La reliquia de Palazuelos y el sociocentrismo religioso (2)

II

 

(Continuación)

De la lectura del texto anterior pueden extraerse una serie de “motivos” o “expresiones” que dan fe de ese sociocentrismo al que he aludido antes. Veamos unas cuantas que considero interesantes:

– Su reliquia (la de Palazuelos), es mayor que la de los pueblos circundantes, en caso de que tengan alguna reliquia.

Es evidente que el tamaño de la reliquia influye en la mentalidad popular rural; parece ser que cuanto más grande fuera la reliquia, mayor era su grado  efectividad, su poder sobre el mundo terrenal. 

– Está hecha con madera de la cruz en que crucificaron a Cristo. 

Este es un apartado muy importante y digno de ser tenido en cuenta por encima de los demás. No se trata, en este caso, de una reliquia “mínima”, por así decir, perteneciente a los restos de un “simple” mártir; no, ya que se trata de una reliquia verdaderamente importante, puesto que procede de la mismísima cruz en la que Nuestro Señor padeció su Santo Sacrificio. 

– Hace más milagros y es más importante. 

Completa este punto el anterior, puesto que se trata de la cruz que estuvo en contacto “directo” con Jesús, el Hijo de Dios, su poder es mayor, más milagroso y, por lo tanto, comparada con otras reliquias, es de menor importancia (no tiene ni punto de comparación). 

– Se sienten orgullosos de poseer tal reliquia en su pueblo. 

Este es el tema fundamental. Aquí se pone de manifiesto la verdadera superioridad de Palazuelos (y su reliquia) respecto a los pueblos circunvecinos. Es “su” reliquia desde siempre y nadie puede, ni podrá nunca, nada contra ella. Está por encima del resto. 

– Tienen gran fe en las rogativas. 

Podríamos pensar en formas antiguas de ver las cosas, la religiosidad popular rural tan anclada, en aquellos años a sentimientos y manifestaciones anteriores, heredadas- generalmente por vía familiar- que, en gran parte, seguían impregnadas de conceptos que nada tenían que ver con la religión católico apostólico romana y que llegaron desde una especie de superstición que, con el paso del tiempo, la propia Iglesia ha ido desechando, pero que hasta hace relativamente pocos años formó parte de la vida cotidiana de los pueblos. 

– La sacan con sacerdote y todo. 

No hay que olvidar que el cura era el factotum de los conceptos religiosos del lugar. Era la máxima autoridad religiosa del lugar y todos se plegaban a cuanto, en ese terreno, él ponía en el tapete. Siempre, eso sí, siguiendo ciertas normas que les marcaban las sinodales correspondientes.  

– Incluso un año la sacó el propio obispo de Sigüenza. 

Para colmo de los colmos, es un decir, siguiendo el esquema literario arriba contenido, no fue el cura, como máxima autoridad religiosa del lugar, quien sacó la cruz (reliquia o lignum crucis, que tal es y de tal se trata), sino el propio obispo en persona. Si se me permite la expresión, el jefe del cura. La persona que estaba por encima de él.

Si en el pueblo, en un lugar rural, en los años cincuenta o sesenta el cura era el que mandaba espiritualmente sobre la prole lugareña, el obispo era el desideratum.

Que fuese el propio obispo en persona a sacar la reliquia -saltándose las reglas del juego establecido, ya que debía ser un niño el que la expusiese a la tempestad- debía ser considerado como signo de gravedad.

Algo muy importante debía estar pasando en el pueblo cuando el propio obispo, en persona, se desplazaba a Palazuelos para exponer la reliquia.

Quizá él, pensara la gente del momento, por ser el más importante representante de la Iglesia, al estar más cerca de Dios, podría tener mayor poder para salvar al pueblo de la nube.

No lo he podido constatar todavía.

–          Pero debe sacarla un niño.

No debemos olvidar que el niño y la infancia, en general, representan la claridad, lo blanco o albo, la pureza de instintos y sentimientos.

También podría pensarse en una representación del Niño Jesús o por ser, precisamente un niño, el “Niño de las Flores”, el que está colocado en el altar, junto a la reliquia de la cruz.

– En cuanto sacan la cruz el efecto contra los nublados es benéfico, es decir, surte efecto positivo, alejando la tormenta. 

Ya pueden decir lo que quieran los que no crean mucho en el poder benéfico de la reliquia de la cruz contra los nublados y las tormentas de pedrisco: en cuanto el niño la asoma por la puerta de la iglesia, la tormenta desaparece (o se va a descargar a los pueblos de los alrededores -hecho que magnifica el sociocentrismo de la reliquia de Palazuelos-). 

– La protección de la cruz solo sirvió para el término y tierras de Palazuelos. La nube “sacudió” en los pueblos aledaños. 

Este párrafo abunda en el concepto contenido en el anterior. 

– Se montó un gran revuelo por culpa de los de Sigüenza al quererse llevar la reliquia. 

Clara alusión al centralismo religioso de Sigüenza como sede del obispado o lugar donde residía el poder eclesiástico. 

– Curiosamente, el viajero no da crédito a que sea la cruz de Cristo, pero le da igual. 

El viajero piensa que, son tantos los trozos existentes de cruces atribuidos a formar parte del árbol donde Cristo padeció su muerte, que no está por la labor y prefiere pasar del tema.

Estamos, justamente, ante lo contrario de lo que estamos comentando. Nada más alejado del sociocentrismo que negar el valor y las propiedades de la cruz de la que se le está hablando. El viajero escucha, pero no participa de la conversación, no dice nada al respecto (y es mejor que no lo diga); es mero receptor, y así consta en su cuaderno de notas. 

– La comparación con otras reliquias y “santitos” de Riosalido, en este caso, lleva a la conclusión de que estos últimos no tienen poder alguno contra las tormentas y no merecen la pena. 

Aquí es cuando se demuestra el mayor grado de sociocentrismo  que comentamos. Las gentes -las mujeres y el hombre que acaban de descender del autobús- no se conforman con decir lo que ya hemos leído, sino que, además, se atreven (parece correcto en un diálogo) a comparar su reliquia -la mayor y mejor y además la más protectora- con la de otros pueblos cercanos, en este caso con los “santitos” de Riosalido (algún problema debía de haber entre alguno de los intervinientes, con alguien de Riosalido).

Palazuelos y su reliquia están siempre a la cabeza, siempre atienden las súplicas de sus habitantes, mientras que el resto de lugares son considerados como “menores”, en cuanto a la protección y “poder” de sus reliquias o imágenes.

Es curioso destacar, como queda dicho, la forma de denominar a otros santos protectores, de menor importancia que los de Palazuelos, llamándoles “santitos”, un tanto despectivamente, o sea, indicando la prioridad de la reliquia de la cruz.

  (Continuará)

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La reliquia de Palazuelos y el sociocentrismo religioso (1)

LA RELIQUIA DE PALAZUELOS (GUADALAJARA) COMO MOTIVO DE SOCIOCENTRISMO RELIGIOSO.

(Un ejemplo de etnografía en la literatura actual)

 

I

 

Acerca de la reliquia de Palazuelos, podemos leer lo siguiente:

“Entre las leyendas cabe destacar la del “Niño in Crucis”, materializada en uno de los altares de la parroquia, por un niño Jesús barroco, en cuyo sagrario hay una pequeña cruz que, según tradición, contiene una pequeña astilla del árbol en que fue atormentado Jesucristo. Sólo lo pueden tocar los niños y el cura. Cuando en verano se acerca al pueblo alguna nube que pueda traer pedrisco, toma un niño en sus manos la reliquia y se llega con ella hasta la puerta del templo, donde espera un rato mientras las mujeres rezan. El milagro se realiza cuando la nube se aleja del pueblo.” (1)

Curiosamente dicha reliquia sirve de tema literario, entre otros muchos aspectos a tener en cuenta desde un punto de vista etnográfico, en un libro de viajes recientemente publicado (2):

“Cuando aparece Palazuelos, pueblo que conserva todavía unas macizas murallas, un hombre que viaja de pie, como el caminante, dice, al parecer, sin venir a cuento:

– Este año, los de Palazuelos, no han tenido ocasión de sacar la reliquia, porque ha llovido el agua que esta tierra necesita.

Luego, queda en silencio sin dar más explicaciones. Una de las mujeres sentencia:

– A ver.

Y nada más. Pero al caminante le ha picado la curiosidad. Quiere saber. Al hombre le sorprende la ignorancia del caminante.

– Estos de Palazuelos tienen una reliquia de mucho mérito. Está hecha con la madera de la cruz que crucificaron a Nuestro Señor. Los años que graniza o hay sequía la sacan en procesión solemne, con sacerdote y todo. Hasta se comenta que una vez vino el señor Obispo de Sigüenza a oficiar la función porque el granizo no paraba de caer.

