Una serendipia, entre otros significados, es un hallazgo inesperado cuando se está buscando otra cosa distinta. Haciendo relación al título de este blog, me disponía a documentarme para escribir un nuevo post y choqué de lleno con una extensa noticia sobre lo que está pasando en Kiev, Ucrania. Una idea lleva a otra y un sentimiento a otro.
Para los que anden despistados, el conflicto, bautizado como “EuroMaidán”, en referencia a las manifestaciones en favor del acercamiento a la Unión Europea que tienen como epicentro la plaza de la Independencia de Kiev, o Maidan, comienza cuando el pasado martes el parlamento ucraniano debía iniciar los trámites para reinstaurar los controles y límites al poder del presidente Viktor Yanukovich. Sin embargo, esos trámites no se llevaron a cabo y los manifestantes tomaron un edificio cercano a la sede del parlamento. A partir de ahí, las autoridades decidieron desalojar la plaza de la Independencia. Comenzaron al caer la noche y se saldó con 26 muertos. -El conflicto ucraniano no es nuevo, se lleva produciendo desde hace meses e incluso años me atrevería a decir, pero ahora es cuando se ha recrudecido-.
El presidente denuncia la violencia entre los manifestantes y la oposición denuncia la represión brutal de los cuerpos de seguridad del país. Después de días sangrientos en los que los fallecidos ascienden a por lo menos 75 personas, hoy se ha anunciado un acuerdo preliminar con la oposición, la UE y Rusia.
Y digo yo, ¿era necesario esperar tanto tiempo? ¿Cuántas víctimas tienen que haber para que se tomen medidas?
No soy experta en estos temas, podéis leer cualquier diario nacional o internacional para informaros más sobre el conflicto de Kiev. Recomiendo el artículo de Daniel Basteiro “¿Qué está pasando en Ucrania? 5 claves para entenderlo” en la web Huffington Post, donde explica las bases del conflicto de forma clara e ilustradora.
Después de esta introducción, explico por qué hoy escribo sobre un conflicto fuera de nuestras fronteras, algo que no es usual en mi blog ni lo va a ser. Ver la masacre ucraniana y conocer qué ha motivado todo esto, me produce escalofríos, pena y rechazo. Un país que se supone que está en vías de desarrollarse aún más, en el que hace un par de años España jugaba la Eurocopa…me parece increíble que se estén produciendo hechos de esta magnitud.
Sin saber porqué (o sabiéndolo perfectamente) mi cabeza pensó en España, en la gente que está perdiendo sus casas, en las privatizaciones de servicios básicos, en el desempleo, en la precariedad de los contratos… Con esto no quiero hacer demagogia ni culpar a ningún gobierno, ni el socialista ni el popular. Me abstengo.
La realidad es la que es y, aunque parece que en algunas parcelas la cosa mejora, aún queda mucho por hacer. ¿Y por qué me acordé de España viendo la desgracia de Ucrania? Porque con todo lo que ha estado cayendo en nuestro país, demasiado civilizados hemos sido. Me siento orgullosa de la ciudadanía, sí. Cierto es que, como en todas partes, hay minorías radicales que sobre todo han dejado su huella en grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Protestas violentas, por desgracia, se han dado, pero no ha llegado la sangre al río. Aún así, puntualizo que mi orgullo no lo extiendo a estos grupos que han destrozado moviliario urbano y han alterado el ritmo de la ciudad de forma violenta.
Creo que somos un gran ejemplo para otros países, aguantamos lo que nos caiga y tratamos de sobre-vivir pacíficamente y ayudando como podemos, son admirables las muestras de solidaridad de los españoles en estos tiempos. Eso sí, tontos no somos y callados no nos quedamos. La lucha pacífica, aunque al leerlo suene a paradoja, existe y ha de existir.
Los jóvenes en concreto (hablo de ellos porque es el segmento en el que me encuentro) sabemos que no vivimos y quizás no viviremos como lo han hecho nuestros padres. Sí, probablemente seamos la primera generación en la historia que no va a vivir en términos generales mejor que sus progenitores. Aún así, tenemos formación, ganas y seguimos buscando nuestro sitio y labrarnos un futuro, al menos, a corto plazo.
Por todo esto, VIVA LOS ESPAÑOLES.