Dirigió la delegación de Pueblo en Guadalajara y es autor de una veintena de libros.
Ayer, falleció en Guadalajara, a los 91 años de edad, en la residencia donde llevaba los últimos meses ingresado, Pedro García García, Pedro Lahorascala para el periodismo, extremeño de Madrigal de la Vera, y alcarreño desde que se vino a vivir a Guadalajara para pasar los dos últimos tercios de su vida. Aquí, con su mujer Esperanza, crió a su amplia familia numerosa, les dio estudios y sobre todo los educó para valerse por sí solos, él, que nacido en una humilde familia obrera extremeña tanto tuvo que luchar para ir avanzando en la vida y en un oficio, el periodismo, que aprendió en la redacción madrileña del diario Pueblo, el periódico de los sindicatos verticales, y que tenía a su admirado Emilio Romero como faro y guía de una pléyade de periodistas que llegaron a ocupar las cotas más altas del periodismo de la época: Raúl del Pozo, José María García, Pedro Rodríguez, Vicente Romero, Jesús Hermida, Vicente Talón, Fernando Ónega,… y tantos otros.
Escalando como una hormiga en la profesión (“Que cómo me puse el pseudónimo de Lahorascala, ¡pero si me llamo García García, ya me dirás tú!”, nos decía a los jóvenes cuando le preguntamos por su nombre literario) acabó firmando breves columnas en la Tercera de Pueblo, posiblemente lo más granado de la prensa de opinión de la época, se fue haciendo un hueco en la redacción de la calle Huertas, a costa de regresar a Guadalajara de madrugada, y cuando Emilio Romero apostó por las delegaciones provinciales del periódico, con varias páginas dedicadas a la información local y provincial, Lahorascala consiguió que Guadalajara tuviera su edición propia.
Aquí se rodeó de un grupo de jóvenes periodistas a los que amamantó y protegió a partes iguales en unos años finales del franquismo, donde todavía un gobernador civil te podía llamar a su despacho y cerrarles la edición, si se ponían chulos. Lahorascala siempre paraba los golpes, con una pasmosa tranquilidad, porque sabía cómo se jugaban esas partidas, no sin advertir a sus redactores que en el Gobierno Civil solo hablaba él. Así fue que el autodidacta Pedro Lahorascala se convirtió en un maestro de periodistas, de unos buenos periodistas como lo eran Antonio Pérez Henares, Joaquín Utrilla (q.e.p.d), Javier Pérez de Almenara (q.e.p.d), Luis Romero, José Ramón López de los Mozos (q.e.p.d) , Vegarmi (q.e.p.d.), Susi Castillo (fotoperiodista) o Pedro Delgado, entre otros. Las ventanas que Pedro Lahorascala consiguió abrir en Pueblo-Guadalajara supusieron una avance para todo el periodismo alcarreño, porque era la excusa que otros jóvenes periodistas teníamos para exigir mayores cotas de libertad en nuestros respectivos periódicos, en mi caso en Flores y Abejas. Pedro, que en lo personal era un liberal-conservador, fue muy valiente al mantener como colaboradores a periodistas críticos (dos de ellos incluso militaban en el PCE, todavía ilegal) que le podían complicar la estabilidad de su carrera periodística, y ello es muy importante cuando se tiene una familia larga, pero siempre recibió el respaldo de Emilio Romero (q.e.p.d.) cuando gobernadores como Pedro Zaragoza (q.e.p.d.), el último falangista que ocupó la sede del Gobierno Civil, le llamaban a su despacho para quejarse de un medio que a fin de cuentas era público.
Cuando cerró Pueblo-Guadalajara, con la desaparición de la prensa del Movimiento, Lahorascala colaboró en los medios locales que habíamos sido sus competidores, y sin embargo sus amigos, entre ellos Flores y Abejas y El Decano de Guadalajara, de los que fui redactor-jefe y director. Su último trabajo fue el de jefe de prensa del Gobierno Civil de Guadalajara.
Además de periodista, Pedro Lahorascala fue poeta, o mejor habría que decir que Pedro era un poeta que, para ganarse el jornal, se había hecho periodista, aunque si por él fuera, no se habría bajado del verso. En su prolífica carrera profesional firmó una veintena de libros, la mayoría de poesía, aunque también nos dejó algunos en prosa, varios de temática alcarreña y extremeña, y entre ellos (valga como anécdota) uno de encargo dedicado al senador José Ruiz Ruiz (q.e.p.d.), que en una legislatura batió todos los récords de preguntas en la Cámara Alta.
El perfil artístico de Pedro Lahorascala se completa con sus grandes conocimientos de la música popular, y además de tocar bien la guitarra y la bandurria, fue compositor y animador del grupo de folk de su pueblo, llamado Manantial, que se convirtió en uno de los mejores de Extremadura. Que una de sus hijas, Aurita, se convirtiera con el tiempo en una gran intérprete de viola fue, para este músico apasionado, su gran orgullo. Tiene los principales premios de periodismo que se conceden en Guadalajara.
Además de todo ello, Pedro Lahorascala era una gran persona, de aspecto inconfundible - fumaba Celtas cortos en pipa-, un amigo impagable, y que viene a formar parte de una generación de periodistas, que trabajando en situaciones muy complicadas, supieron sacar adelante su trabajo periodístico con dignidad; y contar las cosas como eran, aunque algún preboste se enfadara.
La muerte de Salvador Toquero, más recientemente la de Luis Monge Ciruelo y, ayer, la de Pedro Lahorascala, han privado al periodismo alcarreño de tres de los emblemas de más de medio siglo, desde la postguerra a la Transición, y nos dejan a los que fuimos sus discípulos con un amargo sentimiento de orfandad. La ciudad y la provincia lo debería reconocer de alguna manera.
Lahorascala fue miembro fundador de la Asociación de la Prensa de Guadalajara e integrante de su primera junta directiva.
Reciba toda su amplia familia, empezando por Esperanza, un fuerte abrazo de este que fue su compañero y amigo.
Santiago Barra Toquero