El hombre sigue informando al caminante.

– De todo punto es necesario que la lleve un niño inocente para que haga efecto. Jamás un adulto. Estas cosas son muy serias.

Aquí tercia una de las mujeres, quien se arroga en testigo presencial de los hechos.

– A veces es visto y no visto. En cuanto sacan a la calle la reliquia, el granizo se hace agua.

– Eso es muy verdad -apostilla otra mujer, como si alguien hubiera expresado alguna duda.

– Miren ustés -sigue-, hace dos años se apedreó toda la comarca menos el término de Palazuelos. En los lindes bien se veía. De mojones pacá, sin apedrear y de mojones para allá, todos los trigos machacados, como si hubiera pasado una apisonadora.

La mujer lo cuenta con su fe, con tal convicción, que el caminante ha estado en un tris de creérselo.

– Con razón no sueltan la reliquia ni pa Dios. Se la querían llevar los de Sigüenza para custodiarla en la Catedral, pero todo el pueblo salió a la calle y por poco no se arma la de Dios es Cristo. No todos los días aparece una reliquia de la cruz de Jesucristo, concluye el hombre.

La Cruz de Palazuelos. Relicario.El caminante, que en su fuero interno no acaba de tragar del todo, echa mentalmente sus cálculos y comprueba que saldrían demasiadas cruces con todas las reliquias que ha visto. Pero al fin y al cabo, qué más da.

– En Riosalido tienen unos santillos que también dicen que deshacen el granizo… Sin embargo, una vez que los sacaron, si no nos metemos en la iglesia, nos achichonan las piedras. Caían granizos como huevos.

– Hay quien les tiene fe -reconoce la mujer de la cesta-, pero para mí los santillos de Riosalido ni fu ni fa.” (3).

El relato precedente fue escrito hacia finales de los años cincuenta, cuando la población rural todavía se mantenía y las costumbres no habían desaparecido, por lo que decidí ponerme en contacto con su autor, al que pregunté:

“Considerando que un libro de viajes se puede escribir con datos fidedignos, es decir, reales, y también con datos inventados, me gustaría saber si los que usted tomó acerca de este tema, referentes a Palazuelos y a Riosalido, o sea, los que figuran en su libro ¿son verdaderos -contados por la gente del pueblo- o ficción –ideados por usted-?” (9 de Julio de 2010).

A los pocos días, la amable respuesta del autor me llegó:

“En cuanto a la conversación que el caminante mantiene con la gente del autobús sobre las reliquias y santillos, yo no hice otra cosa que recoger sus palabras. Nunca me planteé investigación alguna sobre si sus manifestaciones eran ciertas, inventadas o exageradas, como tampoco lo hice en otros sucesos y narraciones que aparecen en el libro. Mi intención al proyectar el viaje y escribir el libro no era otra que narrar y describir todo aquello que me saliera al paso con la mayor precisión y rigor de que fuera capaz, a modo de un espejo plano, según el precepto de Balzac, paseado a lo largo del camino. A ras de suelo. Paisaje y paisanaje. Lo más aséptico posible.”

(21 de Julio de 2010).

Por lo tanto, ya sabemos a ciencia cierta que las mujeres y el hombre de Palazuelos no mentían, que sólo mantenían firme su fe en la reliquia y, por supuesto, su acendrado sociocentrismo (lo nuestro es lo mejor, lo de los pueblos vecinos no vale para nada). 

  (Continuará)

  José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS 

NOTAS

 

(1) HERRERA CASADO, Antonio, Crónica y guía de la provincia de Guadalajara, 2ª. ed. Guadalajara, Excma. Diputación Provincial de Guadalajara y Asociación Central de Trillo-I, 1988, p. 558.

(2) VELA, Fidel, Por tierras de Guadalajara y Soria. De Sigüenza a Gormaz, Madrid, Cultivalibros (col. Cultiva, nº. 127), 2010, pp. 19-21.

(3) Las cursivas son mías.

 

 

 

 

 

 

Apariciones marianas en Guadalajara (y V y final)

 

Esta aparición [de la Virgen de la Granja, de Yunquera de Henares], -o mejor dicho, encuentro o descubrimiento de la imagen-, tal y como ha sido relatada, es relativamente reciente, quizá de finales del siglo XVI o comienzos del XVII.

Para tal afirmación nos fijamos en el detalle de “la costumbre de subir a rezas el Rosario todas las noches”, que más arriba nos extrañó. El hecho estriba en que el Rosario no empezó a rezarse hasta el último cuarto del siglo primeramente citado (20) y también en la presencia del alcalde y concejales, que contribuyen a que la leyenda se distorsione mucho.

En la historia que acabamos de leer es el cura el que saca la imagen de la Virgen una vez que el pastor Bermudo ha sido definitivamente creído por el pueblo, hasta entonces incrédulo. Sin embargo, la Virgen habla al propio pastor.

En otras manifestaciones recogidas acerca de esta misma “aparición”, no se habla jamás del alcalde ni de los concejales, ni siquiera del cura y, mucho menos aún, del Rosario. Así puede comprobarse en los Aumentos dedicados a Yunquera de Henares en las Relaciones topográficas de Felipe II (21).

Lo cual indica una transformación en los ropajes de la narración ya que cada momento va moldeando la historia según su conveniencia, tal vez para que la gente sencilla  comprenda mejor su significado o contenido.

“Si concretamente no puede fijarse la fecha de su aparición, en cambio la descripción de la misma se halla divulgada por tradición constante y detallada extensamente en numerosas crónicas. Remitiéndonos en este particular a la admirable escrita por el presbítero don Emilio Moreno, impresa en el año 1862 por devoción del párroco de Yunquera, don Francisco Sandines” (22).

Otro hecho de interés es el de la zarza que arde y no se consume, que forma parte del entorno maravilloso del milagroso aparecimiento, y que el señor Sebastián López compara acertadamente con la zarza ardiente que vio Moisés (Éxodo, caps. 3 y 4) (23).

José Ramón López de los Mozos

 

(NOTAS)

(20) Gabriel Llompart, “Los cruceros marianos mallorquines de la Baja Edad Media”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XXX, (Madrid, 1974), cuadernos 1º. y 2º, pág. 19.

(21) Juan Catalina García [López], Memorial Histórico Español. Relaciones Topográficas de España (Provincia de Guadalajara, tomo II). Aumentos, pág. 197, nota 1: “En el archivo parroquial hay un manuscrito de diez hojas, en 4º., con este título: Tanto de el aparecimiento de nra. Señora de la Granja. Al final dice: Hasta aquí es lo que hai escrito de este aparecimiento y lo copió fielmente (no dice de donde) el padre Fray Bernardino Taracena, Religioso Dominico y natural de esta villa de Yunquera, en el mes de junio de 1817”. Seguidamente resume la historia de la aparición. Esta nota 1 de los Aumentos citados fue utilizada por Miguel Rodríguez Gutiérrez en su folleto Historia de Yunquera de Henares, Madrid, septiembre 1971, págs. 30-31.

(22) Sinopsis Histórica de la Villa de Yunquera de Henares, escrita en el año 1949 por un bautizado en su Iglesia Parroquial. Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Derecho y Abogado del Ilustre Colegio de Madrid, Guadalajara, Imprenta Gutenberg, 1950, pág. 9. En esta misma obra se dice ser creencia general que el primer ermitaño fue el propio pastor Bermudo.

(23) Santiago Sebastián López, Teruel y su expresión artística, Zaragoza, 1972, pág. 16. Las similitudes son máximas con “el pastorcillo Moysés quando en presencia de la zarza, imagen de María, halló su mano leprosa repentinamente sana”. Compárese también con el milagro que obró la Virgen del Montesino con la pastorcilla, al restituirle el brazo. El mismo autor, en su Guía artística de Orihuela del Tremedal, Orihuela del Tremedal, 1970, pág. 159, dedica las págs. 145-193 a la Historia Panegírica, escrita por Francisco Lorente (Historia panegírica de la aparición y milagros de María Santísima del Tremedal, venerada en un monte del lugar de Orihuela del Obispado de Albarracín, por D. Francisco Lorente y García, Retor de la iglesia parroquial de dicho lugar, Zaragoza, por Joseph Font. En cuarto, sin año de impresión). Las aprobaciones son del año 1744 y la segunda impresión, corregida e ilustrada por su autor, de Zaragoza, por Joseph Fort, 1776, en cuarto. Contiene más que la anterior una descripción de Orihuela y la noticia de sus varones ilustres. Otra edición en Valencia, por José Estevan y Corvera, año de 1786, en cuarto. (Tomás Muñoz y Romero, Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, 2ª. ed., Madrid, 1973 (la 1ª. es de 1858), pág. 207-208 S.V. “Orihuela de Albarracín”, núm. 1.).

