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Por una fecha definitiva para las Ferias en torno a la Antigua

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Después de dar vueltas por el calendario a través de los años entre septiembre y octubre, ha llegado el momento de establecer una fecha fija para las Ferias y Fiestas de Guadalajara en torno a la Festividad de la Antigua. Estos son nuestros argumentos.

 Primero, un poco de historia. Guadalajara ha carecido de una fecha que aglutinara a sus fiestas en torno a un patrón, como sucede con Zaragoza y El Pilar o Brihuega y la festividad  de la Virgen de la Peña, por poner solo dos ejemplos entre los miles que hay. Eso es así, porque las fiestas digamos laicas son anteriores a las religiosas de la virgen de la Antigua, sencillamente porque su patronazgo es reciente: data de 8 de septiembre de 1884. En cambio, es el rey Alfonso X el Sabio, gran benefactor de Guadalajara, el que concede en julio de 1260 el privilegio de celebrar sendas ferias: una durante once días, a partir de la Pascua (en plena primavera), y otra durante quince jornadas continuadas (ocho antes y ocho después) coincidiendo con la festividad de San Lucas, las típicas de otoño. Y a todas ellas venían cristianos, moros o judíos de todo el reino de Castilla, sin necesidad de pagar impuestos. De ahí la denominación de las fiestas de Guadalajara como ferias, porque eso es lo que fueron hasta bien entrado el siglo XX. En las Ferias de Guadalajara se siguió vendiendo y comprando ganado, primero en la plaza Mayor y luego en La Concordia.

Por tanto, las fiestas religiosas y profanas han ido en Guadalajara cada una por su lado. Las de la Antigua siempre han sido estrictamente religiosas, con sus novenas, misas y la procesión, y carecían de cualquier festejo laico más allá de alguna verbena en el barrio, y no siempre.

Todo lo contrario se puede decir de las Ferias de Otoño, que eran el corolario festivo de  la provincia de Guadalajara. Cuando las faenas agrícolas y las fiestas patronales concluían, quedaba la capital para la diversión o el negocio de comerciantes y ganaderos.  Las Ferias de Guadalajara necesitaban de las gentes que venían de la provincia, entre otras cosas porque la ciudad estaba escasamente poblada: apenas cinco mil habitantes tras la Guerra de Sucesión, se pasó de los diez mil hacia finales del siglo XIX (11.144 en 1900) y hacia 1930 apenas alcanzaba los dieciséis mil. No fue hasta  la década de los cuarenta cuando  la ciudad de Guadalajara supera  los veinte mil habitantes (23.508 en  1940), pero la crisis económica que sufre Guadalajara en los años cincuenta, hace caer en picado su población otra vez por debajo de los veinte mil habitantes  (19.131 en 1950); tienen que pasar diez años más para superar los 21.000, y no es hasta la década de los setenta cuando se produce el gran salto coincidiendo con el proceso de industruialización de la ciudad: 21.230 en 1960, 31.917 en 1970, 56.922 en 1981, 63.000 en 1992, y a 31 de diciembre de 2013 tiene 83.806 habitantes empadronados.

Esta evolución de la población explica que si bien desde finales del siglo XIX y desde todas las instancias de Guadalajara se cuestionan las fechas de las Ferias en otoño, por el mal tiempo, nunca se atrevían a adelantarlas  para que no coincidiesen con las de los pueblos de la provincia. Como hemos visto, la ciudad de Guadalajara todavía no tenía musculatura propia por su escasa población y seguía necesitando de  los feriantes y visitantes que acudían desde la provincia. El Ayuntamiento de Guadalajara andaba tan escaso de recursos que hubo años en que se necesitó de la aportación del comercio local para que se pudiera celebrar una única corrida de toros; y hubo Ferias en las que se suspendió la corrida por falta de presupuesto.

Con el paso de los años, a lo más que se llegó es a trasladar las Ferias desde la segunda semana de octubre a la última semana de septiembre para beneficiarse de los efectos benignos del llamado “veranillo de San Miguel”. Y así las Ferias de 1980, con Javier de Irízar de alcalde, todavía se celebraron del 23 al 28 de septiembre.   Fue en  esa década de los ochenta cuando las Ferias empezaron a retrasarse y a deambular por el calendario sin ningún criterio hasta que finalmente se adoptó uno, que han utilizado por todas las corporaciones hasta este año: las Ferias empezarían siempre el lunes siguiente a la festividad de la Antigua. Es decir, seguíamos sin fecha fija, y con un  problema añadido: que había años en que nos íbamos a la tercera semana de septiembre con lo que desde los previos de la Antigua hasta el fin de Ferias había unos 25 días de festejos, como en la antigua Roma del imperio. Un verdadero hartazón y que desencajaba el normal funcionamiento de la ciudad durante casi todo el mes de septiembre.

Este año, la festividad de la Antigua cae en lunes y de haberse seguido la costumbre de los últimos años habríamos estado de fiestas hasta el día 21 de septiembre. Creemos que el Ayuntamiento ha acertado  al empezar oficialmente  la semana de Ferias el mismo día 8 de septiembre, acoplando el pregón, la cabalgata y el chupinazo de las peñas al fin de semana anterior. Al final, vamos a tener 10 días de fiesta, más asumible que tres semanas.

Las Ferias y Fiestas de 2014 las fijará el Ayuntamiento que salga de las elecciones de 2015, quien tendrá que valorar si seguimos con unas fechas deambulando por el calendario o si nos decidimos por una fecha fija que encaje la festividad de la Patrona en la semana de Ferias. Nosotros somos partidarios de esta última opción. Y lo razonamos.

Las fiestas hace tiempo que perdieron su condición de Ferias con exhibiciones ganaderas ni Guadalajara es aquella pequeña capital de 20.000 y 30.000 habitantes, que dependía de los visitantes que venían de los pueblos, y estos  de cómo había sido la cosecha en una época en donde no existían  los seguros agrarios y la PAC. Ahora,  la ciudad sí tiene músculo suficiente con los 83.806 habitantes empadronados que, de hecho y viviendo, son varios miles más, aunque desgraciadamente  el conjunto de la provincia apenas sume los 255.387 habitantes. Pero ese es otro debate.    

Si el equipo de Gobierno  que salga de las urnas opta por encajar la festividad de la Antigua en la Semana Grande, tendrá que optar por dos soluciones.  O bien empezar las Ferias siempre el 8 de septiembre, como se hace en Pamplona el 7 de julio con San Fermín, con independencia del día de la semana que sea, o comenzarlas oficialmente el lunes anterior a la festividad del día 8 de septiembre y jugar con el fin de semana para poner algunos actos.

No se nos escapa que ambas soluciones plantean un problema, como pasó en el único año en que la Antigua se encajó en la semana de Ferias a finales de los ochenta. Hubo mal rollo, al paso de la procesión se seguían  oyendo las charangas y el bullicio de la Feria, y el Ayuntamiento socialista se echó para atrás. Esta situación volvería a  repetirse cuando la festividad del día 8 de septiembre coincidiera con jueves, viernes, sábado o domingo porque  sería prácticamente  imposible compatibilizar la misa de la Antigua y la procesión de la tarde, con los encierros mañaneros, los toros de la tarde o los desfiles de peñistas, entre otros eventos ruidosos.  

Sobre esta casuística habrá que darle alguna vuelta  más, pero teniendo claro que el día 8 de septiembre la única prioridad debe ser la Fiesta de la Patrona. Y si ese día no puede haber toros por la tarde, o no hay toros, pues tampoco se va a caer el mundo.

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