El Pico del Lobo (2.273 metros) no tiene la aureola y la mítica de su vecino Ocejón (2.048 metros), que presta su nombre a la comarca serrana de los pueblos negros, que se desparraman por sus estribaciones. Aun siendo menos alto, el Ocejón es sin embargo una montaña muy bien trazada, solitaria y dominante, que se enseñorea del paisaje guadalajareño y es referencia obligada entre las cuencas del naciente Sorbe hasta el lejano Tajo. Por contra, el Lobo es un picacho tímido, al que le cuesta presumir de ser el techo de Guadalajara y por extensión de Castilla-La Mancha, porque está tapado por las montañas que lo rodean, todas ellas ligeramente inferiores. De hecho, desde el lado de Segovia es difícil distingirlo. Dos son las rutas que proponemos para su ataque: Desde el puerto de la Quesera, en la raya con Segovia, o la que parte desde El Cardoso, allá en el límite con la comunidad de Madrid. Vayamos hoy con la primera.
Hasta el puerto de la Quesera se puede acceder desde una pista que sale de Majaelrayo en dirección a Riaza (Segovia). Son apenas cuarenta kilómetros de subidas y bajadas por evocadores lugares de alta montaña castellana, que se recorren con paciencia por una pista asfaltada, pero nunca en invierno con hielo o nieve. (Será objeto de una ruta aparte). Dejaremos el coche en el límite de las provincias de Guadalajara y Segovia, entre las dos Castillas, que en realidad son solo una, sobre un formidable mirador natural del valle de Riaza; y allí empieza el camino a pie.
Tomamos el cortafuegos que sale en el mismo puerto, en dirección oeste. No es muy recomendable comenzar una caminata por una cuesta de piedras sueltas, que asciende casi ciento cincuenta metros en menos de un kilómetro, pero a mis jóvenes acompañantes parece no afectarles. Por fin termina el cortafuegos y el camino se dulcifica.
Rodeamos poco después un collado, por su parte más baja, y cuando se alza frente a nosotros otro collado, el de Prado Llano (1.808 metros), vemos las señales de piedras que nos indican una desviación a la izquierda.
Hay primero una pradera natural y luego entramos en un bosque tupido de pinos, entre los que pastan la famosa especie de las vacas escaladoras que suben hasta el mismísimo Pico del Lobo en busca de alimento. Hay también setas –si es temporada- o níscalos entre los pinos.
Descendiendo entre los pinos llegamos hasta la pista que comenzó a acondicionar Defensa, cuando quiso convertir al Pico del Lobo en una base de radares (menos mal que Bono se la cargó al acceder al Ministerio), y seguimos por ella hasta la pradera que hay antes del cerro del Aventadero.
Allí terminan exactamente los cuatro kilómetros y medio, que el Ministerio había anunciado que iba a utilizar, convenientemente asfaltados, para dar servicio a la base. ¿Por dónde pretendía seguir luego la carretera? Mejor no saberlo, porque no había ruta alguna que no alterara gravemente el medio ambiente.
Al Aventadero se sube por otro fortísimo cortafuegos, que salva un desnivel de más de 200 metros en menos de un kilómetro.
Llego cansado al final del cortafuegos y una nueva señalización de piedras, con forma de puerta, nos desvía a la izquierda, por una senda poco empinada entre frondosas y coníferas.
Estamos llegando a las crestas de la Pinilla, una atalaya privilegiada, con la estación de esquí, abajo, y en el horizonte la meseta segoviana hasta las hoces del Duratón. La senda cruza finalmente la cuerda y el camino se ensancha al pasar cerca de Las Peñuelas. Estoy cansado, pero con ganas de avistar el Pico del Lobo, que sigue escondido. Finalmente aparece en el último recodo, coronado por un telecabina abandonado y el esqueleto de hierro de unas antenas inservibles.
En la misma base del pico hay un falso llano, sin vegetación, que quisieron sembrar de radares para la aviación militar. Hasta allí debería haber llegado una carretera. Pienso en el estropicio del que nos hemos librado mientras doy cuenta de un buen almuerzo.
MAPA
Pista forestal que inició Defensa
Trayecto de ida (8 kilómetros)
Tiempo estimado: 3 horas
Trayecto de vuelta (10 kilómetros)
Tiempo estimado: 2,30 horas
Dificultad: Media-alta. Época recomendada: Primavera-otoño. Imprescindible: Botas de montaña y mochila con alimentos y líquidos abundantes. No olvidarse el móvil, y si es con GPS, mejor.
Guadalajara-Puerto de «La Quesera»: 129 kilómetros.