Como puede apreciarse, para la primera edición se da nombre de Joseph Font y, para la segunda, el de Joseph Fort, quizá por error, aunque en realidad se tratase de una misma persona: Joseph Fort. El texto que hemos manejado de este título pertenecía al bibliófilo D. Sinforiano García Sanz, actualmente conservado en la Biblioteca de Investigadores de la Provincia de Guadalajara (BIPGU), de la Diputación Provincial.

Apariciones marianas en Guadalajara (IV)

Quizás el “lugar común” más utilizado sea el de la “aparición” a gente humilde, a pastores, generalmente, que van en busca de algún animal perdido. Y puede que éste sea un símbolo más: que el animal extraviado (es decir, el hombre echado a perder por el pecado) vaya en busca de la luz (la aparición y, por medio de ésta, al encuentro con Dios).

Tal es el caso de la que se cuenta acerca de la Virgen de la Hoz, cuyo santuario se encuentra en el término de Ventosa, junto a la ribera del río Gallo, encajonado entre areniscas rojizas.

Según dicha leyenda, un pastor se interna en el monte, cerradísimo de vegetación salvaje, para buscar una vaca que se le ha escapado del rebaño. En esta tarea llega la noche sin que se dé cuenta. En la garganta rocosa hay animales peligrosos y el pastor se considera perdido, pero… de repente, oye una música deliciosa y, muy cerca de donde se encuentra, una luz vivísima y atrayente. Se acerca al lugar de donde parecen proceder estas señales. Allí encuentra el animal perdido. Lleno de alegría, se acerca a él, que permanece inmóvil, con la vista levantada, por lo que, alzándola también, queda atónito al contemplar una hermosa imagen de la Virgen sobre un pedestal de rocas y toda ella cubierta de una maravillosa luz (17).

Según don Claro Abánades, una antigua tradición cuenta que el obispo Gabinio, último de la diócesis ercavicense, ocultó la imagen de María en el barranco. Imagen que pudo ser venerada en tiempos visigodos y ocultada posteriormente por los cristianos que huían de la invasión agarena (18).

Encontramos un gran parecido con el portento anterior en el “aparecimiento” de la Virgen de la Granja, patrona de Yunquera de Henares, que sucedió de la siguiente manera: un pastor llamado Bermudo, hombre muy piadoso, apacentaba las ovejas en un monte denominado “La Granja”, al que tenía costumbre de subir a rezar el Rosario todas las noches (¿?). Cierta noche observa que de unas zarzas cercanas sale un gran resplandor, por lo que asustado, se retira convenientemente. Otra vez, estando en oración en la cumbre de dicho monte, volvió a repetirse el hecho, pero en esta ocasión escucha claramente las palabras que le dice la Virgen: “Bermudo, llama”, como así hace por tres veces sin que nadie del pueblo hiciera caso a sus llamadas, hasta que las autoridades religiosas y civiles suben al lugar y ven con sus propios ojos como las zarzas arden sin consumirse, produciendo una luz vivísima que ilumina los contornos… Ante lo que todo el pueblo, en ayunas, acude en procesión a La Granja, donde ven que los resplandores han decrecido su luminosidad. Entre tanto, el sacerdote busca con cuidado entre la planta ardiente y “encuentra una imagen de la Virgen”, que entre todos bajan al pueblo (19). (Continuará).

Nótese que se habla de “aparición” en el primer caso y de “encuentro” en el segundo.

Notas

(17) García Perdices, Jesús, Cual Aurora Naciente (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara), Guadalajara, O.P.E. / El Autor, 1974, pp. 125-126.

(18) Abánades López, Claro, Ntra. Sra. de la Hoz (brevísima historia entresacada del libro del mismo autor La Reina del Señorío), Madrid, s/f. (pero el imprimatur es de 1953), p. 6. En su obra Tierra molinesa (p. 133), da la fecha a la obra mencionada: Madrid, 1951. Mientras que La Reina del Señorío está datada en Sigüenza y 1928. En las páginas 6-8 de Ntra. Sra. de la Hoz, se cuenta el relato de la aparición que hizo el cronista Licenciado Elgueta, coincidente con la posterior en siglos a la que ofrece García Perdices, excepto en el conocimiento del suceso milagroso en los pueblos de los alrededores, ya que otro pastor, de ovejas, vio también el resplandor y sintió curiosidad por él: “Viendo de lejos un grande resplandor en aquella peña, y procurando saber lo que era, fue el primero a quien se descubrió la Virgen Nuestra Señora, y así fue a los pueblos cercanos a publicar esta maravilla”.

No he podido encontrar el título de la obra o manuscrito de Elgueta que cita Abánades, pero sí el de algunas otras obras que podrán servir de bibliografía para un mejor conocimiento de la Virgen de la Hoz. Son las siguientes:

Casa de Ntra. Sra. de la Hoz y antigüedad de Molina, por don Diego Sánchez Portocarrero, 1635. [Se trata de un poema en verso heroico que, Tomás Muñoz y Romero, Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, 2ª. ed., Madrid, 1973 (la 1ª. es de 1858), p. 191, S.V. “Molina”, núm. 4, no supo si había sido impreso].

Historia breve de Nuestra Señora de la Hoz, por el Lic. don Gregorio López de la Torre [y Malo]. (Muñoz y Romero, op., cit., S.V. “Molina”, núm. 7, s/f. ni lugar de impresión, puesto que fue tomado de un catálogo donde tampoco se hacía constar), p. 192.

La ninfa más celestial en las márgenes del Gallo. La milagrosa aparecida imagen de Nuestra Señora de la Hoz, por don Antonio Moreno, cura de la parroquia de San Miguel, de la villa de Molina, Calatayud, por Joaquín Esteban, 1762, en 4º. (Op. cit., p. 192, S.V. “Molina”, núm. 8).

(19) García Perdices, op. cit., pp. 132-134.

Apariciones marianas en Guadalajara (III) Cont.

APARICIONES MARIANAS EN GUADALAJARA (III). Continuación.

En Torre del Burgo apareció la Virgen de Sopetrán. Su aparición milagrosa es otra de las más interesantes de cuantas han tenido lugar -“según cuenta la leyenda”- en tierras alcarreñas. Viene a ser como una especie de continuación del aparecimiento de la Virgen de la Peña, de Brihuega, ya vista. En aquel caso, la aparición fue presenciada por la princesa Elima, hija de Alí-Maymón, que terminaría convirtiéndose al cristianismo. En el caso que comentamos la aparición tiene como sujeto al hijo de Alí-Maymón y, por lo tanto, hermano de Elima.

El ejército cristiano ha sido vencido y hecho prisionero por el moro, que lo conduce a Toledo, “aherrojado con gruesas cadenas”:

“Cuando llegó la triste comitiva a Solanillos (…) vieron los pobres presos que allá en la lejanía se alzaban los muros de una ermita, por lo que pidieron a la Virgen alivio para su triste situación de esclavos.

La Virgen se apiadó de aquellos hombres y se apareció rodeada de ángeles encima de una higuera, iluminada con un resplandor tan vivo que cegó a los moros, cayendo al mismo tiempo rotas las cadenas que aprisionaban a los cristianos, los cuales acometieron y derribaron a sus guardianes.

Entonces, Alí-Maymón preguntó a los que hasta hacía unos momentos habían sido sus esclavos cuál era la causa de que se hubiese quedado ciego, y al enterarse de la milagrosa aparición de la Virgen pidió ser conducido ante su presencia.

Una vez allí, Alí-Maymón suplicó que le fuese devuelta la vista, prometiendo a cambio hacer lo que la Virgen le mandase.

María dijo al príncipe moro que debía hacerse cristiano y levantar en aquel lugar un santuario en su honor y, una vez que éste prometió cumplir esos deseos, le condujo a una fuente cercana, donde le bautizó, poniéndole el nombre de Petram, que significa Pedro.

Después le lavó los ojos con el agua, con lo que hizo que el príncipe viese nuevamente la luz” (15).

A través de este ejemplo de aparición en que están representadas las dos creencias que cuentan con más partidarios, cristianos y moros o infieles, queda nuevamente de relieve el poder del Bien, representado por los esclavos cristianos, que se encomiendan a la Virgen, sobre el Mal, el error en la elección de la fe o creencia, que, en este caso, son las tropas moras.

