Desde el Grupo Popular de la Diputación de Guadalajara no hemos dudado en unirnos al ‘Manifiesto por la Sierra Norte’, al que también se están sumando otros colectivos como asociaciones deportivas, sociedades de propietarios, asociaciones culturales o partidos políticos, representando una abrumadora cantidad de personas.
Nuestra participación en la presentación pública de dicho manifiesto, en la sede de APAG, es en representación y en adhesión a las inquietudes que sufren todos esos ayuntamientos afectados por la presencia del lobo en sus territorios y, derivadamente, todos los ganaderos, especialmente con los que hasta ahora han resultado afectados y han sufrido los efectos de esta fauna, la del lobo.
Esta respuesta tan voluminosa y representativa no puede estar equivocada porque todas esas personas que ahora hablan en voz alta para expresar su padecimiento viven y sufren la situación en directo y en primera persona y piden soluciones inmediatas a este abrumador problema.
Es muy lamentable que nuestros ganaderos se vean abocados a abordar un problema añadido a los muchos que ya tienen para sacar adelante sus actividades ganaderas, con una situación de indefensión tan latente y tan injusta como es la del descontrol de la proliferación de grupos de lobos. Una cuestión es que estemos a punto de ver desaparecer una parte de la fauna y otra es que se permita su proliferación de forma descontrolada y dañina. Sería aconsejable olvidar aquel tópico estadístico -que algunos colectivos se empeñan en esgrimir para justificar la supervivencia de la proliferación del lobo- de que solamente se produce un 0,001% de daños a la ganadería con la presencia del lobo, y nos centrásemos en que las agresiones a la ganadería no deben pasar del 0%
Y por qué no hablar de los daños económicos que la presencia del lobo está originando en los aprovechamientos cinegéticos, con el consiguiente hundimiento económico de los ayuntamientos como propietarios de estos. La mayor parte de pequeños municipios, en este momento, son capaces de instrumentalizar un presupuesto anual fundamentalmente nutrido por la adjudicación de la caza en sus términos, pues se calcula que en muchos de esos pueblos los ingresos derivados de la caza suponen entre un 50 y un 60%.
La presencia del lobo y su proliferación se encargará de infravalorar paulatinamente el valor de los aprovechamientos hasta aniquilar los presupuestos municipales, afectando tanto a la inutilización de los cotos por los daños que creará el lobo a la cabaña de ungulados y córvidos, creando desincentivos en la actividad de la caza, como por la desaparición de la escasa población que va quedando en los pueblos de la Sierra Norte cuyo único sustento es la ganadería extensiva de vacuno, lanar y caprino.
La Administración Regional y la Nacional son perfectamente conocedoras, entre otras cosas porque son las que controlan la fauna de los territorios y conocen el vertiginoso aumento de lobos y su afección sobre la ganadería y las circunstancias emocionales de los ganaderos.
Los daños que se están produciendo no son suficientemente valorados, sobre todo aquella parte que es de intangibles características, como es la del estrés, abortos, cambio de comportamientos de los animales afectados y también el estrés al que está sometido el ganadero. El ganadero ama a sus animales y cada agresión que estos sufren, padece tanto o más estrés que el animal, le desincentiva la creatividad y el mantenimiento general de su actividad y le mentaliza para el no establecimiento de la continuidad generacional; motivo por el que veremos los pueblos despoblados y sin aprovechamientos de los recursos naturales.
La tendencia demuestra que efectivamente el lobo se va a quedar en nuestras tierras. Después de haber desaparecido en la mitad del siglo XX y haber vuelto a regenerarse su presencia en las últimas décadas del mismo, hemos de exigir a la Administración y a los colectivos defensores de su existencia que no se permita su proliferación. Este será el único modo de encontrar la sostenibilidad de fauna y actividad y que los ganaderos subsistan y los pueblos también.
Y cómo no, destacar un aspecto de comportamiento cultural: el ganadero y los moradores de los pueblos no deben encontrarse en la tesitura de utilizar la agresividad contra la especie cánida para combatir contra un enemigo. De la mano de la Administración debe venir la adopción de medidas de sostenibilidad, pensando en la persona antes que en el animal, sin renunciar a la existencia de este último.
Creo que se ha dicho mucho sobre la situación que nos ocupa en la Sierra Norte con la convivencia con el lobo, y desde la Administración y los sectores defensores de su existencia debe instrumentalizarse un programa conciliador de la presencia del lobo con las actividades históricas y autóctonas. Solo así, nuestros ganaderos, ayuntamientos y otros sectores productivos de estas tierras podrán seguir pasando el testigo de sus actividades a generaciones posteriores y no se verán abocados a que el lobo cambie la historia de nuestra Sierra Norte conduciéndola exclusivamente a su desalojo.
Octavio Contreras Esteban
Diputado provincial del Partido Popular de Guadalajara