Saludo e inicio

Inicio con estas líneas mi colaboración con “GuadalajaraDiario”, el medio digital que considero de referencia en estos momentos dentro de la provincia de Guadalajara.

Y no podía ser de otra forma: lo dirige Santiago Barra Toquero, que, cuando yo puse el pie en esta provincia, que considero mía aunque me alumbraran en Madrid, retornado de las tierras valencianas donde pasé mi juventud, esto es, allá por 1974, era ya un impetuoso periodista que informaba con toda la fibra, la garra y el brío de la juventud.

Luego nada de eso le ha desfallecido, ni se le ha desmayado entre las manos, porque ha fundado semanarios y tanteado los terrenos arriesgados de la televisión, siempre al mando de una corbeta informativa.

Alguna vez que le visité en la antigua sede de “El Decano”, cuando yo también timoneaba una fragata periodística en Alcalá de Henares -de las de antes del oleaje de la crisis, que ha mandado a pique a tanto buque insignia de Guadalajara y de la ciudad complutense, e incluso de todos los restantes océanos y latitudes del continente-, le dije que allí –entre los ejemplares encuadernados de “Flores y Abejas” que revisaba- guardaba la Historia entera de la provincia, en su papel añejo, vetusto y amarilleado.

Y así era. Es lo que pasa con el papel prensa, con las noticias, y con los hechos que fueron, que luego –vaya usted a saber el porqué de las cosas- amarillean.

Así son de tozudos, empecinados y recalcitrantes los hechos, que el día menos pensado ya no son la rabiosa actualidad, sino que son la historia recordada y amarillenta de lo que se fue, pero aún puede rastrearse, como rastrea un can cazador el rastro de la liebre del pasado.

Me encuentro aquí también, como compañero de columnas y de fatigas, a Jesús Orea, que ha incursionado en prensa y en política, porque son dos de sus legítimas aficiones.

Si hubiera que realizar un escrutinio de políticos provinciales, al modo que Miguel de Cervantes efectuó el cómputo, averiguación y dictamen de los libros que guardaba la biblioteca del ilustre hidalgo castellano de la Mancha, pienso que Jesús Orea, no debería ser de los que quedaran en el limbo de la duda, a ver que pasaba con ellos más adelante, sino que habría que ser salvado de todo tipo de quema, porque ha hecho obra, la ha hecho con estilo propio, y ha quedado, hasta el punto de que la ciudad de Guadalajara se lo agradece.

Yo mismo, en alguno de mis libros sobre Guadalajara, que circulan por ahí, he dejado breve constancia de su más digno de mayor agradecimiento, por sus labores políticas en esta tierra, campiña y urbe de Arriaca de nuestros amores y desvelos.

Saludo también en estas líneas de inicio a José Ramón López de los Mozos, el cual, asimismo en aquellas fechas en que puse pie de nuevo en las recuperadas tierras de Guadalajara (para volver a salir pronto de ellas: porque conmigo los predios de la Alcarria no han sido generosas en lo nutritivo, y he tenido que ir a buscarme los garbanzos y las habichuelas por diferentes enclaves: eso sí, ya no muy lejanos), el cual López de los Mozos digo, allá por los finales 70 ya andaba desenmascarando a las botargas y a otros folklores de la provincia, para ver qué había detrás de ellas y ellos.

Hoy José Ramón tiene más “Papeles de Fiesta” que las peñas de la ciudad litros de alcohol cuando desfilan por septiembre, lo que ya es decir papeles.

Saludo también a Nuria Fernández, a quien conozco menos, pero a quien seguiré con más atención a partir de este momento.

Y nada más: pensaba iniciar propiamente mi sección, después del saludo, pero las limitaciones de espacio constriñen tanto o más que algunos medicamentos de efectos acaso más dañinos que beneficiosos, a los que ahora no voy a citar. Sólo sus efectos.

CODA: Eso sí, en la próxima entrega de este “Realismo simbólico para el mundo”, explicaré el porqué de tan sonoro título, y lo que pretendo hacer con él. Dios mediante y si los hados me resultan propicios.

VALE, como diría el Genio (con mayúsculas sólo hay uno), en cuyo cuarto centenario de su fallecimiento nos encontramos.

 

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