En un principio -como ocurríó en la aparición de la Virgen de Monsalud– es el Mal el que va triunfando, pero el Bien, a la postre, será el vencedor, puesto que, aparte de ser Bien en sí mismo, cuenta con la ayuda de la Virgen. Finalmente, el Bien -como vencedor- logra que el Mal -como vencido- se convierta en Bien a su vez, a través de su conversión a la fe auténtica.

Algo así hemos visto ampliamente representado en los dibujos que decoran las cerámicas medievales verde-moradas de Paterna (Valencia), en las que se ha creído ver la lucha y dominio del cristianismo, representado por la figura de un pez, sobre el Islam, en figura de pavo o perdiz (16).

 NOTAS

(15) J. García Perdices, Cual Aurora Naciente…, op. cit., pp. 116-117, toma esta leyenda de la aparición de la Virgen se Sopetrán, al igual que A. Herrera Casado, op. cit. p. 42, de la obra de fray Antonio de Heredia, Historia del origen fundación, progreso y milagros de la Casa y Monasterio de Ntra. Sra. de Sopetrán, de la Orden de St. Benito, por el Pe. fr. Basilio de Arce, Predicador de la dha. Ordem de Sn. Benito, hixo de la misma casa de Sopetrán. Dirigido a la Reyna de los Angeles, Ntra. Sra. de Sopetrán, año de 1615, editado por la Viuda de Alonso Martín, fecha en Sta. Clara la Real de Salamanca, en 23 de abril de 1659, y conocida a través de unas hojas escritas por fray Fiol de Sarriá con el título de Monasterio de Sopetrán: su origen, fundación y progreso y lo mucho que hicieron como  bienhechores los Excmos. Sres. Marqueses de Santillana, desde el año 1449 al de 1603 (Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. Dato este último que ofrece Herrera Casado en “El Monasterio de Sopetrán”, en Nueva Alcarria de 19 de abril de 1975, p. 23).

El título completo de la obra de fray Alonso de Heredia es Historia del ilustrísimo monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán, del orden de San Benito, de su santuario y sagrada imagen: compuesto antes por el R. P. Mtro. Fray Basilio de Arce, su abad y su hijo; y ahora nuevamente añadido por el Rmo. Mtro. Fray Antonio de Heredia, abad del Real Monasterio de Nuestra Señora de Monserrate de Madrid, y general que fue de la misma orden, Madrid, en la imprenta de Bernardo de Hervada, 1676. En cuarto (T. Muñoz y Romero, op. cit., p. 251. S. V. “Sopetrán”). Y no conviene olvidar que Heredia toma multitud de notas del falso cronicón de Haubereto Hispalense [el sacerdote D. Antonio de Nobis -Julián Zapata-, autor del falso H. Hisp., del que el P. Rubio dice que en 1657 estaba en Valvanera  componiendo el órgano “en cuya manufactura era inteligente”. Fray Toribio Minguella y Arnedo, Valvanera. Imagen y santuario. Estudio histórico por…, Madrid, 1919, p. 18, nota 1], analizado por fray Gregorio de Argáiz en su Población eclesiástica de España y noticia de sus primeras honras, Madrid, 1668, (A. Herrera Casado, “Del origen legendario de Sopetrán”, en Nueva Alcarria de 5 de mayo de 1973, p. 13). Este fray Gregorio de Argáiz tal vez sea fray Gerónimo de Argáiz, cronista de la religión de San Benito, autor de La Perla de Cataluña. Historia de Nuestra Señora de Monserrate, Madrid, por Andrés García de la Iglesia, 1677. En fol. (T. Muñoz y Romero, op. cit. p. 193. S. V. “Monserrate”, núm. 10).

Los datos de la aparición, sin apenas variantes, se encuentran igualmente en la obra de D. José María Escudero, Crónica de la provincia de Guadalajara, Madrid, 1869, pp. 34-35, donde se hacen algunas incursiones etimológicas sobre el nombre Sopetrán, no muy afortunadas y que traslada descaradamente A. Pareja Serrada, op. cit, pp. 561-562. Véase también E. Zaragoza Pascual, “Un abadologio inédito del monasterio de Sopetrán”, Wad-Al-Hayara, nº 3 (Guadalajara, 1976), pp. 27-46.

(16) J. Martínez Ortiz y J. Scals Aracil, Colección cerámica del Museo Histórico Municipal de Valencia (Paterna-Manises), Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1967, p. 28 y fig. 50.

Apariciones marianas en Guadalajara (II) Continuación

El ejemplo que vimos en nuestro anterior escrito parece llamar la atención por su sencillez. En él no hay nada excesivamente maravilloso, no aparece el ambiente enrarecido, ningún relámpago, ninguna luz extraña, nada, contrariamente al amiente que se describe en la aparición, al pintor Fernando de Villafaña, de la Virgen de la Esperanza, ocurrida en Durón:

“Aquella tarde el cielo estaba limpio y transparente, por lo que Fernando de Villafaña se asustó por el fulgor de un relámpago que, seguido por un fragoso trueno, hizo temblar la tierra, junto a sus pies.

Al elevar la mirada, Fernando se vio sorprendido por la aparición de una bellísima doncella que desde lo alto de la encina le miraba.

Estaba coronada de estrellas y circundada por una nube y dirigiéndose al pintor (…)”  (8).

El adorno no puede ser mayor. Grandes portentos apartados de la sencillez, quizá con el ánimo de producir en el hombre sencillo del pueblo idea de su pequeñez.

En Hontoba se repite la aparición a un pastor (Virgen de los Llanos) (9) y también en Maranchón la Virgen de los Olmos se aparece a un ganadero del lugar en una sabina, portando una rama de olmo (10).

Diferente es la de Nuestra Señora de la Salceda, patrona de Peñalver, que se apareció a dos caballeros sanjuanistas internados en el “Monte del Infierno” con intención de cazar:

“Al desencadenarse una gran tormenta de tal violencia que nunca habían visto otra parecida, los dos caballeros, atemorizados, ataron sus caballos a unas ramas y se hincaron de rodillas para pedir protección a la Virgen María. A la mitad de su oración ambos caballeros se vieron gratamente sorprendidos con la aparición de la Virgen, de pequeñísimo tamaño, y subida sobre un sauce. La Virgen, rodeada de luz y de ángeles (…) Una vez que cesa esta singular aparición termina también la tormenta y entonces los caballeros montan de nuevo a caballo y regresan a Peñalver (…)” (11).

Conviene tener en cuenta que las Relaciones… fueron escritas en el siglo XVI y que en la dedicada a Peñalver existen grandes diferencias con las noticias que acerca de la misma aparición proporciona García Perdices. En la obra más antigua no aparece para nada el típico “lugar común” del ambiente maravilloso, nada de truenos y relámpagos. Sólo el piafar nervioso de uno de los caballos. Los caballeros, por el contrario, no están atemorizados, sino extrañados, sorprendidos por la actitud del caballo, de modo que lo que García Perdices considera una aparición, es casi el hallazgo casual de de la imagen en la rama de un sauce:

“(…) una Ymagen de nuestra Sra. ques mui pequeña” y “(…) y vio en un Saz una Ymagen de nuestra Sra. que dicen es la que agora está en el altar”.

Caso curioso es que el caballo, nervioso, se coloque de rodillas. Pero incluso este mismo hecho se repite en otros casos similares.

A pesar de estas diferencias en el entorno que acompaña a la aparición, las representaciones iconográficas no se corresponden con lo que se dice en las Relaciones…, tal y como demuestra el grabado que acompaña a la obra de don Cecilio Blanco, mencionada en la nota (11) y las pinturas que existieron en la primitiva ermita (12).

salceda-virgen

Con pequeñas variantes se produce la aparición de la Virgen de la Soterraña, de Santa María de Poyos (actualmente sumergido bajo las aguas del embalse de Buendía), que también se apareció a dos caballeros de la Orden de San Juan, pero en este caso en el interior de una cueva en la que ambos se refugiaron para huir de una tormenta (13).

Hay que tener en cuenta que Peñalver, Tendilla y Poyos son pueblos relativamente cercanos entre sí.

En Sotodosos se siente gran veneración por la Virgen de la Vega, que se apareció junto a un espino, a un pastor que guardaba su rebaño en el lugar denominado “Cuesta de San Blas” (14).

(Continuará)

NOTAS

(8) García Perdices, Jesús. Cual Aurora Naciente (Advocaciones Marianas de la provincia de Guadalajara).  Guadalajara: El Autor, 1974. 58.

(9) García Perdices, op. cit. 68, que no pretende más que dar una sencilla idea de algunas apariciones y milagros de Vírgenes de Guadalajara, sin analizar causas, aprecia que “la Virgen de los Llanos tiene una leyenda tradicional sobre su aparición, similar a la de otros varios pueblos de la provincia de Guadalajara”. Lo que viene a indicarnos, en resumidas cuentas, que se trata de un “lugar común”.

