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La fábrica de cristal, todo un símbolo para esta provincia

Bormioli

La fábrica de cristal de Azuqueca de Henares se tambalea. El símbolo que fue el germen de lo  que es hoy el Corredor del Henares en Guadalajara, uno de los territorios más competitivos de la industria nacional,  está hoy amenazado, y si cae sería un mal augurio  para la continuidad de la gran industria en el principal foco de desarrollo de esta provincia, y de esta comunidad autónoma.

 Lo que es hoy Azuqueca, una ciudad de más de  35.000 habitantes, la segunda de la provincia, no se podría entender sin la fábrica de cristal. Fue ella la pionera en ubicarse en unas  vegas de labor junto a la antigua Nacional II, y su éxito llamó a otras industrias que llegaron a lo que comenzó a conocerse como Corredor del Henares. Azuqueca se transformó de arriba abajo, y la industrialización del área metropolitana de Madrid, no acabó en Alcalá de Henares sino que llegó hasta Guadalajara, con el desarrollo de los polígonos en la época del Dr. Sanz Vázquez, un gran alcalde, y en la actualidad se extiende hasta Torija.

La fábrica de cristal de Azuqueca –con el nombre que sea, ahora Bormioli-- fue la gran envidia de Guadalajara, porque pagaba los mejores sueldos y sus trabajadores tenían ventajas sociales hasta entonces desconocidas en esa España que por fin empezaba a desarrollarse y a dejar atrás  la autarquía de las décadas de los 40 y 50.  También la empresa ganó mucho dinero, porque los platos de Duralex entraron en todos los hogares españoles, hasta el punto de que se identificaban con los avances modernizadores de una sociedad entera. Las familias españolas comían y bebían con vajillas fabricadas en Azuqueca y era todo un orgullo.

Pero si hemos querido empezar con esta referencia sobre lo que supuso la fábrica de cristal para Azuqueca, y por extensión para una provincia machacada por la Guerra Civil, y que enviaba a sus nuevas generaciones a la emigración, es con una doble intención. Por su importancia emblemática, la desaparición de la fábrica en 2015  podría tener el mismo efecto de contagio que supuso su fundación. Pero esta vez sería al revés, y serviría de efecto disuasorio sobre la capacidad de todo el Corredor del Henares para mantener grandes industrias en un mundo cada vez más globalizado y permeable.

La idea clave es competitividad. ¿Puede seguir siendo competitiva una fábrica de cristal en Azuqueca? ¿O nos tenemos que resignar a que para abaratar costes esta producción se acabe trasladando a países de la antigua Europa del este, que ahora pertenecen a la Unión Europea, o todavía más lejos?

La gran baza de Azuqueca  es su localización y comunicaciones, pero también contar con una plantilla especializada y competente, con mucha mili acuestas,  que es la mejor plusvalía para cualquier empresa.

Nada más lejos de nuestra intención que  decir a sus trabajadores lo que tienen que hacer.  Esa es una decisión  que cada uno de ellos debería tomar en la intimidad y poder expresarla en libertad.

Hasta ahora, la asamblea de trabajadores ha rechazado por dos veces los duros planes de la empresa para recortar  4 millones de la masa salarial, mediante una rebaja  del 20,4% a la plantilla y de un 50% a los aproximadamente 60 trabajadores de las Empresas de Trabajo Temporal. Por su parte, el comité de empresa  planteó una propuesta alternativa mediante jubilaciones anticipadas, eliminación de determinados gastos y bajadas salariales e incrementos de jornada más suaves que los exigidos por la empresa.

Esta última ha jugado fuerte, quiere pagar menos y que trabajen más,  y parece claro que no quiere quedarse en Azuqueca a cualquier precio.  El propio presidente Bormioli acudió desde Italia a Azuqueca para advertir que la única alternativa era el cierre de la factoría, con la clausura del Horno 2 (de Vidrio Transparente) y el despido de 120 trabajadores este año; y el cierre del Horno 1 (de Vidrio Blanco) y el despido del resto de la plantilla antes de finalizar 2015. Más de 330 empleos están en juego. Más los indirectos. 

Queremos creer que debe haber un punto intermedio para que la fábrica de cristal siga en Azuqueca, y en ese sentido subrayamos  las últimas palabras del presidente de su comité de empresa: “Hemos pedido a la empresa que reconsidere sus planes, que podamos reiniciar las negociaciones no para hablar de despidos, sino con el objetivo de mantener la actividad y el empleo en la planta de Azuqueca de Henares”.

Hay que hacer todos los esfuerzos para que no se llegue a un punto de no retorno, y que no haga falta recurrir a ese paro indefinido que los sindicatos anuncian a partir del martes, un día después de la última reunión antes de hacerse efectivo el primer ERE que pondría en la calle a 120 trabajadores.

Y todos tenemos que arrimar el hombro en lo que podamos. También la administración regional a la que el comité de empresa ha solicitado su mediación, y que hasta ahora no ha sabido reaccionar como nos habría gustado. Será  el verano y las vacaciones o la capacidad de algunos. Es cierto que ya no vivimos en la España franquista donde la administración metía las manos y hasta los pies en  los conflictos laborales. El acuerdo compete en exclusiva a empresa y trabajadores. Esas son las reglas.  Pero alguna tarea de mediación a alto nivel podría iniciarse antes de que Guadalajara pierda la empresa que simbolizó precisamente el desarrollo de esta provincia.

Miedo nos dá ponernos en lo peor. Primero ha sido Roca en Alcalá, donde hay trabajadores de Guadalajara.  Ahora está la amenaza del cierre de Bormioli en Azuqueca.  ¿Cuál iría después? ¿Qué efecto indirecto tendría sobre la recuperación económica que empieza a vislumbrarse en un horizonte todavía lejano en cuanto a creación de empleo, pero más esperanzador que hace un año?  

 

 

           

  

 

 

 

 

 

 

 

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