amor y de la paz- y desfilan cargando una cruz de madera, los hombres con un crucifijo al cuello y las mujeres con escapulario.

 

La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno se haya establecida en la iglesia de San 21042011-_MG_6643_1Nicolás el Real. Se pudo formar gracias a la concesión papal otorgada por Pío XII, como agregada a la archicofradía de igual nombre de los capuchinos de Madrid. Su imagen, el Nazareno, es la del “Cristo de Medinaceli”, fue tallada en 1946 por Cruz Conde en el momento en que se creó la Esclavitud de Nuestro Padre Jesús y se saca procesionalmente el Viernes Santo, así como el Cristo Crucificado.

Sus cofrades visten túnica y capuchón morados.

21042011-_MG_6640También radica en San Nicolás la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, cuya imagen primitiva se custodiaba en la ermita de su nombre (al comienzo del Paseo “de las Cruces”) incendiada en el 36.

Desde entonces, los treinta y siete hermanos supervivientes impulsaron el crecimiento de la hermandad y de la Asociación de Esclavas de Nuestra Señora de la Soledad, que fue creada en 1859.

Su imagen es obra de José Martínez Duches (1941).

 

En Santiago Apóstol se ubica la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen de la Esperanza (“La Macarena”), cuya creación fue aprobada por21042011-21042011011_1
el cardenal Plá y Deniel y su imagen, debida a Sixto Alberti, que es una réplica de la “Esperanza Macarena” de Sevilla, fue costeada por el Colegio de Agentes Comerciales de Guadalajara, de la que es Patrona. Comenzó a desfilar todos los miércoles de 1954, hasta 1968 en que, debido a unas obras en la iglesia, dejó de hacerlo, volviendo a cobrar nuevos bríos en 1987, contando con el apoyo de la Cofradía de la Pasión del Señor.

Durante su procesión, que llegaba hasta la Prisión Central, solía soltarse un preso.

Visten capuchón verde, túnica y capa crema y cíngulo verde y oro.

En la misma iglesia tiene su sede la Cofradía de la Pasión del Señor, fundada en 1945. Su imagen –Nuestro Padre Jesús con la Cruz a Cuestas– fue encargada al tallista Higueras y pagada mediante suscripción popular.

21042011-_MG_6656Tras la crisis de los años setenta, también se constituyó la Cofradía de Esclavas de 22042011-_MG_6700Nuestra Señora de la Piedad, cuyo paso -que es el único que sacan íntegramente las mujeres- representa a la Virgen con Jesús muerto entre sus brazos, acompañada por dos ángeles. Dicho paso se custodia en el santuario de la Virgen de la Antigua.

Sus cofrades visten túnica morada, capuchón blanco (con una cruz bordada en la parte delantera), guantes blancos y cíngulo dorado.

Esta misma cofradía saca otro paso más: el del Cristo de la Expiración o de la Agonía, talla del siglo XVII, procedente de la capilla del cementerio.

 

Fotos: Sagrario Ruiz

 

 

Domingo de Resurrección: Los Judas

Con la quema, apaleamiento o lapidación, o mediante disparos de escopeta “mueren” los “judas”, muñecos, especie de espantapájaros, de estrafalaria vestimenta, que los mozos de los pueblos construían para celebrar un tanto carnavalescamente el final de la Semana Santa, generalmente en el momento en que la Virgen y su Hijo se abrazan en la procesión del Domingo de Resurrección.

Dicen los que saben que tan estrafalaria figura representa o se inspira en el apóstol traidor que, después de haber vendido a Cristo por treinta dineros, se ahorcó. Es posible que estemos ante una cristianización de un hecho muy anterior en el tiempo, quizá emparentado con antiguos cultos dendrolátricos, en los que el árbol en que se colgó también fue el que propició el Pecado Original. Aunque no hay que olvidar que tampoco deja de estar emparentado con ese otro árbol, el “mayo” que recuerda el cambio del mundo hiemal a la resurrección de la naturaleza. La muerte del “judas” como representación de la muerte del invierno y el nacimiento de la primavera, dando lugar a ese ciclo eterno del eterno retorno.

Fuentelahigura-Judas2Pero a ello hay que añadir algunos aderezos más como, por ejemplo, las claras connotaciones sexuales con que en algunos casos se acompaña: descomunales y elefantiásicos genitales representados por hortalizas: nabos, zanahorias, patatas… Además de carteles soeces colgando del cuello e insultos procaces y obscenidades que gritan los mozos, los quintos de antaño, y en algunos casos las mujeres, como es el caso de Cogolludo, donde las mujeres son las encargadas de mantear al “pelele”, pues tal es la denominación que en dicha localidad recibe. “Pelele” que los mozos quieren robarles a toda costa, en cuyo caso va derecho al “pilón” o le cuelgan letreros y atributos impúdicos.

