Archive for diciembre, 2013

Confío en usted…No me deje mal

Les confieso que andaba un tanto mosqueado ante la falta de noticias sobre la marcha del convenio sanitario con Madrid. Sé que es un asunto que no es noticia regional, porque afecta fundamentalmente a Guadalajara, y en Toledo están encantados con que les mejoren y construyan nuevos hospitales, y que seamos los de “provincias” los que tengamos que ir allá a pasar consulta o internamiento. Así funciona esté neocentralismo autonómico de nueva cuña.

Por ello respiré cuando escuché a José Ignacio Echániz decir que  los trabajos “van bien” y que esperaba que “el año que viene” pueda dar buenas noticias. Estas palabras puestas en boca de otro político no tendrían para mi ningún valor, pero incluso los más críticos con Echániz deberían reconocerle una cosa: no es de los que van por ahí mareando la perdiz, es sincero y no se calla ni debajo del agua, aunque luego le pongan a escurrir. Por eso es el mejor consejero que pudo encontrar Cospedal para acometer una reforma del sistema público, que estaba en quiebra y no lo podíamos pagar. Y por eso también es la persona más indicada para cerrar un acuerdo que “no es fácil”, lo reconozco, como tampoco lo fue incluir por Ley a Guadalajara en la Universidad de Alcalá, y lo buenos políticos que tuvo Guadalajara en la Transición lo consiguieron. ¿Quién mejor que Echániz para negociarlo, que fue consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y ahora lo es de Castilla-La Mancha?

Según explicó a la prensa el consejero, ahora toca  identificar qué actividades sanitarias tiene sentido que formen parte de la actividad prestada en la comunidad de Madrid, contando con los profesionales quienes les deben identificar las patologías y el número de procesos.  Yo solo digo una cosa: cualquier patología que no se pueda tratar en Guadalajara se convierte en una patología turística si el paciente y su santa familia pasan de largo por los hospitales de Madrid, como lo hicieron en el pasado ejercicio anual 100 pacientes en estado crítico, que felizmente no se debieron de enterar de la magnífica organización sanitaria que tenemos montada en este país tan descentralizado y tan autonómico que ha alejado la sanidad en provincias como la de Guadalajara.

La segunda parte es que Echániz tiene que trabajar con la administración madrileña para valorar los costes y las formas de pago. Porque esto lo tiene que pagar CLM, que es donde tributamos.  Y para identificar qué centros serían de referencia para el Hospital de Guadalajara, un asunto que teníamos medianamente resuelto los de Guadalajara con el oprobioso centralismo.

En sus manos se lo dejo, estimado consejero. Confío en usted, pero se lo ruego: no me deje mal. Porque entonces no tendría más remedio que preguntarle. Si el servicio más importante  que me puede dar la comunidad autónoma es la salud, y por su culpa me lo alejan: ¿Para qué demonios me sirve a  mí y al paisanaje esta autonomía?

No es un tema fácil, ya lo sé, pero para Guadalajara es  como si se tratase de  la Constitución o de la mismísima unidad de España.

Esto es lo que hay, don Iñaki. Suerte.

Líderes morales, no solo gestores

Personalmente me encuentro entre los españolitos que aceptan que el gobierno de Rajoy no tenía más remedio que acometer antipáticas reformas para que el país no cayera en la bancarrota –otro debate es cómo las ha hecho y si se ha pasado o se ha quedado corto– , y que quiere creer que lo peor de la crisis empieza a pasar. Pero inmediatamente me doy cuenta de que debo ser un optimista impenitente, porque la sensación que encuentro en la calle cuando hablas con amigos, conocidos y transeúntes es de un pesimismo generalizado, que francamente no tengo ni idea de cómo se puede traducir en clave electoral. A día den hoy, la abstención ganaría por goleada.

No me extraña por tanto que la opinión mayoritaria en la última encuesta que ha realizado GD –no es científica, como todas las que se hacen en los digitales, pero yo no las despreciaría— es que un 81% de los que han participado en ella – un total de 174— creen que “evidentemente vamos a peor”. Tremendo.

La mayoría de los datos macroeconómicos nos indican que los indicadores empiezan a mejorar
. Se ha reducido el déficit público y se está cumpliendo con el Plan de Estabilidad, han mejorado las exportaciones, la balanza por cuenta corriente, se ha detenido la degradación del sistema financiero, por primera vez desde 2008 se ha frenado el hundimiento del precio de la vivienda y también por primera desde 2009 vamos camino se cerrar el 2013 con una caída del paro, algo que parecía impensable en un país que históricamente necesitaba crecer por encima del 4% del PIB para crear empleo. El corolario de estos signos positivos es la subida de la bolsa, que como bien sabemos es un termómetro de lo que los mercados creen que está por llegar. Por eso se dice que hay que comprar con los rumores y vender con las noticias.

