Coincidí con Francisco Tomey, durante ocho años en el Ayuntamiento de Guadalajara en él que era Concejal, al tiempo que Presidente de la Diputación, y durante ese tiempo, a pesar de representar a partidos políticos e ideologías diferentes, trabamos una sólida amistad que no impedía que cada uno defendiera sus posiciones con convicción y energía, pero sí poner coto a los insultos personales tan habituales en la política de hoy, y eso que durante ésta época el PP presentó en el Ayuntamiento contra mí una moción de censura que no tuvo éxito.
Cuando ninguno de los dos ostentamos cargo político alguno, durante varios años mantuvimos una tertulia en la Cadena SER, en la que igualmente manteníamos posiciones encontradas, pero que a la vez nos permitía consolidar la relación personal.
En la época de Paco Tomey, quien era descendiente del pequeño pueblo de Guadalajara, Villel de Mesa; el PP era hegemónico en la provincia, aunque en la Capital se mantenía el PSOE, y desde la Diputación controlaba todos los resortes del partido que también presidia y hacía muy difícil plantear batalla en los centenares de pequeños pueblos que componen Guadalajara, lo que dejó de suceder cuando, a mi juicio de forma injusta, su propio partido le apartó de todas las responsabilidades políticas.
Paco era un hombre abierto, le gustaba la vida, le gustaba compartir largas tertulias, después de también largas comidas, era como se hacía entonces la política, pero siempre fue fiel a sus amigos, a sus ideas y a su convicción de ferviente cristiano y leal con sus adversarios
Que la desaparición de un político y una persona como Francisco Tomey nos haga reflexionar sobre la necesidad de dar a la política un rostro más humano y de entendimiento de la que tan necesitado estamos en este momento.
Descanse en paz.
Francisco Javier de Irizar Ortega.