Entonces, Cataluña era el territorio menos poblado y menos potente de España, por lo que no sintiéndose protegido por la Corona de Aragón, pidió su ingreso en la de Castilla, en la desigual guerra que sostenía la débil Corona de Aragón contra la poderosa Francia.
Este hecho histórico no suele recordarse ni en la Historia de Castilla (desconocida para la mayoría de los castellanos) ni mucho menos en la de Cataluña, sometida a unos delirios historicistas abundantemente regados y financiados por las subvenciones oficiales, y en donde un pasaje histórico como éste haría saltar por los aires los desvaríos y fabulaciones del llamado soberanismo catalán.
Los hechos
DURANTE LAS ALTERACIONES CATALANAS de 1462-1472, el Consell del Principat de Catalunya, enfrentado tanto contra Juan II de Aragón como contra Luis XI de Francia, proclamó solemnemente a Enrique IV de Castilla como el nuevo soberano del Principado de Cataluña, tras deponer al rey Juan II de Aragón, a su esposa y a su hijo Fernando.
El odio social que esas alteraciones catalanas dejaron entre muchos campesinos catalanes todavía perduraban en diciembre de 1492, cuando en la visita de los Reyes Católicos a Barcelona, Fernando fue objeto de un intento de asesinato que casi le cuesta la vida el día 7 de ese mes, en la escalinata del palacio real de Barcelona.
El campesino adscrito a la tierra, que debía redimirse mediante el pago de una cantidad a su señor feudal para abandonar la tierra, o “payés de remensa”, que cometió tal intento de asesinato, fue ejecutado pocos días después, por desmembración y, tras esperar a que muriese desangrado, los restos de su cuerpo fueron quemados en la hoguera.
Ni que decir tiene que Enrique IV de Castilla, treinta años antes de este intento de magnicidio, cuando los odios sociales estaban más enconados aún en Cataluña, hizo caso omiso de esa sorprendente proclamación como rey del Principado, ocupado como estaba en asuntos de mayor interés para su reino castellano.
TAMBIÉN PODÍA HABER TITULADO este artículo “Enrique IV de Castilla, proclamado rey por el Consell del Principat de Catalunya” y serviría para hacernos comprender lo mucho que han cambiado las cosas y las correlaciones de fuerzas en España entre el siglo XV y nuestros días.
Las monedas: Enrique IV de Castilla en un “croat” catalán
Sin embargo las autoridades de Barcelona, para probar que querían situarse bajo la soberanía castellana, acuñaron en su ciudad “croats” (cruzados, por la cruz del reverso) de plata con la efigie de Enrique IV de Castilla en su anverso, como moneda de curso legal en Cataluña.
La validez legal de tales monedas duró muy poco tiempo, hasta que Enrique IV de Castilla dejó bien claro su nulo interés por participar en los asuntos de Cataluña. En consecuencia, esos “croats” catalanes con la efigie del rey de Castilla son hoy monedas valiosísimas para los coleccionistas.
Expulsión de los franceses de la Cataluña Norte, gracias a la potencia de Castilla
DE HECHO, FUE CON la ayuda de Castilla como la Corona de Aragón y, por tanto, Cataluña, pudo recuperar en 1493 –en cuanto Castilla desocupó tropas de la concluida Guerra de Granada para poder dedicarlas a nuevos menesteres- esos territorios cedidos a Francia décadas antes, que constituyen la Cataluña –hoy, nuevamente- francesa.
Los ejércitos de Isabel y Fernando entraron en Perpiñán restableciendo la anterior frontera franco-aragonesa. Aunque en 1503 Luis XII de Francia pretendió anexionarse de nuevo esos territorios, fue derrotado otra vez por el ejército español (castellano-aragonés), ya unido, y más fuerte y organizado que el francés.
Como decíamos, volviendo a la década de los años sesenta y setenta del siglo XV, ese cualquier precio que necesitaba Juan II de Aragón y su hijo Fernando, fue la boda del príncipe Fernando con una simple pretendiente al trono castellano, no muy bien situada en la línea de sucesión al trono, la infanta Isabel.
Isabel sólo era hermanastra del rey Enrique IV, mientras que la herencia del trono correspondía a su hija, la princesa Juana de Trastámara, la mal llamada –por sus enemigos- la Beltraneja.
Juana I de Trastámara, por cierto, fue criada por los Mendoza en Guadalajara y Trijueque, y acabaría casada con el rey de Portugal para propiciar una unión entre las Coronas de Castilla y Portugal, siguiendo los deseos de su padre, Enrique IV, que no quería saber nada de Aragón ni de ninguno de sus territorios, pues comprendía que Aragón suponía la Guerra total contra Francia, como así ocurrió durante las dos siguientes centurias, tras la derrota de Castilla-Portugal ante la Castilla-Aragón de Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, en la Guerra Civil castellana que se desencadenó tras la muerte de Enrique IV.
IMAGEN: Enrique IV de Castilla en el anverso de un “croat” de plata acuñado en Barcelona, cuando el “Consell del Principat de Catalunya” pidió al rey castellano situarse bajo su soberanía.
Texto e imagen extraídas del libro «Breve historia de Castilla», 2019. Juan Pablo Mañueco.