Cumples, Constitución, 40 años y por ser uno de los millones de padres y madres que te dieron luz, quiero recordarte que naciste desde el inmenso deseo de casi todos los españoles, ¡ahí es nada!, y fruto de una gestación lenta y consentida: Tu sí fuiste la deseada.
Llevábamos esperando muchos años y sabíamos, como así fue, que tu nacimiento abriría las puertas a la esperanza, no solo para poner fin a esa etapa de muerte, sombra, miseria, ignorancia y estupidez que te precedía, sino también para dar por amortizados varios siglos de historia que nos llevaron a ser uno de los países más retrasados de Europa.
“Llevábamos esperando muchos años y sabíamos, como así fue, que tu nacimiento abriría las puertas a la esperanza, no solo para poner fin a esa etapa de muerte, sombra, miseria, ignorancia y estupidez que te precedía, sino también para dar por amortizados varios siglos de historia que nos llevaron a ser uno de los países más retrasados de Europa”.
Había que poner fin a un tiempo que comenzó quizás, y por situar una fecha, con aquel rey llamado el Deseado, que dijo jurar “la Pepa”, entonces Constitución liberal y, desde el engaño, metió en cadenas a todos los constitucionalistas que le habían llamado. Porque, seguro que lo sabes, la tiranía en España no era patrimonio excluyente de ese tirano muerto que enterramos dos años antes de tu nacimiento, sino costumbre -salvo excepciones escasas en el tiempo- de casi todos los que anteriormente nos mandaron.
Pretendimos con tu nacimiento poner fin a una cadena de despropósitos -que duró varios siglos de insucesos que no merecen ser recordados-, donde las reglas de juego eran cambiadas por aquellos a los que les tocaba mandar, fueren buenos o fueren malos, pero siempre en contra del contrario. Había que evitar que eso siguiera sucediendo, y por eso te creamos para que fuera difícil cambiarte desde el capricho. Y tomamos esa decisión, no por ser conservadores, sino porque era nuestra decisión que perdurases, pues has de saber y hacer saber a las generaciones actuales que, como ya he señalado, con tu nacimiento no solo quisimos poner fin a una dictadura, quizás la más cruel de nuestra historia, sino a siglos de atraso y de negrura.
Pero sobre todo quisimos poner fin a esas dos Españas que tan bien retrató el genial Goya con su Duelo a garrotazos, o el poeta Machado -Don Antonio-, cuando años más tarde habló al españolito, afirmando que una de las dos Españas había de helarle el corazón: los constituyentes no queríamos para nosotros, ni para nuestros hijos, ni para nuestros nietos, ni para los nietos de nuestros hijos, más garrotazos ni más españoles helados. Y por ahora acertamos: eres la magna Ley que más has vivido de nuestra historia.
Sé y sabemos que el brindis por tu conmemoración actual no es unánime, es normal: no todos te reconocen. Y sabemos y conocemos que algunos acusan a gente como yo casi de traición, afirmando que tu parto fue fruto de la imposición de la derecha y que algunos -los que veníamos y estábamos en lo que entonces se llamaba izquierda- hubimos de hacer lo que otros quisieron, y hasta se atreven a afirmar o insinuar que lo hicimos por compadreo o por casi cobardía.
“Cierto que tienes cosas que habría que retocar, por eso de que la edad no perdona, pero te cambiaremos o te cambiarán en el futuro, no desde la negación del otro que vuelve a presidir alguna acción partidaria, sino desde la reafirmación de todos: cuando consigan que volvamos a ser uno, como lo fuimos en aquel seis de diciembre de 1978”
Mas se equivocan, pues la verdad es muy otra: hicimos lo que hicimos, conscientes y en plena coherencia con lo que era nuestro pensamiento y nuestro compromiso, que nos conducía a dar a luz a la criatura en la pretensión de que cumpliese no solo cuarenta años, sino tantos como su parienta y predecesora, la Constitución americana, que lleva viviendo más de tres siglos.
Cierto que algunos de los que hoy alimentan esa acusación, los menos, ya pensaban así el seis de diciembre de 1978: era su derecho. Pero no son esos lo que me inquietan, sino los que nacieron después de tu nacimiento que, con escasa reflexión y demasiadas frivolidad -perdón si me equivoco- y hablando de la historia de oídas -o viéndola desde la creación excluyente del otro-, creen que la democracia es un bien de imposible retorno. Ojalá fuese así, pero la historia europea, pasada y reciente, ha demostrado que ningún país está libre de aventureros y salvadores. Y por eso yo sigo reafirmando la Constitución en su integridad, para señalar, como decía Juan Ramón Jiménez, “no le toques ya más, que así es la rosa”.
“Hicimos lo que hicimos, conscientes y en plena coherencia con lo que era nuestro pensamiento y nuestro compromiso, que nos conducía a dar a luz a la criatura en la pretensión de que cumpliese no solo cuarenta años, sino tantos como su parienta y predecesora, la Constitución americana, que lleva viviendo más de tres siglos”.
Y por ello pactamos que fuera difícil modificarte y que, si el cambio hubiera de producirse por necesario, no fuese fruto del capricho coyuntural de la mitad más uno; de los españoles contra los españoles, como tantas veces hicimos en nuestra historia.
La democracia es norma, y dictamos normas - por más que a algunos les pese -, pues considerábamos y seguimos considerando que situarse fuera de la Constitución para vulnerarla, sin respetar sus normas, no es un derecho: es una irresponsabilidad, cuando no una ignominia hacia la inmensa mayoría de los que hemos construido esta historia.
