8 de marzo: ¿ y si educamos en igualdad?

 

Mi hijo pequeño, que tiene 10 años, estudia estos días en “cono” el mundo contemporáneo.  En un pequeño recuadro de la lección le hablan de la situación de las mujeres a lo largo de la historia.  Le cuentan cómo en muchas sociedades no han tenido los mismos derechos, ni siquiera podían ir a la universidad y dependían de sus padres o maridos hasta para abrir una cuenta en el banco.

Él, que empieza a abrir los ojos al mundo, me pregunta sobre esas cuestiones que le parecen descabelladas. Yo, satisfago su curiosidad contándole historias familiares como si fueran relatos de la época neandertal. Pero mientras hablo me vienes imágenes a la mente y me doy cuenta de que las cosas han cambiado, sí, pero no lo suficiente.

Esas historias antiguas de grandes diferencias han dado paso a otras nuevas, historias actuales y diarias en las que las diferencias siguen latentes aunque queramos dar la imagen de que no, de que somos “casi” iguales.  Y por eso, le cuento a mi hijo lo que sucede hoy en día, no en Bolivia o la India, donde la situación de las mujeres es infinitamente peor que la de las españolas, si no de lo que ocurre a su alrededor. Y busco en internet y le enseño que en España en 2013 las mujeres siguen cobrando menos que los hombres por el mismo trabajo , exactamente un 16,2 por ciento menos que cualquier hombre por ¡hacer lo mismo! Eso hace que una mujer ingrese 5.000 euros menos que un hombre o lo que es lo mismo trabaja gratis durante 59 días al año para su empresa.

Y parece que la preparación poco tiene que ver: según un informe de la OCDE en 2012 el 45 por ciento de las mujeres entre 24 y 35 años estudiaba en la universidad, en los hombres, el porcentaje es del 33 por ciento. Porque aunque las mujeres se preparan más y ocupan masivamente los puestos directivos sólo consiguen los intermedios y pocas, muy pocas, consiguen llegar a la alta dirección.

Y las cosas no van a mejor en España: el número de directivas está bajando pasando del 24 por ciento en 2012 al 21 por ciento en 2013.

Malas noticias.  Parece que en épocas de bonanza avanzamos un paso en igualdad pero la crisis, maldita crisis, nos hace retroceder dos.

¿Y cómo solucionamos esto?

Al margen de las obligaciones del Gobierno que, todo hay que decirlo, no da un paso en conseguir la conciliación laboral y familiar, quizá deberíamos buscar en casa, en las horas que las madres se disculpan en el trabajo para llevar al niño al médico mientras que los padres siguen trabajando. Buscar en cada familia en la que el padre no participa de las tareas del hogar, en cada familia en la que el padre echa una mano pero no se implica totalmente, en cada familia en la que no se reparten las tareas al 50 por ciento entre los padres y, también, no hay que olvidarlo en cada familia donde las madres se ocupan de todo sin implicar a sus hijos (da igual si hombres o mujeres) y mostrándolo como “lo normal”. Lo que es una muestra de amor y entrega, dentro de 20 años será una repetición de roles equivocados. Y ahí es donde los padres tenemos que trabajar la igualdad, en casa, y desde pequeños.

Una carrera de fondo, bastante agotadora, que será la única que nos permitirá ir acabando con las barreras entre sexos para que cuando los niños de hoy en día crezcan les cuenten a sus hijos que hubo una época en la que se celebraba un Día de la Mujer para acabar con las diferencias entre sexos y ellos, los pequeños, abran los ojos asombrados y sus padres les cuenten historias familiares ancestrales sin que puedan encontrar noticias en internet que les digan que eso, a menor escala, sigue pasando.

Feliz 8 de marzo.

 

 

 

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