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Los tres Reyes Magos y los Tres Reyes castellanos

Sabido es que los Tres Reyes Magos de Oriente, ni eran Tres ni eran Reyes ni eran de Oriente en el Evangelio de San Mateo, el único de los cuatro evangelistas que recoge algo parecido a este relato.

Pero Mateo lo que indica es que unos magos, en el sentido de astrólogos o sabios, pero sin especificar su número vinieron a comprobar lo que había sucedido en el portal de Belén, en la fecha que la Iglesia ha querido designar que fue el 25 de diciembre, aunque tampoco es esta la fecha real del nacimiento de Jesús.

En cuanto a que sean “de Oriente”, por tal expresión entendía el pueblo judío que se trataba de gente extranjera, por lo que los astrólogos podían ser dos o doce como se cree en algunas tradiciones cristianas, y de cualquier parte externa.

San Beda el Venerable, un monje benedictino del siglo VIII fue el que estableció y no el evangelio de San Mateo la tradición de que eran Reyes, de que eran tres, de que portaban regalos para el niño, de los nombres por los que actualmente les conocemos de Melchor, Gaspar y Baltasar, y de que cada uno venía representando a uno de los continentes entonces conocidos.

En el siglo VIII de San Beda, y el siglo I de Jesucristo, los tres continentes antiguos y los únicos que salen en la Biblia, pues eran los únicos conocidos por los judíos y por todos los pueblos antiguos: Europa, representada por el mago o sabio Melchor, Asia la del mago o sabio Gaspar y África del sabio o mago Baltasar.

Galeón de la Corona de Castilla, 1621, cuartelado, San Pedro

Sin querer rectificar a San Beda el Venerable, sino complementarlo, es fácil deducir que como la sabiduría divina ha de ser infalible o no sería divina, en algún lugar de la Biblia y del Evangelio de San Mateo debe interpretarse la verdad completa, que para están la Biblia y los Evangelios, incluido el de San Mateo.

Es por ello que se puede afirmar que en las próximas ediciones de las Biblias del mundo se dirá que, confirmadamente, los Reyes Magos del Extranjero, no sólo fueron los tres de Oriente, sino los tres de Occidente que acudieron a Jerusalén y a Belén, por el mar Mediterráneo, pues su medio de transporte fueron tres barcos castellanos que portaban la buena nueva de la existencia de tres continentes más creados por Dios, que debían ser añadidos a su grandeza.

Por barco, pues, y desde Castilla llegaron hasta Belén, los Reyes Magos Cristóbal que aportó la noticia de un nuevo continente para sumar a los tres bíblicos que se llamarían las Indias o América, según se prefiriese, el paje del Rey Cristóbal  se llamaba Alonso de Ojeda, y regaló al Niño Dios Agua del Orinoco, para que comprendiera la magnitud del continente que había producido tan caudaloso río que parecía inacabable.

Otro galeón castellano llegó a Palestina, comandado por el almirante castellano Fernando de Magallanes y por su paje Gonzalo Gómez de Espinosa, los cuales venían en representación de Oceanía y Australia, por lo que le trajeron agua salada, para que se viera que el Señor Nuestro Dios, en su grandeza, que lo que había creado es el Planeta Agua, mucho más que el planeta Tierra, pero que ello sólo se sabía desde la obra descubridora de Magallanes y su segundo de a bordo, Gómez de Espinosa. Sin Castilla, hasta la creación hubiera quedado incompleta.

Y aún llegó una tercera galera castellana hasta las aguas cercanas a Belén, de la cual descendió Gabriel de Castilla y su paje que era pariente suyo de los apellidados  “de Castilla” en Palencia, que como se sabe son legión. El Rey Gabriel de Castilla, descubridor del sexto continente, La Antártida obsequió un enorme trozo de hielo del continente helado, el cual como era mágico, nunca se derritió.

Y dicen las crónicas que de este hecho hablan que cuando los Tres Reyes castellanos, Cristóbal, Fernando y Gabriel hubieron concluido la entrega de sus obsequios al Niño Dios, sí que pudo decirse que Jesús había nacido y había sido agasajado por todos los continentes que el omnipotente Dios había creado, y que como era omnisciente, bien sabía él que había sido así.

Por lo cual, tras la llegada de los Tres Reyes castellanos el Niño Jesús, sonrió plenamente.

Hágase saber esta rectificación de sus relatos previos tanto a San Mateo como a San Beda el Venerable, que estaría muy imbuidos de ciencia infusa divina, pero en materia geográfica había sido una desgracia para ellos haber nacido antes de los Descubrimientos castellanos.

Nihil obstat para su publicación, por la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que ya no es la de Galileo Galilei ni la de Giordano Bruno, afortunadamente.

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