Versos a Medianoche en Guadalajara y Torija. J. M. Alonso

“ÓIGAME SEÑOR AUTOR DE este artículo”, preguntó de nuevo el díscolo, indisciplinado y levantisco lector de prensa que, texto tras texto, intentaba sacar la cabeza fuera de su papel asignado como lector, para convertirse él mismo en el protagonista de la columna.

-Dígame, señor lector, ¿qué quiere…? Ya estaba usted tardando mucho hoy en interrumpirme.

-Que me han dicho que en el mes de julio ha vuelto a publicar usted otros tres libros de versos, igual que en junio, y que no se sabe ya la cantidad de libros que lleva usted publicados desde que comenzó el año 2017

Dieciséis, exactamente. Trece de versos, dos novelas y una obra de teatro… Pero ocurre una cosa con lo que usted dice, señor lector.

-¿Cuál es?

-Que no es ése el tema del artículo que escribo, por lo que debo reconvenirle drásticamente y rogarle educadamente que guarde silencio.

-Usted disculpe. Así lo haré –aseguró el lector-.

Aunque as los pocos segundos, preguntaba:

-¿Y entonces el tema del artículo?

EL TEMA DE ESTE ARTÍCULO son las ediciones de “versos a medianoche” que afortunadamente abundan en una provincia profundamente poética como es la de Guadalajara.

Lo da la belleza de la tierra –una de las más hermosas y variadas de España-, lo ha dado a lo largo de la Historia –pues ha sido una provincia recorrida por la poesía castellana- y lo sigue dando en nuestros días.

Lo fue el martes, 18 de julio, en la plaza del Carmen de Guadalajara, donde se celebró una nueva edición más de “Versos a Medianoche”, de la cual ya publicó este medio una Crónica Rimada, que tiene el lector a su disposición, para releer o leer por primera vez, si no lo hizo en su día,

http://www.guadalajaradiario.es/ocio-y-cultura/23599-versos-a-medianoche.html

Y el sábado 29 de julio la poesía se derrama por la Plazuela de la Iglesia, de Torija, con la edición de “Versos al pie de un soneto”.

Para este festival torijano de versos, no voy a efectuar una crónica rimada, sino que, dada la amistad y la condición de catecúmeno de su sabiduría que tuve con el poeta José María Alonso Gamo, al pie de cuyo soneto se celebra esta edición poética, voy a hacer otra cosa.

 

José María Alonso Gamo, poeta de Torija

Reproduciré exactamente cómo rememoré en 2016, mi vieja amistad con José María Alonso Gamo, cómo es la plazuela de la Iglesia de Torija, cuál es el soneto de Alonso Gamo que allí se inscribe en cerámica y cómo recorrí yo esas callejas en mi libro del año citado, que lleva por título “Viaje a la Alcarria, versión siglo XXI”. 

He aquí los párrafos que se refieren a todo ello, sin más aviso, lo cual servirá para refrescar a todos la memoria de quién fue José María Alonso Gamo, porque hay torijanos, incluso que presumen de serlo, los cuales sin embargo no saben exactamente quién fue su paisano… Pues aquí lo tienen:

“Ruando por las calles de Torija, según se sale de la plaza de la Villa por la calle General Aldeanueva, el escribidor acaba llegando hasta la iglesia, que contempla y disfruta, y también alcanza la plazuela de la Iglesia y se planta en la calle de José María Alonso Gamo, torijano ilustre, con quien el escribidor tuvo amistad en sus años mozos, porque les unía la misma pasión común por la poesía, por Catulo y por la provincia de Guadalajara.

José María Alonso Gamo, caballero donde los haya, había nacido en 1913, y para cuando el escribidor tuvo trato con él era mucho mayor que el pipiolo que por entonces empezaba a escribir.

José María le recibió en su casa del Paseo del Prado, de Madrid, decorada con todo lujo y una asombrosa y valiosa biblioteca, sobre todo, de autores clásicos grecolatinos.

Al escribidor de ahora, José María Alonso Gamo le regaló una traducción suya de los versos de Catulo, dedicada y firmada de su puño y letra, que sacó de una imponente vitrina acristalada, alta hasta el techo, llena de libros estimables. Y también le obsequió con muchos elogios por los pinitos literarios, mayormente versos, que el escribidor entonces componía.