Cierto que tienes cosas que habría que retocar, por eso de que la edad no perdona, pero te cambiaremos o te cambiarán en el futuro, no desde la negación del otro que vuelve a presidir alguna acción partidaria, sino desde la reafirmación de todos: cuando consigan que volvamos a ser uno, como lo fuimos en aquel seis de diciembre de 1978. Ese es el reto de los que nos gobiernan, o aspiran a gobernar y quieren legítimamente tu cambio: unir alrededor de la idea una inmensa mayoría, sin distinción de color o de partido para, desde esa fuerza, mejorarte.
“Algunos creen que la democracia es un bien de imposible retorno. Ojalá fuese así, pero la historia europea, pasada y reciente, ha demostrado que ningún país está libre de aventureros y salvadores. Y por eso yo sigo reafirmando la Constitución en su integridad, para señalar, como decía Juan Ramón Jiménez, “no le toques ya más, que así es la rosa”.
Pues siendo lógico que algunos quieran cosas distintas -la pluralidad es tu fuerza-, hemos de recordar a los que aspiran a ser protagonistas que han de admitir que la política no puede ejercerse desde la esfera única de los deseos, del quiero. La política, el concepto más hermoso que ha acuñado nuestra civilización, se fundamenta en el pensamiento elaborado, el análisis o la reflexión: es la política el desarrollo de la razón posible para hacer posible la Razón.
“Pero sobre todo quisimos poner fin a esas dos Españas que tan bien retrató el genial Goya con su Duelo a garrotazos, o el poeta Machado -Don Antonio-, cuando años más tarde habló al españolito, afirmando que una de las dos Españas había de helarle el corazón: los constituyentes no queríamos para nosotros, ni para nuestros hijos, ni para nuestros nietos, ni para los nietos de nuestros hijos, más garrotazos ni más españoles helados. Y por ahora acertamos: eres la magna Ley que más has vivido de nuestra historia”.
Y desde la Razón, en aquel lejano 1978 convinimos desarrollarte desde el concepto “de la ley a la ley”, de tal forma que las leyes de la dictadura, que existían y eran reales, fueron mandadas al baúl de los recuerdos con la disposición derogatoria contenida en el texto constitucional, para así poder crear, desde la democracia sin adjetivos y con la democracia, las leyes y normas que sumasen a todos los españolitos, fuese cual fuese su lugar de nacimiento. Y los que legislaron bajo tu sombra en algunos momentos acertaron y en otros no, pero es injusto, por irreal, culpar de sus errores a la Constitución, porque gracias a la Constitución pudieron cometer errores, sin caer en el Error: la no Constitución que, históricamente, fue el Error.
Quiero confesar que algunos que ya estamos en la cuenta atrás, como es mi caso, aceptamos el proceso y el parto constituyente sin grandes esfuerzos.
“Y eso eres, Constitución del 78: garantía de democracia, de libertad, de respeto a las minorías y a las mayorías, de cierre de siglos preñados de errores, para fundamentar desde tu texto pactado un futuro de libertad, aspirando a que no se repita la historia donde políticos vacuos, autoproclamándose mayorías y considerándose siempre portadores de esencias y verdades absolutas, actuaron para resolver un roto y un descosido, pero conduciéndonos siempre a las dos Españas”.
Primero, porque mi incorporación a la acción política -en una etapa como clandestino y después libre- lo fue desde el amor a la democracia por encima de cualquier otro considerando. Segundo, porque el PCE al que yo presté mi apoyo -modificando su pasado, hay que decirlo-, llevaba años hablando de reconciliación nacional y de pacto por la libertad, donde incluía a todos los españoles, sin excepciones y sin preguntar en que bando estuvieron en la nefasta guerra y sus secuelas de horror que se pretendía superar. Tercero, porque fruto de nuestras convicciones nació una ley de amnistía que era, digámoslo con claridad, el punto y final de la contienda fratricida y la mayor expresión del fracaso de la dictadura. Y cuarto, porque en ese devenir habíamos aprendido de la Historia para afirmar que lo sustancial era la disyuntiva entre democracia o dictadura y no otra cosa: por eso no nos detuvimos en la disquisición sobre la forma de estado, siempre que esa forma no fuere obstáculo para el futuro democrático de nuestra España: y así, ciertamente, ha sido.
Y eso eres, Constitución del 78: garantía de democracia, de libertad, de respeto a las minorías y a las mayorías, de cierre de siglos preñados de errores, para fundamentar desde tu texto pactado un futuro de libertad, aspirando a que no se repita la historia donde políticos vacuos, autoproclamándose mayorías y considerándose siempre portadores de esencias y verdades absolutas, actuaron para resolver un roto y un descosido, pero conduciéndonos siempre a las dos Españas.
La democracia, permítanme que cite a Churchill, es el peor sistema político del mundo si quitamos todos los demás y, aunque el autor no sea del agrado de todos, hemos reconocer que la historia de la humanidad así nos lo está confirmando. Y la Constitución del 78 es la garante de nuestra democracia.
FRANCISCO PALERO GÓMEZ
-----
Francisco Palero, natural de Tendilla, fue dirigente sindical de Comisiones Obreras en la clandestinidad y primer secretario provincial del Partido Comunista de España (PCE) en Guadalajara tras su legalización, aunque fue elegido en clandestinidad en 1975. A partir del 1983 paso a ocupar responsabilidades a nivel del Estado, primero como Secretario de Organización del PCE y después como Responsable de relaciones internacionales, todo ello hasta el año 1990 que lo dejo todo siendo Julio Anguita el secretario general. Fue también fundador y firmante del acta de la constitución de IU a nivel del Estado. En la actualidad es abogado y tiene despacho en Las Palmas de Gran Canaria.