Numeroso público juvenil e infantil para ver a la cantante y bailarina
No decepcionó. Ni sus canciones, ni sus bailes dejaron indiferentes a nadie. Unas 8.500 personas, según fuentes municipales, se dieron cita en los campos de deportes de la Fuente de la Niña.
Lola Índigo pasó por Guadalajara como lo que es, una auténtica reina de la escena musical. O, tal vez, emulando el nombre de su último álbum, sería mejor decir que es un dragón, una criatura que domina el escenario, que hechiza al público mostrando todo su poder.
En Guadalajara tenía mucho ganado de antemano. Se habían vendido todas las entradas y hasta hubo aficionados durmiendo, la noche anterior, para no perderse la primera fila del concierto.
Es verdad que se dieron ciertos problemas a la hora de entrar, por las aglomeraciones y porque no se respetó el orden establecido. Unos estaban muy indignados, otros decían que este tipo de cosas suelen pasar en los conciertos. Tal vez la masificación, el efecto incrontrolado del "efecto Lola"
Sin embargo, al final, todos estuvieron en el césped, al pie del escenario y mucho más allá. Si el día anterior, en el concierto de Loquillo, la media de edad era alta, en esta ocasión bajó de forma considerable.
El estadio de la Fuente de la Niña se pobló de jóvenes, muy jóvenes y pequeños, sobre todo niñas, acompañados de sus respectivos progenitores, madres principalmente. Abundaron las caras decoradas y las cartulinas con mensaje, las letras y las coreografías de Lola que, cada pequeña, guarda como un tesoro en la memoria.
- “¿Por favor, le puedes dar estas gafas a Lola?” Le preguntaba una joven aficionada, apostada en primera fila a un empleado de seguridad.
- “¡¡Dale también esta cartulina que le he dedicado, porfa, porfa!!”
Unos minutos después de las once, el movimiento de luces anticipó el inicio del espectáculo. El murmullo del público subió de tono. El enorme huevo instalado en el centro del escenario, que hacía alusión al mencionado dragón de su último trabajo, se abrió para que apareciera la reina de la noche. Surgió Lola Índigo y con ella comenzó un concierto con una potente puesta en escena.
A un ritmo frenético, acompañado de todo su cuerpo de baile. Un comienzo de concierto auténticamente eléctrico, sin un minuto de respiro. Puro espectáculo en vena. ¡¡Guauu!!
Luego, que también hay que descansar, la artista granadina habló a solas con el público y le hizo ese tipo de guiños que hacen las delicias de unos fans ya enfervorecidos.
Hizo comentarios a los carteles que les mostraban, los típicos “¿os lo estáis pasando bien?” y “vamos a corear”. Un jugar con los aficionados que siempre es de agradecer, pues muestra al artista más cercano con aquel que le ha venido a ver.
Y tras la “pausa” (nótense las comillas), de nuevo el baile, los fuegos, la música sin descanso. Lola Índigo desgranó su repertorio en una noche que hizo las delicias de toda Guadalajara, especialmente de aquellos más jóvenes. Sin duda, fue un concierto para recordar, especialmente para aquellas “niñas de la escuela”.