Emiliano García-Page se convirtió en el cuarto presidente electo de Castilla-La Mancha tras jurar esta tarde el cargo en el patio del palacio de Fuensalida en Toledo, sede de la Presidencia de la Junta, convertido en un “invernadero” por el asfixiante calor, por emplear sus mismas palabras.
Emiliano García Page, de 47 años, casado y con dos hijos, ex alcalde de Toledo, empleó la formula del juramento –él es creyente, aunque siempre subraya que hay que separar la religión de la política- para tomar posesión como presidente de Castilla-La Mancha. Frente a él estaban los representantestes más granados de las instituciones de Castilla-La Mancha, entre ellos los tres ex presidentes electos. José Bono(1983-2004 ), José María Barreda (2004-2011) y María Dolores Cospedal (2011-2015). Tres socialistas, con él, y uno popular. Los tres estuvieron juntos en el acto. El nuevo presidente se sentó junto con el representante del Gobierno central, el ministro de Defensa, Pedro Morenés. Y en lugar destacado junto con los ex presidentes, Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, que por la mañana había estado en la toma de posesión del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Dos autonomías que retornan a la gestión de los socialistas en el mismo día.
discurso de investidura. Agradeció a su familia el apoyo que siempre le han dado. Citó a Bono en una ocasión. Y a algunos valores que inspirarán su legislatura: reducir las desigualdades, rescatar las políticas del Estado del Beinestar, dignidad en el empleo y la vivienda, y trabajar por la sostenibilidad del entorno (habló de ese Tajo seco que está en uno de sus peores momentos). Y todo ello con mucho esfuerzo, como clave de todo; y honestidad. “Espero que nadie me pueda reprochar nada feo”, añadió.
El nuevo presidente fue indulgente con la audiencia (Cospedal no paró de abanicarse durante todo el acto, como decenas de asistentes) y protagizó un discurso corto. Apenas veinte minutos. No entró en detalles, ni amplió materias que había abordado durante elTambién dedicó una reflexión a la Constitución y al tiempo transcurrido entre 1978 y la actualidad, que calificó como el mejor de la historia de España. Advirtió que no será él el que primero ni el que más empuje por su reforma, y expresó un deseo:”Ojalá que tengamos para ello el mismos consenso que en 1978, y nos valga para otros cuarenta años”.
Con el ministro Morenés se comprometió a llegar al máximo posible de acuerdos con el gobierno de la nación.
Con anterioridad al discurso presidencial, se dio voz a cuatro personas a modo de representación de los ciudadanos de Castilla-La Mancha: una joven que trabaja en el extranjero, un disminuido motriz, un discapacitado intelectual y un autónomo.