Premiada por su labor de casi medio siglo en el “Maestra Plácida” de Azuqueca
En Azuqueca a María Luisa San Vicente Leoncio todos la conocen como Luisi Leoncio, “la Luisi”. Hace más de 46 años que saca brillo a las mesas y sillas, a las pizarras, las aulas y los pasillos donde se han educado miles de azudenses. Pasó por el Virgen de la Soledad y La Paz, pero la gran mayoría de su vida profesional ha discurrido, y continúa haciéndolo, en el “Maestra Plácida”.
El pasado viernes, en Valdepeñas, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha le entregó uno de los Premios del Día de la Enseñanza. Destacaba así “su labor minuciosa y su preocupación constante por el bienestar de todos en el centro, donde ha creado un entorno acogedor para estudiantes y profesores”
He quedado con ella en uno de sus bares favoritos, el Medina, en el barrio de Las Doscientas. Al entrar, un compañero del Ayuntamiento le saluda “Enhorabuena, te mereces esto y mucho más, ¡con lo que tú has pasado!”. Terminan dándose un abrazo.
Es que la suya es una historia de superación y de lucha, en el plano personal y sindical. De sí misma dice que solo sabe trabajar, que no le gustan las injusticias y que es un punto terca “aunque ya estoy aprendiendo que tengo que escuchar un poco, porque no hago más que hablar…”
La Luisi nos cuenta sus inicios laborales, las dolorosas circunstancias personales, la pérdida de familiares, las maratonianas jornadas de trabajo a las que tuvo que enfrentarse en algunas épocas.
Se le arruga el gesto ligeramente al tocar esos temas, pero se le ilumina al entrar en harina y hablar del colegio y los niños. “Son mi alegría, me encanta trabajar, me encanta limpiar y estar con mis niños porque, ¿sabes? yo no solo limpio…”
Su teléfono
A la Luisi le han premiado, lo decíamos antes, por trabajar, sí, pero también por tener esos detalles que hacen de un lugar, en este caso un colegio, una especie de segundo hogar. “Si vienen maestros nuevos yo les doy mi teléfono por si se dejan una cartera, un móvil o unas gafas, que a veces se lo han dejado. Yo, me encuentre lo que me encuentre, lo entrego todo”
Luisi se acuerda de cumpleaños, hace tarjetas de felicitación y ayuda a buscar objetos perdidos por los peques, tan propensos al despiste. Esté donde esté, lo que se ha extraviado termina apareciendo, seguramente porque la guardiana del colegio conoce todos y cada uno de sus rincones.
Y esos detalles, esas migajas de calor, esos toques humanos, los va sembrando sin dejar nunca de cumplir su tarea, que no es otra que la de limpiar “si pierdo cinco minutos, luego los recupero, pero mis niños, si han perdido una cazadora, se la terminan llevando porque, para eso, han recurrido a mí. Es un orgullo, porque lo he hecho antes con otras generaciones y eso es muy bonito. Ha habido escolares que han estado conmigo y ahora, de mayores, traen aquí a sus hijos”
Dice que lo mejor de limpiar el colegio es estar en contacto permanente con la gente, con los niños y niñas, con los profesores. Asegura que les cuida muy bien, que, de vez en cuando, “les lleva unas pastitas” y que, si se va de vacaciones, les termina echando de menos. Cuando en junio vino la Reina Letizia, (“muy amable y simpática, como si la conociera de toda la vida”) el centro puso unas plantas que ahora ella se encarga de regar.
Se le nota contenta a la Luisi, le brillan los ojos. Se acuerda de profesores, de directores como Virtudes y del actual, Víctor Calvo, de conserjes...tiene en mente siempre a sus niños y a su colegio; son, simplemente, su vida. El reconocimiento viene a hacerle justicia. “A mí me llamó hace quince días el delegado y me dijo que me iban a dar un premio; yo no sabía ni de qué me estaba hablando…pero, al final, fue todo muy bonito”