(10) García Perdices, op. cit. 74.

(11) García Perdices, op. cit. 87. Cecilio Blanco, presbítero, cuenta en verso la historia del pueblo de Peñalver y la aparición de la Virgen de la Salceda, en un folleto de 51 páginas, titulado Aparición de la Virgen Santa María de la Salceda, Patrona de Peñalver. Peñalver y sus glorias. Guadalajara, El Autor, 1966.

Con algunas diferencias recogen las Relaciones Topográficas de España (Memorial Histórico Español), de J. Catalina García [López], tomo XLI (I de los de Guadalajara), pág. 256, cuestión 42, la aparición de la Virgen de la Salceda a los caballeros sanjuanistas: “(…) hay una Ymagen  de nuestra Sra. ques mui pequeña, que provoca á gran devoción (…) la Casa la fundó unos caballeros de la dicha órden de San Juan, que saliendo un día desta su villa yendo á caza (…) en una espesura, se alborotó un caballo, y que alzó uno de los Caballeros la Cabeza, y vio en un Saz una Ymagen de nuestra Sra. que dicen es la que agora está en el altar, y que se arrodilló el Caballo, y el Caballero le hizo grande reverencia, y que fue revelado el Caballero fundase acerca casa (…) una ermita”. Los mismos datos que García Perdices proporciona aparecen en Herrera Casado. Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara. Guadalajara: Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, 1974. 149-150, en cuya nota 8 ofrece el título de la obra de fray Alonso López Magadaleno sobre la aparición que venimos tratando: Compendio historial del aparecimiento de Nuestra Señora de la Salceda, fundación de su convento y origen en él de la regular observancia de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, que escribió Fr…, cronista de la Provincia de Castilla. Madrid, por Juan García Infanzón, 1687.

(12) Herrera Casado, op. cit. 150.

(13) García Perdices, op. cit. 93-94.

(14) Idem., 110.

Apariciones marianas en Guadalajara (Continuación I)

Vimos en el capítulo anterior el modo en que se “apareció” la Virgen de la Peña a la infanta Elima. Veamos algunos casos más:

Por ejemplo, el de la de Nuestra Señora de Valbuena, en Cendejas de Enmedio, de la que existen dos versiones totalmente distintas. La primera de ellas hace que la Virgen se aparezca a un pastor, al que ordena levantar una ermita. La segunda, sitúa a los reyes camino de Atienza, perseguidos por el enemigo y perdidos en el bosque donde se habían refugiado, por lo que ofrecen a la Virgen que si salen de dicho bosque y llegan a la citada villa sanos y salvos mandarían construir una ermita, como así hicieron (1).

Otro caso es el de la patrona del monasterio de capuchinas pobres de Cifuentes, Nuestra Señora de Belén, que también tiene su aparición, ocurrida a una de las religiosas en un ángulo de la huerta del convento que, desde aquel momento pasó a ser llamado “La ermita”, justamente donde en la actualidad se encuentra el cementerio de la comunidad (2). Según Herrera Casado (3) a la Virgen de Belén se la conoce igualmente con la advocación de Nuestra Señora de la Fuente.

No podemos decir que esta aparición sea del mismo tipo que el de los ejemplos citados anteriormente, ya que, según concuerdan todos los datos, el convento de Nuestra Señora de Belén fue mandado edificar en el siglo XVI, época demasiado adelantada como para andar pensando en un “lugar común” producido por esta idea contramusulmana a que nos venimos refiriendo.

En cambio, un acusado sentido contramusulmán puede advertirse en la aparición de la Virgen del Montesino, en Cobeta.

Cuenta la leyenda que la Virgen se le apareció a una pastorcilla manca que iba en busca de unas ovejas perdidas, junto al río Arandilla, a la que ordenó que fuese al castillo de Alpetea y dijese a su Alcaide que se trasladase al lugar de la aparición, donde hallaría lo que más le convenía. Así lo hizo la niña que consiguió llevar hasta allí al Capitán Montesinos, jefe de una guarnición avanzada del rey moro de Valencia.

Ante la presencia de la Virgen, que hace el milagro de restituir a la pastora el brazo que le faltaba, el moro se convierte al cristianismo (…)” (4).

Estamos claramente ante un ambiente medieval guerrero en el que aparece “el moro”, que, ante el portento milagroso de la restitución del brazo a la pastora, se convierte al cristianismo, hecho frecuentísimo en este tipo de leyendas y tradiciones marianas, es decir, “lugar común” que volveremos a encontrar en la mariología de la época, aunque parece que la leyenda no está revestida de ese ropaje fantástico que rodea a otras apariciones similares. Sin embargo, hay cierto misterio -por así decir- en el hecho de hablar de algo “que sería para el capitán lo que más le convenía”. A pesar de todo, sí aparecen los mismos personajes y hechos: la pastora a quien se aparece la Virgen, el moro, el milagro y el ambiente (el castillo, en este caso, el de Alpetea, con su nombre, y la guarnición avanzada del rey moro de Valencia).

Son los últimos estertores de la dominación musulmana. Las tropas cristianas consiguen ir recobrando tierras. En esas tierras siguen viviendo “moros” a los que conviene permanecer en ellas, por mantener su riqueza o por simple comodidad. El mensaje que nos transmite este “milagro”, a nuestro modo de pensar, no es otro que el de dar idea de estas conversiones tan frecuentes en los no cristianos, que acabamos de ver. Es una especie de adaptación a la ley del vencedor a la del vencido; pero en el caso de esta aparición se enmarca dicha conversión -o se motiva- mediante un portento suprahumano.

En la aparición de la Virgen de Monsalud, de Córcoles, los términos, aunque similares, son diferentes en algunos aspectos notables.

“Según la tradición, el rey visigodo Amalarico, que profesaba el arrianismo, logró casarse con la infanta Clotilde, hija de la santa del mismo nombre (…) El matrimonio no fue feliz, ya que Clotilde no abrazó la religión arriana (…), lo que fue considerado por el rey como un insulto personal y una provocación (…) Enterado de este estado de cosas, un favorito del rey que estaba locamente enamorado de la reina, y que había sido rechazado por ésta, la denunció a su esposo (…) del delito de adulterio (…) Amalarico dio crédito a la calumnia (…) [y Clotilde] fue condenada a muerte y su marido dispuso que fuese llevada a los montes de la Alcarria, donde, desnuda y atada a un árbol (…), debía ser despedazada por las fieras (…)Los verdugos la dejaron amarrada a un árbol (…) la reina invocó la protección de la Virgen e inmediatamente vinieron a los pies de Clotilde feroces osos y lobos, los cuales, sin hacerla daño, rompieron sus ligaduras y la trajeron pieles y carne de otros animales, para que pudiera vestirse y alimentarse (…) Durante su estancia en el monte se le apareció varias veces la Virgen para anunciarla hechos que más tarde sucedieron. Mientras tanto, Childeberto, hermano de Clotilde y a la sazón rey de Francia (…), enterado de la infamia cometida con su hermana, se dirigió hacia sus dominios al frente de su ejército. Entablada entre las tropas de Childeberto y Amalarico una feroz batalla, este último fue derrotado, siendo asesinado por sus propios soldados. Sabiendo Childeberto que su hermana había sido conducida al lugar conocido con el nombre de El madroñal encantado, se encaminó hacia el mismo con la esperanza de recoger sus restos para darles cristiana sepultura y (…) la encuentra sana y salva” (5).

Notemos que aquí la aparición tiene también unos motivos de conversión o, más bien, de mantenimiento de la religión cristiana sobre la arriana, que profesaba el esposo de Clotilde, Amalarico, que hace en esta ocasión el papel de “malo”, equivalente al de “moro” o “infiel” y que, por el mero hecho de serlo ya merece castigo. El castigo que llegará después mediante la batalla presentada contra Childeberto, hermano de Clotilde y defensor de sus mismos ideales cristianos, “bueno” y, por tanto, merecedor de premio. El triunfo del Bien sobre el Mal. Pero hay que hacer constar que Amalarico, el Mal, ha tratado de destruir previamente al Bien, personificado también en Clotilde, atándola a un árbol, en lugar fragoso, un “desierto” propicio para apariciones y portentos, cuyo solo nombre ya es indicativo: “El Madroñal Encantado”, algo que parece escapado de leyenda nórdica, fantasmal y lleno de peligros (osos y lobos fieros), que luego aparecerá en versiones romancescas, como en el poema de Mío Çid, cuyo parecido con esta leyenda hay que tener en cuenta, especialmente en el cantar de la Afrenta de Corpes, en el que las hijas del noble castellano son atadas a unos robles por sus esposos, los infantes de Carrión.