Hechos son hechos, y estos los son. Indudablemente. ¿Por qué entonces este pesimismo? Porque el ciudadano corriente no vive y come de la macroeconomía y de las grandes cifras, sino de lo que siente y palpa, es decir, la microeconomía. Y lo que le llega es lo siguiente: Que los pisos habrán bajado –más de un 50% en Guadalajara-, pero ni tienen un empleo estable para meterse en una hipoteca ni los bancos se la darían. Que el paro habrá caído por primera vez desde 2009, pero todavía quedan 4.808.908 desempleados haciendo cola en las oficinas del Inem y la calidad del empleo que se crea es tan precario que el 40% de los contratos realizados en 2013 lo eran por menos de 1 mes. Esto es lo que hay. Si alguien cree que con este panorama la reactivación del consumo es una realidad porque el personal haya salido en masa a montañas, playas, tiendas y centros comerciales aprovechando el puente de la Inmaculada, creo que se equivoca.

Zapatero, un buen hombre que careció de valor y de conocimiento para ver lo que se nos venía encima, ha publicado un libro muy interesante en el que aporta algunas claves que valen también para entender lo que está haciendo Rajoy. Aunque algunos pasajes suenan a autoexcusa, comprobamos en el libro hasta qué punto está condicionada la política de un país de la Unión por la política estratégica general, que marca el Banco Central Europeo y sobre todo Alemania, y como es imposible resistirse a ella cuando las cosas vienen mal dadas. Paradojas de la vida, el comportamiento más patriótico de Zapatero se produce cuando aceptó como inevitables los recortes en el segundo tramo de su legislatura, porque sabía que de lo contrario la prima de España se habría disparado hasta el infinito, con ella la financiación del país y el final habría sido el default, la intervención y la bancarrota para tres generaciones.

Los incumplimientos de las promesa electorales de Peter Pan Zapatero no es diferente a lo que ha hecho Rajoy –o Román en Guadalajara– con las subidas de impuestos y los recortes sociales que ha implementado en los dos primeros años de legislatura. España no podía seguir generando más y más déficit, si quería seguir pagando las pensiones y las nóminas a sus funcionarios, aceptó una reforma laboral en la línea de lo que se le exigía desde Frankfort –no quiso con buen criterio suprimir el salario mínimo y generalizar el llamado contrato de crisis, que no generaría derecho laborales–, pero no se ha tomado un minuto en explicar cuál es la hoja de ruta y sobre todo decir la verdad a los españoles. No vale solo con gestionar, también hay que liderar, como cuando Churchill salió al balcón de palacio para pedir a los británicos sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo. En este país de milagros todavía hay gente que piensa que las cosas se pueden solucionar dando patadas a las urnas y echando por la borda la democracia social-liberal. En esto falla Rajoy, como Rubalcaba, que solo ven lo que tienen delante de las narices, y se resisten a decir a los españoles la verdad. Que más tarde o más temprano habrá que llegar a un pacto entre los dos grandes partidos para salvar en lo posible el sistema público de pensiones y el Estado del Bienestar, pero con reformas, porque de lo contrario –como se ingresa menos de lo que se gasta- saltará por los aires, ya que no se puede seguir haciendo como este año: tirar de las reservas de la seguridad social para pegar pensiones y prestaciones.

Voté «sí» a esta Constitución e hice propaganda pública por ella en una provincia donde el “no” tenía gran visibilidad. Pero no tengo ninguna duda de que la culminación de esas reformas imprescindibles, que deben incluir nuestro ineficiente modelo autonómico, exige de nuevos pactos entre las dos fuerzas mayoritarias que necesariamente deben llegar a su reforma, para abordar con seriedad cuestiones como la amenaza secesionista a la que hay que dar una solución democrática desde la unidad. En cambio, me da miedo que el sectarismo y la miopía de la actual clase política, la peor desde la Transición, acaben por precipitar a la nación por el tobogán del populismo y la radicalidad.

En España todo se decide a 4 años vista, y en clave de vete tú para ponerme yo, y no nos damos cuenta de que el mundo ha cambiado como no lo hacía desde la II Guerra Mundial y los desafíos son enormes. Es tiempo de pactos y de líderes morales, como Mandela, no solo gestores, profesionales de la política y el trapicheo.

Esto es lo que hay.

Una aportación crítica al bicentenario de la Diputación

En los últimos días, cualificados portavoces de la izquierda han cargado contra las diputaciones provinciales aprovechando el borrón que ha echado la de Guadalajara al situarse como la menos transparente de las 45 existentes en España, a juicio de la la asociación privada Transparencia Internacional, entre cuyos directivos está Antonio Garrigues Walkers, así que no es una panda de rojos propagandistas.

Cortes_de_cadizNo es objeto de este artículo entrar en el detalle sobre los criterios que establece la citada asociación para establecer esa valoración, aunque algunas reacciones dan pie a alguna reflexión. Por parte del equipo de Gobierno, les ha faltado deportividad y autocrítica para aceptar el diagnóstico, porque se ha limitado a negar la mayor, descalificando el estudio en cuestión, como los malos estudiantes, en lugar de analizarlo a fondo y comprometerse públicamente en mejorar para la próxima evaluación. Este equipo de Gobierno que preside la señora Guarinos necesita un programa de refuerzo a lo Abriendo Caminos en materia de transparencia, y empeñarse algo más en los contenidos que ofrece en su página web — en lugar de perseguir fantasmas y castigar al mensajero–, en esa loable línea de estimular el trabajo y el esfuerzo que nos reclama el despellejado ministro Wert, un tipo de buenas intenciones pero impolítico en la negociación.

