Hace años visité Burgos y, casi por casualidad, entré en el museo del libro de esa localidad. En un reducido edificio de cuatro plantas, de forma amena y didáctica, te muestran la evolución de la escritura con el paso el tiempo. Desde las primeras grafías hechas en piedras, hasta los libros ilustrados o el libro electrónico, pasando por los libros hechos por amanuenses. Una exposición que, además, está salpicada con audiovisuales, que enseñan, por ejemplo, cómo se preparaba el papiro o la piel de animales para encuadernar los libros. La idea me pareció fascinante y creo que podría aplicarse en Guadalajara para hacer un Museo del Cuento. Este fin de semana se celebra el Maratón de Cuentos. Serán 3 días de actividad vertiginosa para los cientos de voluntarios, narradores y organizadores que participan en el evento; y un momento de magia pura para los vecinos y foráneos que nos asomamos por la calle Mayor y por el patio de los leones del Palacio del Infantado. El maratón empezará el viernes a mediodía y 46 horas después… se esfumará. Quizá uno de sus encantos sea su carácter efímero. Que esa magia electrizante se concentre en apenas tres días… pero igual que el Seminario de Literatura infantil y Juvenil prende la llama a través de otras actividades como los viernes de los cuentos, no estaría mal que hubiera un rincón en Guadalajara que mantuviera viva la llama del Maratón durante todo el año. Y a eso podría ayudar un Museo del Cuento.
El contenido lo tenemos al alcance de la mano. Los inagotables e imaginativos miembros del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil sabrían cómo llenar ese espacio hablando del origen de los cuentos, de los principales cuentistas, de la evolución de este tipo de relatos… Incluso se podrían hacer actividades paralelas y poner un pequeño escenario para que se celebren allí esos viernes de los cuentos que ahora se hacen en el Guitián…
Continentes hay de sobra. Tanto el Ayuntamiento de Guadalajara, como el Estado y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha tienen edificios públicos cerrados y desaprovechados que podrían ser fácilmente reconvertidos en un espacio homenaje al cuento: el Ateneo, que tiene al lado el teatro Moderno; algún espacio en la cárcel de mujeres donde el casi seguro nuevo alcalde, Alberto Rojo, quiere poner un centro de ocio para mayores; o el propio claustro de El Fuerte. Un lugar estupendo en el que el patio central podría usarse para contar y las habitaciones de alrededor, ahora derruidas y convertidas en sucio almacén, en lugar de exposición.
Las opciones son infinitas.
En Burgos el museo del libro es privado y ha sido creado por una editorial, pero en Guadalajara con ganas y con buena voluntad de las administraciones, se podría sacar adelante un proyecto de este tipo que mantuviese presente el Maratón de Cuentos más allá de los 3 días de junio. Un espacio que mostrase a los turistas a lo largo del año lo que ocurre en Guadalajara cada mes de junio. Un espacio que empezase a convertir en realidad ese sueño que muchos compartimos de que Guadalajara se convierta, poco a poco, en la ciudad de los cuentos.