Para don Gabriel María Vergara se trataba de una de las cofradías más populares de cuantas han existido en Guadalajara, que celebra sus ejercicios piadosos en la concatedral de Santa María de la Fuente la Mayor, donde se estableció hace siglos (según parece, fue creada en el siglo XV), contribuyendo anualmente con su asistencia a la procesión del Corpus Christi, en la que desfilan vistiendo trajes de época que representan a Jesús y los doce Apóstoles, llevando cada uno la insignia con sus atributos o señas martiriales.
Se sabe de su existencia hasta el comienzo de la Guerra de la Independencia, tras la cual aparece como nuevamente fundada, redactándose los estatutos que han llegado hasta nosotros, que deben ser reflejo de otros anteriores y que fueron aprobados el día 23 de abril de 1814 por don Miguel de Casanova, vicario general eclesiástico de Alcalá de Henares.
Nuevamente suspendió sus piadosos fines la Cofradía de los Apóstoles a consecuencia de los trastornos imperantes hasta el año 1843, en que el Jefe Político de Guadalajara autorizó su continuación.
De entre las constituciones que los Apóstoles están sujetos a cumplir, entresacamos los siguientes:
- “Todos los hermanos, en aquel día del Santísimo Corpus Christi en la procesión, irán descalzos de pie y pierna, y cada uno llevará insignia del martirio que padeció el Apóstol que represente”.
- “Los hermanos que falten a la Junta General o algún entierro de hermano o hermana, sin la competente licencia del señor Hermano Mayor, pagarán en clase de multa media libra de cera, y esto sin apelación”.
Muy interesante es la claúsula décima tercera, que nos habla de los socorros mutuos:
- “El hermano que caiga malo será socorrido con tres reales diarios, hasta llegar al veinte, y se le darán dos convalecencias, dejando de socorrerle hasta pasados otros veinte días, y si falleciese se darán a la viuda veinticuatro reales para medio hábito, diez reales para la misa del cuerpo presente y doce misas de a cuatro reales cada una, y lo mismo se hará con las hermanas que falleciesen, previniendo que es obligación de los hermanos llevar el cadáver, cuando algún hermano o hermana estando enfermo le manden administrar la santa unción irá un hermano a velar, y si faltase se dará aviso al señor Hermano Mayor y este impondrá la multa de media libra de cera.
La misma multa se impondrá al hermano que falte al Miserere la víspera del Corpus Christi, no estando enfermo, y en este caso se dará aviso al Hermano Mayor”.
Las cláusulas de que se componen estas constituciones son catorce.
Antiguamente, los Apóstoles participantes en la procesión cubrían sus caras con unas máscaras de cartón, pintadas y con el nombre de cada uno de ellos, denominadas "rostros”.
Entrar a formar parte de esta cofradía secular equivale a ser hombre -en los capítulos anteriores se hace alusión a las “hermanas”-, pero excepto en algún periodo anterior breve, a la cofradía solamente pueden pertenecer hombres casados de conducta intachable, no haber estado presos jamás y no ser blasfemos. Además, medir determinada estatura y entregar una libra de almendras a su entrada.
Un precioso reflejo de las actividades de la cofradía lo encontramos en la novela de Salvador García de Pruneda titulada El Corpus Christi de Francisco Sánchez.