Enganchados sin remedio

Hace unas semanas Mark Zuckerberg y compañía detrás del nombre “Facebook” compraban la aplicación de mensajería instantánea más utilizada en el mundo: “Whatsapp”. Una adquisición de ni más ni menos que 19.000 millones de dólares (ahí es nada) Pero claro, para estos chicos, parece ser calderilla o el equivalente a comprarse un caprichito para el resto de los mortales.

Esta transacción tiene algunas peculiaridades, una de ellas, que el cofundador de Whatsapp, años atrás y antes de “inventar” esta aplicación, había participado en un proceso de selección para trabajar en Facebook. ¿El resultado? Fue descartado para el puesto.

Tras varios rechazos en grandes compañías, Jam Koum y Brian Acton se unían como bussiness couple y fundaban en 2009 “Whatsapp Inc”. El éxito no se hacía esperar mucho tiempo y pronto logró ser la app más descargada del momento y utilizada por millones de usuarios de todo el mundo para comunicarse diariamente.

Los famosos “sms” sufrieron el peor de los finales y digo esto, porque, a pesar de seguir existiendo, muy poca gente ya los utiliza como vía de comunicación; han pasado a ser más una herramienta publicitaria para las empresas.

A los pocos días de esta compra millonaria, Whatsapp se caía durante varias horas un sábado. Consecuencias: la gente descolocada, ya no sabía cómo comunicarse con sus amigos, conocidos, familiares…prácticamente se creaba una alarma social. Acostumbrados a la facilidad de: “Te envío un whats cuando vaya para allá”, “Esta tarde quedamos a tomar algo, lo hablamos por whastapp” y cientos de frases como estas, aquella tarde-noche desaparecían. En las redes sociales como Twitter y Facebook se hablaba de la hecatombe y pronto se convertía la #CaídaWhatsapp en trending topic mundial (el tema más comentado del momento).

Reconozco que fui una de las que más tuiteó esa noche, lo pasé pipa leyendo tuits de lo más divertido acerca del “acontecimiento”. Uno de ellos decía “He mandado un sms y después me he ido al río más cercano a lavar la ropa”.

Sí, esa noche volvimos a utilizar sms, hacer llamadas, HABLAR CARA A CARA con los nuestros… Parecía que de la época moderna hubiéramos hecho un viaje en el tiempo a la pre-historia. Mira que somos exagerados…

Reflexionemos por unos minutos, estamos enganchados sin remedio, no va a ser posible mirar atrás, cuando el móvil aún no era inteligente y éramos nosotros los que ejercíamos nuestro poder sobre él, dejándolo en un segundo plano en una cena, en el bolso, o en el bolsillo, sin la necesidad de mirarlo cada minuto.

Hemos creado una necesidad o mejor dicho, nos han creado una necesidad de la que ahora no podemos escapar.

Reconozco que soy una enganchada sin remedio, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero eso sí, qué liberación cuando estás un día o dos sin cobertura en cualquier pueblito perdido de nuestra geografía…

¿Lo ideal? Como siempre, el término medio, donde reside la virtud, en este caso sería pasar del “enganchados sin remedio” al “enganchados con cabeza”.

 

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