(…)

Ahora el escribidor, mientras pasea por la calle José María Alonso Gamo, de Torija, y por otras adyacentes, le da la razón en muchas de las cosas que le dijo sobre el verso libre y sobre el soneto, y piensa, por pensar algo, en el paso del tiempo y en los caminos y senderos ocultos por donde nos va llevando la vida.

Para rememorar a su amigo, José María Alonso Gamo, y ya que está en su pueblo, el escribidor busca en su aparato móvil, y, cuando encuentra lo que busca, lee para sí:

LO QUE COBIJA HOY TURRÍCULA,

(El castillo de Torija al atardecer)                                                        

 

Cuando veo estas piedras albas rectas,

Umbrías ya de atardecer heridas,

Al sol de oeste ya casi vencidas,

Nobles rocas aún altas erectas.

 

Donde lanchas en cantos revestidas

Obtienen del cuadrado las selectas

Vistas bélicas y hoy en paz perfectas

Escenas de armonías compartidas.

 

Ondear arriba a tus arquitectas

Espuelas diamantinas recorridas

Sobre los siglos- por amanecidas

Tierras al galope de eras provectas…

 

Aún existir las siento, castillo,

SOBRE TU ROCA LLANA de Torija;

turrícula, torrecilla, rendija

asediada hoy sólo por el brillo

 

del atardecer, que tu torre de homenaje guarda, luce y cobija.

 

“Al final, tuviste tú razón, José María”, piensa el escribidor, meditabundo, caviloso y pensativo,  “la rima completa, la consonante y el soneto son la más alta expresión con que cuenta la poesía para fabricar belleza en pocas líneas”.

Y luego, prosigue:

“Aunque, como verás, no es exactamente el soneto en lo que he parado. Creo que al final conseguí innovar algunas cosas clásicas.  Es un soneto especial, de dieciséis versos, dicisiete en este caso, y con otras variaciones que tú entenderás”.

(…)

Al escribidor le da tiempo a acercarse también hasta la airosa picota de Torija, que al entrar a lomos de Alcarriante habían visto, y allí quedándose plantado ante ella, tomando mentalmente algunos datos y una foto de la misma, le da para componer, cuando vuelve a su casa, esta descripción rimada:

 

 

 

 

 

LA PICOTA DE TORIJA

 

Sobre un cielo gris que sirve de contraste,

Obrando el prodigio de ser pilastra

Brava de la historia, que en el libro de la lastra

Recibe la anotación del tiempo que labraste

 

Eres símbolo del fluir de siglos que arrastra

Un corcel de épocas que atrás dejaste,

No solo entre el viento huidizo que pasaste,

Contigo sigue ahora y en la piedra encastra.

 

Incipientes cabezas de león, los cardinales

En punta puntos marcan en lo alto.

Lados en cruz de fiera que casi el salto

Obran de saltar como rugientes animales.

 

Gloriosa villa, que en mi verso exalto.

Rastro de paz y guerra dando señales,

Indicando en cada uno de sus umbrales

Ser ya villa bella de corazón alto

QUE SIRVE DE CONTRASTES celestiales

a esta picota, que de ser villa Torija da señales.

Ruando de nuevo por las calles de Torija, el escribidor rodea la iglesia de la Asunción, y se asoma desde allí hasta el valle. Conforme llega de nuevo a la plazuela de la Iglesia, encuentra adosada a las piedras del templo algo en lo que antes no se había fijado: una notable cerámica muy grande, de varios cuerpos, quince en total, porque el escribidor se entretiene en contarlos.

La cerámica lo que contiene es un bello soneto de José María, dedicado a su pueblo natal, en el que se expresa:

 

Torija. ¡Aquella plaza, aquella calle,

por las que va, de paso, mi costumbre!

Torija en que nací: piedra de alumbre

que mis sueños rodeas con tu talle!”.

 

Del libro “Viaje a la Alcarria, versión siglo XXI” y, dentro de él, de la parte titulada en concreto “La novela de Torija”, Juan Pablo Mañueco (2016)

 

 

 

 

 

 

 

 

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