Algo parecido a lo sucedió con José, acusado igualmente de adulterio con la esposa de Putifar y que, una vez en la cárcel, es capaz de interpretar los sueños, llegando a destacar en la Corte.

Es algo así como utilizar la frase “no hay bien que por mal no venga”. Lo más probable es que este tipo de leyendas o manifestaciones religiosas, si así se prefiere, tengan su origen en el propio Génesis (6).

En esta aparición hemos de darnos cuenta que se trata de personajes regios. No son ya los labriegos y pastores de antes los que en este caso invocan la protección de la Virgen y que, tras la invocación, se manifieste el portento de las fieras que desaten a Clotilde, la vistan y alimenten. Después de esta manifestación previa de lo que va a suceder (una profecía) es cuando aparece visiblemente la Virgen (en varias ocasiones) para hacerla conocer sucesos futuros, que son de tipo bélico, como puede apreciarse en los casos en que las apariciones son entre moros y cristianos.

Después de este “proceso feliz” y en acción de gracias, se manda construir una ermita o un monasterio (7).

(Continuará)

NOTAS

(1) García Perdices, Jesús. Cual Aurora Naciente (Advocaciones Marianas de la provincia de Guadalajara).  Guadalajara: El Autor, 1974. 43.

(2) García Perdices. Op. cit. 48.

(3) Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara. Guadalajara: Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, 1974. 209. Coincide también con esta denominación García [López], Juan Catalina. Memorial histórico español, tomo XLII (II de Guadalajara. Relaciones de Felipe II), 384 (Aumentos).

(4) García Perdices. Op. cit. 52.

(5) Idem. 54-55.

(6) Génesis, 39: 40-41.

(7) García Perdices. Op. cit. 56.

Apariciones marianas en Guadalajara

Las apariciones son más numerosas. Los casos se suceden constantemente. Así sucede en Auñón con la de la Virgen del Madroñal, que en la versión de los vecinos “se apareció esta gran Señora a un pastor en los años de 1085” (1), y según la versión de fray Miguel Yela y Rebollo, “Estando un pastor, bien descuidado de la dicha que le esperaba, apacentando entre aquellos ásperos riscos su ganado, estando cerca de un madroño, no sin admiración vio en él una gran claridad y resplandor que le pudo persuadir que en aquellas ramas dichosas se encontraba alguna grande deidad. Turbado de tanta luz […] Hasta que María Santísima del Madroñal le habló […]” (2). La opinión de los vecinos corresponde, por supuesto, a las Relaciones Topográficas de los pueblos de Guadalajara mandadas hacer por el rey Felipe II (3), donde también se dice “que se apareció sobre el tronco de una madroñera, y un pastor la halló […]”.

Similar fue la aparición de la Virgen de la Salud, de Barbatona, que se apareció a un labriego en un pino próximo a la armita actual (4).

Uno de los casos más interesantes de aparición es el que se refiere a la Virgen de la Peña, patrona de Brihuega:

“Marchando el rey moro de Toledo, Aly-Menón, por tierras de la Alcarria, camino de Hita, y siendo acompañado por su hija, la Infanta Elima, deslumbrada ésta por el maravilloso paisaje que se divisaba desde las almenas del castillo de Peña Bermeja, de Brihuega, pertenecientes entonces al reino de Toledo, pidió obtuvo del monarca permiso para permanecer en él algún tiempo, con objeto, seguramente, de reponer su marchita salud.

Quedó, pues, la Infanta Elima en Brihuega, bajo la protección de su guardia de honor, en compañía de sus damas y de un anciano cautivo, llamado Ponce y conocido por los musulmanes con el apelativo de “El Cimbre”, hombre en el cual Aly-Menón y su hija tenían depositada toda su confianza.

Aprovechando la ausencia de Aly-Menón, el cautivo Ponce siembra en e alma pura de la princesa las verdades de la religión católica, y Elima considera ya como a su madre a la Virgen María, de la que tantas veces le habla su amigo “El Cimbre”.

Tales deseos tenía Elima de conocer a la Virgen que en todas sus plegarias pedía siempre que le fuese concedida esta gracia, y una noche, cuando estaba en oración, tuvo la dicha de poder ver a María con su hijo en brazos.

Elima llamó a Ponce para que él fuese también testigo del prodigio, pero ya la aparición había descendido por las fauces abiertas del barranco situado junto a los muros del castillo.

Entonces pidió a su señora que le fuese permitido descender al abismo y así lo hizo […] encontrando en una gruta natural, bajo la protección de una campana, una imagen de la Santísima Virgen, que, con el natural regocijo, elevó reverentemente hasta arriba” (5).

Curiosamente, comienza la leyenda a ser relatada bajo el aspecto de una aparición, ya que la Virgen fue vista por Elima con su hijo en brazos. Luego, la aparición anterior comienza a descender por el barranco y, finalmente, se trata de un encuentro o descubrimiento de una talla en madera de la imagen, tangible, y que, por lo tanto, es subida al castillo.

La aparición -algo etéreo- se convierte en encuentro -algo puramente material en sí-. Para Pareja Serrada, de quien toma los datos García Perdices, la aparición fue “un resplandor intenso de nacaradas luces, y flotando en él, como sirviendo de escabel a sus pies, la imagen de la Santísima Virgen que, con su Divino Hijo en los brazos, le sonreía cariñosa”, para después añadir: “(Elima) les ordenó (a los criados) que sacasen de entre los árboles a la Reina y Madre, porque si estaba entre ellos podría caerse por la peña abajo” (6).

Este episodio está representado en un cuadro de grandes dimensiones que hay -o había- en la iglesia de Santa María, que fue pintado en 1774 por José Ramos, en el que, al pie, en una cartela, se contenía escrito lo siguiente:

“Entre las imágenes que los cristianos ocultaron por la pérdida de España, fue una esta portentosa y milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Peña, Patrona, desde su origen, de esta villa de Brihuega; hasta que la Divina Omnipotencia; reinando Alfonso el VI y á Toledo el rey moro Almenón, por los años 1070, pasando á Ita, dexó el castillo de Piedra Bermexa de esta villa á una infanta, hija suya, llamada Elima, manifestó á sus Brihuegos tan Digno y Perdido Cielo. Entre los moros que la custodiaban fue uno un caballero llamado Cimbre quien la instruyó en la Fé Católica y la dixo que era hija de Cristiana. Con estas luces deseosa de ver a la Madre de Dios se la apareció en una peña de donde la conduxeron un canónigo de Toledo, la Infanta y inumerables almas procesionalmente á donde subsiste colocada, obrando tantos portentos que llevados de la fama acuden cada día, de reinos extraños á darle gracias y adorar su santuario.- Año de 1774” (7).

Sigue la transcripción de un documento en que el se habla de Elima como hija de cristiana, dato que recoge también el P. Béjar (8).

 

NOTAS

(1) Vaquerizo Moreno, Francisco. Historias, romances y leyendas del Madroñal. Madrid: El Autor, 1970. 14.

(2) Vaquerizo Moreno. Op. cit. 15-16. En la p. 13 da el título de la obra del franciscano descalzo padre fray Miguel Yela y Rebollo: Libro de la aparición de la muy milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Madroñal, que se conserva manuscrita en el archivo parroquial de Auñón y que se tenía por desaparecida.

(3) García [López], Juan Catalina. Memorial histórico español. Madrid: Real Academia de la Historia, 1903. XLI (I de Guadalajara). 415, pregunta 51. Da más datos en los Aumentos, de gran interés, pero que ahora no hacen al caso.

(4) García Perdices, Jesús. Cual Aurora Naciente (Advocaciones Marianas de la provincia de Guadalajara).  Guadalajara: El Autor, 1974. 26. Cita que también recogen en su libro Francisco Moreno y Sebastián Sanz (Caminos de Sigüenza y Atienza. Madrid. Tierra de Fuego, 1975. 165-166). Nada se encuentra en la revista-programa de la Coronación de la Santísima Virgen de la Salud de Barbatona. Sigüenza, 1955.

(5) García Perdices. Cual Aurora… Op. cit. 33-34. Véase “Novena/a la/Virgen Santísima de la Peña/Excelsa Patrona de Brihuega/por/D. Casimiro Rivera Eusebio/Presbítero/ [anagrama]/Guadalajara/Imprenta del Sucesor de Antero Concha/Plaza de San Esteban, 2/Teléf. 175./1942”. (Citada en nuestro “Catálogo de piezas menores religiosas”).

(6) Pareja Serrada, Antonio. Brihuega y su partido. Guadalajara, 1916. 59.

(7) Pareja Serrada. Op. cit. 61.