Y luego está la oposición. En casi cuarenta años de periodismo y de padecer la soberbia del poder de turno, cuanto más absoluto más soberbio, jamás he encontrado a político alguno que despotrique de las diputaciones cuando les toca gobernarlas; todos lo hacen cuando las pierden. Pero lo peor de todo es que cuando llegan al gobierno central no hacen absolutamente nada para reformarlas y hacerlas más democráticas, por lo que ese discurso falsario queda para cuando pasan a la oposición. Como sucede ahora en Guadalajara.

He leído declaraciones tanto del diputado de Izquierda Unida, Francisco Riaño, como del secretario provincial del PSOE, Pablo Bellido, que vienen a decir lo mismo: como las diputaciones son poco transparentes y democráticas, tienen que ir cediendo poderes a otras instituciones y finalmente desaparecer.

Pues bien, como yo no me presento a las elecciones, insisto en lo que llevo escribiendo desde hace lustros. Las diputaciones son necesarias, y en una provincia con más de doscientos mini-ayuntamientos, como la de Guadalajara, todavía lo son más. ¿Qué pasaría si desaparece la Diputación? Que sus competencias de asistencia al municipio deberían trasladarse a otra institución. ¿Delegarlas en los ayuntamientos? Imposible, salvo para los municipios con más de 50.000 habitantes. La única solución sería por tanto trasladarlas a las autonomías, engordar todavía más su burocracia y alejar más el poder de decisión desde las provincias al Toledo de turno. ¿Es eso lo que quieren los portavoces de la izquierda provincial?

El caso de la contaminación del agua en Hiendelaencina ha demostrado que los pequeños ayuntamientos necesitan de instituciones para resolver sus problemas. Y que cuando las relaciones no funcionan, por culpa de la política sectaria, pues las soluciones se atascan.

Soy partidario por tanto de no seguir alimentando el monstruo autonómico con más funcionarios –en CLM tenemos 50.000 empleados públicos– y nuevas competencias, y de que las diputaciones tengan un papel destacado como garante de los servicios hacia los pequeños ayuntamientos, en la línea que va la reforma del Gobierno, pero eso exige además una reforma de las propias diputaciones. Los citados portavoces de la izquierda provincial dicen que las diputaciones tienen déficit democrático, es cierto, y no hablemos del talante, pero el problema no está en la institución, como tal, ese ayuntamiento de ayuntamientos para la asistencia a los municipios, la falla está en que el procedimiento de elección de las diputaciones no es democrático, aunque la institución sea democrática, porque emana de la Constitución misma.

No se puede fortalecer el papel de las diputaciones provinciales sin reformar al mismo tiempo su mecanismo de elección
, que no es que las haga opacas per se, sino que las convierte en clandestinas. El ciudadano ignora por completo cómo se elige a la diputación, pero es que si llegara a saberlo le parecería perverso. Porque habrá electores que quieran votar a Román para alcalde de Guadalajara, pero no al mismo tiempo a Guarinos como presidenta de la Diputación. O a la inversa; que quiere que Guarinos sea la presidenta, pero tiene otro candidato preferido como alcalde.

Pues bien, la mayoría de la gente desconoce que los votos a las candidaturas municipales sirven para elegir a los diputados provinciales de distrito sin que el elector tenga arte o parte en la constitución de la Diputación si no es de forma indirecta. Son los partidos los que ponen al presidente/a y a los diputados; y punto pelota. El elector no pinta ni copas, hasta el punto de que las elecciones locales se celebran muchas veces sin que los partidos de turno hayan designado un candidato previo a la presidencia de la Diputación, como si esto fuera la Cuba de Fidel Castro o la España de Primo de Rivera.

Ahora que se cumple el bicentenario de la creación de la Diputación de Guadalajara con Molina sigo pensando que las diputaciones son un buen invento que nos legó la administración napoleónica –es una lástima que no copiáramos también otras cosas de su modelo territorial—y que tienen unas plantillas de funcionarios, normalmente eficientes y muy preparados. Otra cosa es que les den el trabajo adecuado. No hay que mandarlos a todos a Toledo para que Guadalajara funcione.

Lo que hay que hacer es democratizar la institución y reverdecer los antiguos ideales de la revolución liberal que las creó en el Cádiz de 1812.

Háganse elecciones directas a las diputaciones, con urna aparte y candidaturas diferenciadas. Y ganen sus diputados la representación de la que ahora carecen.

Con ello su presidente/a y diputados provinciales tendrían además una mayor autonomía de acción, ya que su cargo sería electo y directo.

Ahora no dejan de ser unos meros delegados del partido de turno, perfectamente intercambiables, que no deben el puesto al ciudadano, como sucede en el caso de los alcaldes, sino al aparato del partido ya sea provincial-para los diputados- o regional –en la elección del presidente-.

El modelo de las diputaciones no es malo. Pero o se reforman y se democratizan o desde luego que desaparecerán en poco tiempo.

Esto es lo que hay.

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