“El lunes último comenzaron a funcionar las máquinas de esta fábrica, tanto las de los talleres de carpintería como las de fabricación de útiles, que soberbiamente montadas trabajan con motores eléctricos movidos por la fuerza suministrada por la Eléctrica de Guadalajara”
Con estos términos daba cuenta el semanario Flores y Abejas (16 de junio de 1918) del arranque de las actividades de la Hispano, S.A. Fábrica de Automóviles y Material de Guerra, un proyecto que se había puesto en marcha dos años atrás y que sería el principal motor económico de Guadalajara y de su entorno hasta la Guerra Civil. El cierre de la industria tras la contienda por una decisión política del gobierno de Franco supuso la ruina para una ciudad de la que no se recuperó hasta los años setenta, con los polígonos de Descongestión de Madrid.
La iniciativa de ubicar la fábrica en Guadalajara partía de la corona y de su consejo de ministros, allí donde tenía un papel relevante el conde de Romanones, diputado por Guadalajara, quien fue capaz de convencer a Daniel Mateu, presidente de La Hispano-Suiza, para implantar en la ciudad una factoría dedicada a la fabricación de automóviles y camiones ligeros, material de guerra, motores de automovilismo y de aviación, y aeroplanos.
Para una ciudad como Guadalajara, huérfana de industria, y con menos de 20.000 habitantes, una fábrica puntera como La Hispano supuso todo una revolución mayor a lo que en tiempos más recientes sería la Seat para Barcelona, Renault para Valladolid-Palencia o Citrôen en Vigo. Y la decisión de trasladarla tras la Guerra una tragedia social de la que tardó más de 30 años en recuperarse. En la actualidad, solo la estructura en ruinas de lo que fue la fachada de su edificio principal ha quedado como testigo de aquellos tiempos gloriosos en que Guadalajara fue una de las ciudades más avanzadas en la industria de la automoción y la aviación.
El Patronato Municipal de Cultura, que ya en 2011 hizo una gran exposición sobre la Hispano, ha querido rendir homenaje por la efemérides en el Museo Franciscco Sobrino. Allí podemos encontrar el Hispano-514, un automóvil que es propiedad del Patronato de Cultura, tres vitrinas con docuentación original y varios paneles con los modelos de coches y aviones que se hicieron en la fábrica entre 1916 y 1936. Terminada la guerra, allá por 1943 nació La Hispano de Aviación S.A., una sociedad participada al cincuenta por ciento por La Hispano-Suiza y el Estado Español, que ya tendría su base de producción en Sevilla, y a la que se trasladaron parte de los obreros y especialistas que habían trabajado en la fábrica de Guadalajara.
Con Pedro J. Pradillo, técnico del patrimonio del Ayuntamiento, y comisario de las dos exposiciones sobre la Hispano mantuvimos la siguiente entrevista.
-La Hispano cumple cien años y lo primero que hemos hecho es llevar el coche de 1931 que tenemos a talleres para intentar recuperarlo y que pueda ser utilizado por la ciudad cuando sea conveniente y lo decida el protocolo. El motor está fisurado desde antiguo, se hizo una reparación, pero hoy en día no nos da garantías para poder circular con él. El motor se hizo en Italia y el resto del montaje en Guadalajara. Hemos localizado un motor en Italia que nos cuesta unos 3.500 euros y estamos negociando su compra. La idea era fabricar unos 2.000 vehículos al año en Guadalajara, lo que nos habría convertido en uno de los principales centros de producción de Europa.
-¿Y qué pasó?
-Que llega la República y hay problemas arancelarios para seguir importando motores desde la Italia de Mussolini, se deja de fabricar el coche y de repente la industra se cierra. Hay grandes movilizaciones obreras, el Ayuntamiento promueve obra pública en la ciudad para poder emplear a los trabajadores despedidos y luego tenemos la suerte de que se empieza a construir la sucursal del Banco de España, que va a absorber un gran número de mano de obra. Lo que sí sigue funcionando es la fábrica de aviones de La Hispano-Suiza y según van empezando los pedidos del Niuport-52 y del Hispano E-30 se va empleando otra vez a más gente.
-¿Cómo son los orígenes de La Hispano?
-En 1914 estalla la Gran Guerra, y aunque España se declara neutral intenta aprovechar esas sinergias para situarse como una potencia de producción de material de guerra. Pero al final se tarda mucho en arrancar, empieza en junio de 1918 y un año después finaliza la guerra en Europa con lo cual los productos de Guadalajara no llegan a entrar en el mercado bélico. El Conde de Romanones lo trae a Guadalajara, porque es su electorado y él es el presidente del Consejo de Ministros.