Pelele, traidor,

Nadie te queremos.

Pelele, canalla,

Hoy te quemaremos.

En muchos lugares se juzga al “judas”, se le condena a muerte y se le ajusticia. Y tras esa exposición a la vergüenza pública por las calles del pueblo, a veces a lomos de una borriquilla (que solía llevarse más palos de la chiquillería que el propio “judas”), como sucedía en Berninches, se leía su testamento (Testamento de Judas), como hace años se hacía en Fuentelahiguera -donde hoy se le cuelgan carteles del cuello y se le ahorca- trás arder pendiente de una rama al finalizar la misa mayor.

Son testamentos de poca calidad literaria, pero de gran interés etnográfico, porque en ellos se deja constancia de los pecadillos de andar por casa de los mozos, los quintos, sobre los que recaía el peso de la sociedad rural y que no dejaban de ser también los pecadillos del propio pueblo. Por eso se inmolaba al “judas” en una especie de rito de purificación a través del fuego. Unas llamas que devoran todo lo “malo” del lugar -lo peor desechable-  contenido y representado en el “judas” que, tras morir ante la  burla general, da lugar -como se ha dicho más arriba- a una nueva vida recién estrenada, hasta que se cumpla otro año, otro nuevo ciclo vital.

Estamos por tanto, según algunos, ante un personaje expiatorio, y también, según otros, ante una inversión paródica de la pasión de Cristo. Pero esto ya es mucho decir.

En fin, serían muchas las ideas que se han venido desarrollando acerca del significado o del contenido de estos personajes de tela rellenos de paja.

El caso es que en la provincia de Guadalajara aun quedan lugares, no muchos por desgracia, donde se mantenía hasta hace poco y, en algunos casos todavía se mantiene, la costumbre de confeccionar “judas” y darles su merecido: Ablanque, Bocígano ( donde los mozos hacen dos “judas” tras cuya quema los mozos persiguen a la vecindad con ramas y palos encendidos), Cifuentes, Cogollor (donde son confeccionados por la chiquillería), Escariche (con sentencias al cuello), Huertahernando, Luzón, Maranchón, Megina, Moranchel (con “judas” y “judesa”), Navalpotro, Pareja, Peralejos de las Truchas (con motivo de la celebración de la romería de la Virgen de Ribagorda), Saelices de la Sal, Santa María del Espino (también con “judas” y “judesa”, a los que se dispara con escopetas), Zaorejas (donde su expresión sexual es máxima) o en Zarzuela de Jadraque (cuyos “judas” de gran tamaño nos recuerdan por su forma al bandido Miel Otxin del carnaval navarro de Lanz).

En Sigüenza, donde cada barrio confeccionada su “judas”, compiten en estruendo, ya que entre la paja de su relleno hay multitud de petardos y correpiés que revientan mientras arden. Se sacan el Domingo de Resurrección y, tras su quema, tiene lugar un pantagruélico desayuno a base de sardinas fritas o chocolate, según gustos.

Curiosamente, por la fecha, que es el 28 de octubre, recorre las calles de El Cubillo de Uceda un personaje, ahora varios, semejantes al tradicional «judas» que se conoce por el “sansimón”, de gran atractivo.

Una fiesta, esta del “judas”, de gran contenido simbólico que habría que mantener en su pureza originaria. Al menos en esa “pureza” que conservaban cuando nuestro recordado amigo y maestro S. García Sanz recopiló seis ejemplos pertenecientes a las serranías de Atienza y Tamajón, a los antiguos partidos de Cifuentes y Sigüenza, a parte de los de Cogolludo y Brihuega y al Señorío de Molina, puesto que ni en la Campiña ni en la Alcarria Baja se celebraban estas manifestaciones folklóricas, algunos de los cuales ya hemos citado: –Peralejos de las Truchas (“En Pinilla nació el Judas,/por Vallorente pasó,/y por su mala cabeza,/en Peralejos murió”), Sacecorbo, Peñalva de la Sierra (donde los mozos robaban las ropas tendidas y olvidadas de recoger por las que sus dueñas tenían que pagar un rescate -que se empleaba en una merienda- para poderlas recuperar, porque de lo contrario servirían para vestir el “judas”), Palazuelos, Cifuentes y Cogolludo– y los dio a conocer en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, [IV (1948), 619-625], a través de su trabajo: “La quema del Judas en la provincia de Guadalajara”.

 

(Fotos: L.A. Martínez Gómez. Judas de Fuentelahiguera)

 

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