Instagrameando

Instagram. Dícese de aquella aplicación gratuita para compartir fotos que me tiene totalmente enganchada…

Lanzada en octubre de 2010, a estas alturas ya posee 100 millones de usuarios activos. Casi nada. En menos de 3 años, ya tiene la mitad de usuarios activos que Twitter en 7 años de existencia.  Y no tiene pinta de quedarse ahí la cosa.

Para los que no conozcáis cómo funciona la aplicación y red social; tiene un sencillo mecanismo: te registras y a través de ella puedes subir la foto que quieras, captada en el instante o bien, desde tu galería de fotos del móvil. Las fotos siempre tendrán el formato característico de las conocidas “Polaroid” en homenaje a ellas, y no el típico 16:9.

Una vez formateada la imagen, se pueden aplicar efectos fotográficos como filtros de enfoque, luminosidad, blanco y negro, añadir un marco, y lo que ahora tan de moda está: los efectos retro y vintage. Una vez retocada, está lista para compartir en tu perfil, y podrá ser vista por tus seguidores (funciona en ese aspecto como Twitter) y si añades en el pie de foto una descripción utilizando los famosos hashtags (#) podrás llegar a cualquier usuario del mundo que busque un determinado tema. Así conseguirás más “me gustas” y hacer más popular tu publicación. No obstante, si quieres llegar a una persona en concreto, desde hace unas semanas, se puede “etiquetar” a los usuarios que quieras en tu foto, lo que incrementará también la viralidad de la misma.

Y después de esta descripción técnica, voy a lo interesante de la cuestión: ¿para qué (nos) sirve?

Muchos pueden considerarlo como una red social más y una herramienta para estar en contacto con los amigos y compartir lo que se está haciendo en un momento determinado a través de una sola imagen, sin necesidad de texto.

Otro aspecto destacable es el cotilleo: ver las imágenes de usuarios que sigues, o incluso que no sigues (siempre que no tengan el perfil privado) y seguir las vidas de los famosos -que tiemblen las revistas y programas del corazón- porque son muchos los personajes populares y del mundo del artisteo los que cuelgan imágenes de su vida diaria.

Esto está muy bien pero, si vamos más allá, podemos exprimir al 100% las posibilidades que nos da esta herramienta y utilizar el dicho “Una imagen vale más que mil palabras” para vender nuestra propia marca, es decir, vendernos a nosotros mismos.

instagram-logoLas grandes marcas tienen presencia en esta red, a través de sus perfiles llegan a más gente y es una forma más para enseñar sus productos y comunicarse visualmente con su público. Una herramienta de comunicación gratuita y de presencia. Un ejemplo es el perfil de Zara.

Pero no sólo una marca puede venderse, me remito a las palabras anteriores: podemos “vendernos” como particulares, proyectar la imagen que queremos reflejar de nosotros mismos. Puede incluso ser, un instrumento más de búsqueda de empleo, sobre todo, si te dedicas a temas relacionados con el diseño y las artes gráficas: publicando extractos de tus trabajos, puede funcionar como una especie de portfolio on-line de los mismos. Y para ser visto, basta con emplear el sistema de etiquetas o hashtags para que empresas o agencias con presencia en Instagram te vean o te encuentren.

Creo que, en estos momentos de dificultad máxima de cara a encontrar un empleo, hay que estar en todas partes, darte a conocer siempre de manera positiva (no sólo utilizar las redes sociales para las típicas gracietas con los amigos) porque nunca sabes dónde va a surgir tu oportunidad.

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