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Un reglamento que se queda corto

Lo de la suspensión del encierro por el campo en Illana es una de esas cosas que tienen difícil explicación. El alcalde de la localidad, el popular Francisco Javier Pérez, justificaba la decisión de suspender el encierro porque a su pueblo iban a ir doce guardias civiles y un helicóptero a ver cómo se desarrollaba el evento.  El alcalde se mostró muy enfadado y dice no entender cómo en su pueblo van tantos guardias civiles a vigilar el encierro y en otros de la provincia sólo van dos. Dice que es “desmesurado, desproporcionado y arbitrario”.  El primer edil intentó dar todo tipo de explicaciones pero ninguna de ellas ha servido para entender por qué un alcalde en vez de estar satisfecho con la presencia de las fuerzas del orden, las considera un estorbo. Todo hace pensar, aunque el alcalde lo niega rotundamente, que en el encierro se pueden producir situaciones de acoso a los toros que pueden acabar en denuncias y multas a los vecinos. De hecho él reconoce que tanta presencia de Guardia Civil puede tener ese efecto.

El nuevo reglamento taurino aprobado hace menos de un año ha traído muchos cambios en los encierros: más médicos y ambulancias, seguros más costosos, prohibición de quads, motos y tractores; pero se ha dejado por el camino controlar una de las cuestiones más fundamentales en los encierros por el campo: la presencia de coches “autorizados”. Se supone que son coches que ayudan en la organización del encierro, pero en muchas ocasiones no es así.

Según la normativa hay un número de coches mínimos que pueden estar en el encierro, pero no hay un tope de máximos.  Esto hace que cada ayuntamiento pueda autorizar el número de coches que considere conveniente. En un principio se pueden inscribir 10 ó 15 pero hasta el día del encierro cada ayuntamiento sigue dando autorizaciones porque no hay límite. En muchos pueblos se autoriza a todos los vecinos que lo solicitan. De hecho está bastante extendida la idea de que si pagas fiesta tienes todo el derecho a ir con tu coche al encierro. Y eso es lo que debe cambiar, pero la Junta una vez abierto el melón no se atrevió a dar el paso.

De hecho un grupo de empresarios y expertos taurinos de Guadalajara presentó una alegación pidiendo que se fijase un número máximo de coches autorizados por cada res, pero el gobierno regional hizo oídos sordos. Quizá porque este punto iba a ser todavía más polémico y antipopular que lo de aumentar los médicos o encarecer los seguros.

Guadalajara es una de las provincias que tienen más arraiga la tradición taurina, pero los amantes de los toros deberían empezar a entender que lo principal, por encima de divertirse, es tratar bien a las reses. Y para vigilar que no haya excesos está la Guardia Civil, agentes que, según reconocen muchos alcaldes, suelen tener bastante aguante, (a veces demasiado) antes de empezar a poner multas.

La verdadera preocupación no debe ser que vengan muchos guardias civiles sino que los casos de acoso y maltrato a los toros no existan. No hay más que echar un vistazo a los vídeos que se cuelgan en YouTube sobre encierros en la provincia, (esos que dan gasolina a los ecologistas), para ver que es una triste realidad.

Aseguran los expertos taurinos de Guadalajara que en Toledo no entienden la cultura taurina de la provincia y que legislan sin saber y que, al final, se van a cargar nuestras costumbres.  Quizá tengan razón, pero con espectáculos que acorralan y maltratan al toro no hacemos más que echar mierda y poner en duda el valor de nuestras tradiciones.

 

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