(8) Béjar. Historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Peña. Pareja Serrada recopila algunos datos de documentos fechados en el siglo XVI. La Historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Peña, patrona de la villa de Brihuega, del arzobispado de Toledo, divídese en tres libros. En el primero discúrrese sobre la fundación primitiva de Brihuega, sus principios y aumentos, y propónense las noticias de los reyes de España, en cuyos reinados se averiguan los fundamentos y extensiones de dicha villa. En el segundo tratáse de la aparición de Nuestra Señora, la invención [o sea, encuentro o hallazgo], colocación, origen y antigüedad de la venerable imagen. En el tercero refiérense los milagros de esta imagen soberana, con las cosas más notables de dicha villa desde su aparecimiento; escribíala el R. P. Fray Francisco Béjar, de la Orden de San Basilio en Grande. Madrid: por Lorenzo Francisco Mojados, 1753. En 4.º (El autor refiere cándidamente que el rey Brigo fue el poblador de Brihuega y otras fábulas semejantes. En la parte moderna se encuentran noticias útiles. Muñoz y Romero, Tomás. Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España. Madrid, 1973. 58. 2.ª ed. [1.ª 1858]. Véase también Layna Serrano, Francisco. Compendio descriptivo e histórico de Brihuega (Guadalajara). Madrid: Sociedad Benéfica y de Fomento Briocense, 1934. 11-13. (Folleto de 16 pp.).

 

Descubrimientos casuales y apariciones portentosas

Descubrimientos casuales (encuentros e «invenciones») y apariciones portentosas

Se suelen presentar dos casos principales, a veces difíciles de diferenciar:

A)    Hallazgo o encuentro, generalmente casual, de una determinada imagen.

B)     Aparición portentosa (o milagrosa).

Hallazgo o encuentro

Es el caso de la Virgen del Espinar, de Alcocer, que, según “cuenta la leyenda, conservada celosamente, hacia finales del siglo XIII, un pastor que se encontraba con su rebaño en el valle llamado Val u Ojillo, situado junto a las casas de Alcocer, encontró debajo de un espino…” (1). Dato que varía en algunos aspectos con la referencia que del mismo encuentro ofrece el licenciado don Félix Mariano Écija, autor de un sencillo folleto titulado “Nuestra Señora de la Virgen del Espinar, que se venera como Patrona de la Villa de Alcocer” y que, a su vez, transcribe Andrés Pérez Arribas (2).

En la obra del licenciado se trata de un forastero que salía de la villa por la puerta de Pareja (…) A duras penas podía separar con el regatón los brezos, malezas y espinos que le impedían el paso, demostrando muy bien el nombre con que ya era conocido sitio tan agreste: El Valle de El Espinar”. Y sigue más adelante: “(…) dirigiendo la vista a un recodo desprovisto de vegetación y en el que solo se alzaba un espino, observó un pequeño e informe busto (…) Volvió a postrarse a los pies del arbusto y, tras breves momentos de reverencia, tomo entre sus manos el objeto”. Era un delicado busto e imagen de María” (3).

Como puede observarse, en la primera referencia se trata el “encuentro casual”, que se data en el siglo XIII y que fue un pastor quien tuvo tal suerte. No así en la segunda, en que los términos son más imprecisos, ya que no se da fecha alguna, se dice que el hecho le sucedió a un forastero y hasta se varía el nombre del lugar de encuentro del busto, que no de la imagen. Nombre que, a nuestro parecer, recibió el valle, o por el cual fue cambiado, justamente por aparecer en él la mencionada imagen. Aunque, en ambos casos sea  un espino el arbusto que ampara la talla, del cual, seguramente, surgiría su advocación.

Vemos que la primera nota debe ser más auténtica que la segunda, ya que ésta dista mucho temporalmente, dado que fue escrita en el año 1894, cuando la tradición ya habría sido deformada. No obstante, el propio siglo XIII también parece poco preciso.

Realmente, es difícil distinguir si se trató de un encuentro casual o de una aparición portentosa. Tal es el caso de la Virgen del Saz o Sauce, de Alhóndiga, que recibe esta denominación “por haber sido encontrada en uno de estos árboles” (4) y que al quererla trasladar a otro lugar llamado La Heruela, por estar más cerca del pueblo, no se consiguió porque regresaba al lugar donde fue encontrada (5).

Otro caso similar de lugar de encuentro casual ocurrió en Bochones con la imagen de Nuestra Señora de Torralvilla, que descubrió un labrador con la reja de su arado (6).

O el encuentro de la imagen de Nuestra Señora de la Muela, patrona de Drieves: “Hecha la Reconquista, un pastor del pueblo de Estremera, que había salido con sus ovejas, encontró sobre la muela de un molino abandonado una imagen que él tomó por una muñeca, por lo que se la guardó para llevársela a su hija” (7).

Otra referencia similar es la del encuentro de la patrona de la Guadalajara, Nuestra Señora de la Antigua: “La devoción a la Virgen de la Antigua era ya popular en época de los visigodos. Cuando la invasión de España por los árabes, ante el temor de una profanación por la morisma, los fieles ocultaron a la Virgen de la Antigua en un muro de la iglesia de Santo Tomé, actual santuario de la misma, donde fue encontrada en el año 1085 por Alvarfáñez de Minaya, primo del Cid Campeador y conquistador de la ciudad” (8). Aunque aquí, como en casi todos los casos, debemos andar con pies de plomo, puesto que no se trataría de la actual patrona, sino de una imagen anterior, mucho más antigua incluso que la conocida por “la enfermera” (porque se llevaba a las casas de los enfermos), ni sería descubierta por Alvar-Fáñez, que no fue de Minaya, ni primo del Cid, ni conquistó Guadalajara, salvo en la leyenda.

De todas formas, en el caso precedente observamos el ambiente guerrero reinante, así como la existencia de la imagen anterior a la Reconquista que, después de ser escondida, con el paso del tiempo es encontrada. O sea, el mismo ambiente que se contempla en la representación de la Virgen de la Antigua, de Sevilla, consistente en una pintura mural en que a los pies de Nuestra Señora aparece orante el rey San Fernando, tras conquistar la ciudad (9).

Curiosamente, y para demostrar que muchas veces las historias se repiten, mencionaremos el caso de la imagen de Nuestra Señora de la Cuesta, patrona de Hita, que se adoraba en una las iglesias situadas en la cuesta del castillo. Se trata de una obra del siglo XIV que, en la pasada guerra civil, fue escondida en un pozo. Este hecho ya es en sí un “lugar común” geográficamente muy extendido. Dicha imagen recibía culto con anterioridad, y para evitar que fuese profanada, fue escondida de esa manera. Después se descubrió el escondite y fue trasladada a un museo, con ánimo de pasar a Francia, en cuya frontera fue recuperada, volviendo finalmente de nuevo a Hita (10).

Otro caso parecido, pero anterior en siglos, es el de la imagen de Nuestra Señora de Quintanares, en Horna, que “se salvó de la profanación cuando la invasión musulmana, gracias al celo de los padres de la orden de San Benito, que la sepultaron en un lugar escondido” (11).

Muy semejante -por el escondite- al arriba mencionado de la Virgen de la Cuesta, de Hita, es el de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Millana. García Perdices lo relata así:

“La aparición de la Virgen de la Fuensanta (…) debió tener lugar hacia el siglo XV (…) En el lugar donde hoy se alza la nave del templo que guarda la imagen (…) existía antes de la construcción de éste y de la consiguiente aparición de la Virgen, un pozo del que solían extraer agua los pastores para abrevar a sus ganados.

En una de estas ocasiones, cuando los pastores inclinados sobre el brocal del pozo intentaban sacar el agua necesaria para dar de beber a sus ovejas, observaron maravillados que las aguas iban subiendo de nivel llevando encima de ellas una imagen de la Virgen que se detuvo a la altura de los pastores, junto al borde del brocal” (12).

García Perdices utiliza la palabra clave de la situación. Dice “de la consiguiente aparición de la Virgen”, pero, después, en el relato, es obvio que se trata de un hallazgo, un encuentro fortuito. Que las aguas asciendan de nivel es el aspecto “maravilloso” que recubre de leyenda el hecho que se narra, aunque en la actualidad sea de fácil explicación.

La Virgen de la Bienvenida, de El Recuenco, también fue encontrada por unos pastores de Tinajas (Cuenca) en la Sierra de la Bienvenida (de ahí la advocación), entre los términos de El Recuenco, Vindel y Alcantud (13).

En Uceda se da otro caso más de ocultación de imagen en la talla de la Virgen de La Varga: “Los vecinos de Uceda, temerosos de que la imagen de su Virgen fuese profanada por los musulmanes durante la invasión de la península, tomaron el acuerdo de esconderla.

