El difícil equilibrio de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez acaba de declarar que sería un fracaso no ganar las elecciones. Y lo hace cuando la percepción más extendida nos habla de que Sánchez, en realidad, a lo más que aspira es a ser segundo y que una afortunada ecuación –que no predicen las encuestas—le lleve luego a La Moncloa. ¿Por qué Sánchez echa este órdago, que le llevaría directamente a su dimisión de fracasar en su empeño?

Porque Sánchez está muy preocupado por cómo les están saliendo las cosas en esta primera semana de campaña, al haber comprobado que el Partido Socialista está perdiendo el voto útil, que siempre le reportó decenas de diputados extras. Sucede que mientras el PP sólo puede perder votos por el centro al no competir  con una fuerza de derecha potente, como les sucede a los republicanos en Francia, Sánchez está comprobando que se le están yendo votantes a la derecha e izquierda de su espectro.  Los pactos municipales y autonómicos dieron poder al PSOE  en algunas comunidades –por ejemplo, Castilla-La Mancha–, pero lo que se ha visibilizado es que abrieron la puerta sin nada a cambio al populismo en ciudades de gran impacto mediático. Pongamos que hablo de Madrid. Esto le ha hecho al PSOE perder una posición central entre el electorado moderado, que por primera vez tiene una alternativa  que no sea el PP. Y Rivera, con su mensaje socialliberal, aunque tenga un partido por hacer, es un cartel atractivo, y útil. Es más, es el único cuyo recorrido está más allá del 20-D.

sanchez-guadalajara-grupoPero la sangría de Sánchez también viene por la izquierda. Podemos ha aclarado muy pocas cosas en esta campaña, no sabemos si el socialdemócrata o marxista, carne o pescado, pero tiene un líder con atractivo para los jóvenes, y al que no le identifican con el comunismo rancio de la izquierda. Aunque el PSOE se ha movido en su mensaje programático hacia posiciones que ocupa Podemos, y ha jugado a ser Podemos,  no ha conseguido despegarse de la pesada carga que le dejó el gobierno de Zapatero en la gestión social de la crisis, y sigue teniendo un problema de credibilidad en esos predios. Tal es así que en las grandes ciudades el PSOE aparece en las encuestas como tercero y cuarto partido en preferencia, por todo lo anterior.

A Sánchez tampoco le han ido bien los debates.  En el organizado por El País, entre Rivera e Iglesias le hicieron un sandwicht  y se le merendaron como representante de la vieja política, que frente a los líderes sin pasado es simplemente política…  Y mientras tanto, Rajoy fumándose un puro en Doñana y sin sufrir desgaste alguno. En el debate a cuatro mejoró Sánchez, aprovechando que sus rivales emergentes ya que no le pudieron arrinconar contra la pared. Y Rajoy, tan pancho, viendo como Soraya le hacía con eficacia el trabajo.

A Sánchez le queda una última oportunidad en el debate a dos con Rajoy y en el que tiene que demostrar que es él el aspirante, y no Rivera, ni Iglesias. Un debate en el que tenemos la duda si Rajoy querrá hacer sangre con su rival herido, o si opta por la indulgencia, sabiendo que el PP, con quien realmente se está jugando los  últimos  votos es más con Ciudadanos que con el PSOE. Aunque la Ley D’Hondt es muy caprichosa.  Sánchez tendrá que hacer algo más que jugar al frente antipepé,  y  prometer que acabará con las principales leyes que Rajoy ha aprobado en su legislatura (reforma laboral, Lomce, Seguridad Ciudadana…), y definir de una vez por todas una alternativa de gobierno que le diferencie del potaje que se cocina a su izquierda, donde cualquier gasto es posible, porque nadie se preocupa en  explicar quién lo va a pagar. Que se lo pregunte a Felipe González cómo se hace, porque viendo las encuestas en las grandes urbes, Sánchez se la juega en Castilla, Extremadura y Andalucía. Si en la España profunda fracasa, hasta las encuestas más adversas, que yo ahora cojo con pinzas,  podrían acertar.  Estos es lo que hay,  don Pedro

P.D. Hasta el jueves no se encendió la iluminación navideña en Guadalajara. ¿No habría sido mejor adelantarla una semana y haber aprovechado el puente de la Inmaculada, que en ciudades como Madrid se ha convertido en los días de mayores ventas del año? Sí, es verdad, que en  el citado puente fueron muy escasos los comercios que abrieron en Guadalajara. Pero esto es la pescadilla que se muerde la cola: el Ayuntamiento no enciende la iluminación en el puente,  porque hay muy pocos comercios en el centro que la aprovechan.  Y los comercios no se animan a abrir porque la Navidad no llega  al casco comercial de la ciudad hasta el día 10 de diciembre. Sería cosa de hablarlo, entre todos; supongo. ¡Quién le iba a decir al tío Isidoro, el del Corte Inglés, hace muy pocos años,  que se iba a facturar a primeros de diciembre más que a final de año! Pues eso, si el Black Friday funcionó en Guadalajara, y mira que es impostado, por qué no se podría aprovechar también un puente que ha sido de oro, apenas a veinticinco kilómetros, en una comunidad dinámica, como es la madrileña, que hace tiempo demostró que las restricciones al libre comercio son cosas del pasado, y del intervencionismo más rancio.

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