Una potencia económica para Guadalajara
-¿Qué supuso la Hispano para Guadalajara?
-Hasta ese momento no había industria. Había un poso con la Aerostación Militar desde 1896 y la Maestranza de Ingenieros, donde hay una serie de profesionales valiosos en torno, forja, ajuste o fundición, que se incorporan a las cadenas de montaje de La Hispano. El que esté la Aerostación en Guadalajara permite que la división aeronáutica de La Hispano cuente con trabajadores y los ingenieros de la Academia, que estaban revolucionando con sus avances la conquista del espacio aéreo.
-¿A cuántos trabajadores llegó a incorporar La Hispano en Guadalajara?
-Un par de miles. Para una ciudad con 15.000 o 16.000 habitantes, La Hispano fue toda una potencia económica, porque además había muchas empresas auxiliares que trabajaban para ella.
-Con lo cual su desaparición supuso el declive industrial de la ciudad.
-Fue el caos absoluto. Termina la Guerra Civil, todo el mundo espera que la fábrica se ponga en marcha, pero el gobierno franquista en 1943 decide que toda esa riqueza se desarrolle en Sevilla. Guadalajara se queda totalmente perpleja. No vuelve tampoco la Academia de Ingenieros, que era otra de las expectativas, y la crisis dura hasta que se declara Polígono de Descengestión de Madrid y en 1960 empieza el polígono del Henares.
“El Caudillo a Guadalajara no va a ir nunca porque allí de cada cinco cuatro son rojos y uno dudoso; luego no esperéis nada”.
-A Sevilla se llevan lo que queda.
-Se llevan la fábrica de aviones, que es lo único que quedaba, y los obreros especializados. De hecho, gran parte de los obreros de Guadalajara emigran a Sevilla para buscar el sustento de sus familias.
-¿Hubo algún intento de recuperar la actividad?
-Nada más acabar la guerra, los propietarios de La Hispano tenían la idea de seguir y de hecho Aurelio Botella hace un proyecto arquitectónico de recuperación de las instalaciones. Pero en ese itineri viene el parque de Automovilismo donde se van a arreglar los vehículos deteriorados en la guerra, un pequeño taller de Renfe para arreglar vagones, pero La Hispano, la gran industria de la ciudad, se va a Sevilla.
-¿Fue una decisión política, tal vez para castigar a Guadalajara, por su posición en la guerra?
-Ya sabes que cuando la Comisión Gestora municipal, una vez acabada la Guerra, va a Alcalá de Henares a reunirse con los militares que han pasado por la Academia de Ingenieros y les preguntan que cuándo va a venir el Caudillo [Franco] a Guadalajara, el general García Pruneda responde: “El Caudillo a Guadalajara no va a ir nunca porque alli de cada cinco cuatro son rojos y uno dudoso; luego no esperéis nada”. Y así cayó la noche sobre Guadalajara hasta practicamente los años setenta en que la ciudad empieza despertar.
La última oportunidad perdida
-Y así, lo único que queda de La Hispano es el coche que muestran en la exposición y las ruinas del edificio principal. ¿Verán nuestros ojos alguna solución?
-Dios lo quiera. En 1998 se aprueba un plan especial para esos polígonos en los que se permite la destrucción de esos inmuebles menos el edificio administrativo, que es practicamente lo que queda. En marzo de 2017, el pleno tomó el acuerdo de elevar una petición a la consejería de Cultura para que lo declarara Bien de Interés Cultural o lo protegiera de alguna manera. Hoy, todavía, seguimos esperando, pero lo más importante sería que mañana, hoy mismo, el Equipo de Gobierno anunciara que tiene un convenio con una empresa para instalarse en aquel lugar, que respetara lo poco que queda y fuera otro exponente de empleo para la ciudad.
-Llegó a haber un intento para hacer allí un Museo del Automóvil en la época de Alique.
-Fueron rechazados. El ministerio de Cultura ofreció a la ciudad que comprara La Hispano, como se hizo con la biblioteca de Dávalos, en que el Ayuntamiento compró el palacio en ruinas y lo cedió al Estado, para reconstruirlo. Esa misma oferta se hizo para las naves de La Hispano, que entonces estaba mejor que ahora, pero el Ayuntamiento no aceptó tal propuesta. Y toda la inversión que debía haber hecho el Ministerio se fue a Salamanca y a su museo; y Guadalajara sigue teniendo las naves abandonadas.