Escogieron para tal fin un lugar situado en el lado sur de las murallas, algo inclinado hacia Poniente, en el que hicieron un hueco lo bastante amplio como para depositar la imagen de la Virgen, junto a la cual colocaron una lamparilla encendida.

Después taparon el hueco a cal y canto.

Con el paso de los siglos, los descendientes de aquellos que ocultaron la imagen llegaron a desconocer por completo este hecho.

Hasta que un día, un vecino de uno de los barrios de la villa, llamado de Los Patones, el labriego Juan de la Vara, fue sorprendido por unos vivísimos resplandores que salían de entre las piedras de la muralla (…) El descubrimiento de la imagen tuvo lugar bajo el reinado de Juan II, concediendo este monarca al templo de Uceda interesantes privilegios” (14).

RESUMEN DE ENCUENTROS

a)      Queda a la vista la existencia de un culto anterior a la dominación árabe o a la Guerra Civil 36-39.

b)      Grupos cristianos ocultan las imágenes en lugares fragosos para evitar su posible profanación.

c)      Dichas imágenes son olvidadas con el paso del tiempo (o solo quedan algunos recuerdos en la tradición popular de cada lugar).

d)      Una vez de nuevo las tierras en manos de los cristianos (o los “nacionales”), van apareciendo las imágenes.

e)      Generalmente son pastores, labradores o, en algunos casos, un animal, quienes encuentran las imágenes.

f)        Se construye o reconstruye un templo que acoja la advocación.

 

NOTAS

(1) GARCÍA PERDICES, Jesús, Cual Aurora Naciente (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara), Guadalajara, El Autor, 1974, p. 12.

(2) PÉREZ ARRIBAS, Andrés, Alcocer, Historia y Arte, Guadalajara, El Autor, 1974, p. 173.

(3) PEREZ ARRIBAS, op. cit., p. 174.

(4) GARCÍA PERDICES, op. cit., p. 13.

(5) Idem., p. 23.

(6) Idem., p. 32.

(7) Idem., p. 56.

(8) Idem., p. 62.

(9) Novena / a la / Emperatriz Soberana del Universo / María Santísima / bajo el título de / Nuestra Señora de la Antigua / Patrona de esta Muy Noble y Muy / Leal Ciudad de Guadalajara / Que se venera en la Iglesia de la extinguida Parroquia / del Apóstol Santo Tomé (vulgo de la Antigua) / de Guadalajara / compuesta por / Don Juan José Lozano / Presbítero / Capellán en la mencionada ciudad e individuo de la / Cofradía de dicha Señora en el año 1853. / Con licencia de la Autoridad Eclesiástica. / Imprenta Gutenberg. / Guadalajara, 1954, pp. 30-31. [Existe una primera edición de 1943. Guadalajara, Imp. del Suc. de A. Concha]. Ambas aparecen citadas en nuestro “Catálogo de piezas menores religiosas (I)”, Wad-Al-Hayara, 4.

(10) GARCÍA PERDICES, Cual Aurora Naciente, op. cit., p. 67.

(11) Idem., p. 70.

(12) Idem., pp. 76-77.

(13) Idem., p. 93.

(14) Idem., pp. 120-121.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El nacimiento de muchas advocaciones marianas

La verdad es que el tema de la mariología es muy interesante, pero, la verdad sea dicha, llevamos ya siete artículos publicados sobre el tema y todavía no hemos dicho por qué ni cómo surgió la idea de los aparecimientos, encuentros y hallazgos, aunque todavía nos es tarde y trataremos de ofrecer una breve introducción.

Para ello nos serviremos de lo escrito por Joaquín Jimeno Casalduero, en su libro Estructura y diseño en la Literatura Castellana Medieval: “Cuando en 1095 recomienda Urbano II la conquista de Tierra Santa, apoya sus razonamientos en una serie de promesas; promesas de índole espiritual por una parte (el perdón de los pecados y la bienaventuranza futura) y de índole material, por otra (un nuevo paraíso que enriquecería a los desheredados y que consolaría a los afligidos). Las promesas del pontífice se fortalecieron con las aún más seductoras de Pedro el Ermitaño. No es de extrañar, así, ni el carácter popular de la primera cruzada, ni de la generosidad con que participaron en ella las clases campesinas.

Tal fue el aumento de vaticinios que las crónicas los incorporan a partir de entonces; intervienen en éstas santos, ángeles y difuntos, para animar a los guerreros con sus palabras, para sostenerles en la incertidumbre de la lucha, para afirmar después de la victoria la exactitud de los pronósticos”.

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El año 844 marca la fecha de la Batalla de Clavijo, en la que, según algunos verá historiadores, apareció el Apóstol Santiago como guerrero ayudando a las tropas de Ramiro I, rey de Asturias, que luchaba contra los musulmanes.

En realidad, las noticias de los historiadores no concuerdan, así como tampoco el lugar de la batalla, que al parecer no fue Clavijo, sino Albelda. Pero el hecho importante fue tal vez la creación de un “lugar común” que, a lo largo de la Historia, sobre todo la medieval, se verá frecuentemente repetido, en lugares muy distintos e incluso alejados entre sí, aunque con pequeñas variaciones en la mayoría de los casos.

Conviene, no obstante, desde un principio, destacar algunas notas envolventes y ciertamente misteriosas que siempre, o casi siempre, acompañan a este tipo de manifestaciones histórico-religiosas. Se trata de la aparición del Apóstol montado a caballo, enarbolando una bandera blanca sobre la que destaca unan cruz roja y, finalmente, el triunfo de las tropas cristianas: el llamado “caballero resplandeciente” que nace gracias a un afán de tipo político, como en casi todos estos casos, de los reyes cristianos y la Iglesia, que en determinados momentos o fechas, han de luchar contra un enemigo superior al de ellos.

Mahoma comprobó, con amplia visión estratégica, que un ejército en lucha sin un ideal por el que luchar -y, por lo tanto, sin unión- es más fácil de aniquilar, que otro perfectamente arengado por ese ideal. De ahí que para los mahometanos exista la creencia, la fe ciega en un solo dios, Allah, que se comunica con los humanos a través de un emisario, un profeta: Mahoma. Idea de la que nacerá la prescripción de luchar contra el enemigo continuadamente, convirtiendo a la guerra en santa, en la que el guerrero muerto en combate ascenderá a un paraíso lleno de delicias materiales que en la vida terrena de estaban totalmente vedadas. Lo propio sucederá entre los cristianos con la “Santa Cruzada”.

Estas notas servirán para unir un pueblo y disponerlo para el combate, contra otro que se considera enemigo.

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Grosso modo, el solar ibérico se encuentra disgregado en pequeñas parcelas gobernadas frecuentemente por señores feudales. Su conquista por parte de los enemigos es fácil, por lo que poco a poco van pasando a su poder. Posteriormente, el avance se detiene al  quedar solamente el reducido núcleo asturiano. Surgen entonces la necesidad de recuperar el terreno perdido y para ello hace falta un ideal fijo, algo nuevo que mueva a los cristianos a su unión, tan necesaria para luchas contra el invasor. Pero la individualidad de los nobles hace que esta tarea sea excesivamente lenta. Se tardará casi ocho siglos en su expulsión, en unos lugares menos, en otros, más. Después, los terrenos recuperados se irán ensanchando hasta la expulsión definitiva de los musulmanes tras la toma y conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos.

Lo que más nos interesa en estos momentos es saber qué idea fue la que motivó al pueblo cristiano a su unión. Es corriente encontrar datos aislados que hablan de milagros, de apariciones, de victorias contra el moro en momentos difíciles, en ocasiones en que el número de enemigos es muy superior al de los cristianos. Notas que aparecen en crónicas y romances y que han llegado hasta nosotros a través de manifestaciones recogidas por la tradición popular local en muchos casos, en especial la de carácter religioso.

Vamos, pues, a ocuparnos de localizar estos “lugares comunes”, refiriéndolos a la actual provincia de Guadalajara.

Como hemos visto más arriba, así como los moros tienen su fe puesta en el logro de un paraíso futuro, en la Guerra Santa, algunos reyes cristianos se dan cuenta de que tienen que tener en sus manos un móvil que haga despertar las conciencias adormecidas de sus ejércitos, con el fi n de lograr una tierra en la que madure la semilla predicada por Cristo. Nacen en estos tiempos de belicosidad manifiesta muchas apariciones marianas, generalmente cuando nuevas tierras han sido reconquistadas y colonizadas o repobladas por cristianos llegados de otros lugares, no conquistados o recobrados con anterioridad.

Es el nacimiento de una idea contramusulmana que, a su vez, dará paso a toda una larga serie de advocaciones.

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