SABIDO ES QUE, DEBAJO de un árbol gigante de Navidad, de esos que se plantan en las plazas de las ciudades para iluminar los alegres y nostálgicos atardeceres de los primeros copos del frío y las noches largas y eclipsadas de la fechas próximas al 25 de diciembre de cada año, así como también para alegrar la vista de todos los transeúntes en las horas benevolentes y clarificadoras de más luz diurna, son muchas, dispares, entretenidas y variadas las cosas que ocurren a quienes por allí transitan o se encuentran.
Las raíces de estos árboles gigantes de la Navidad están plantadas en la tradición y sus ramas de hojas perpetuas igualmente en ella se instalan… Incluso hay quien dice que sus bolas redondas son reflejo de las manzanas del Paraíso que alguien mordió hace tiempo y desde entonces se introdujo el desorden en el mundo que antes de ello estaba debidamente estructurado, muy metódica y cuidadosamente sistematizado todo cuanto estaba establecido.
También hay indicadores culturales para sostener que las luces que brillan en los árboles, ya sean minúsculos, medianos o gigantes de Navidad, son las luces de la esperanza, de la redención y del deseo de que todo vuelva a ser como antes de que el árbol de las manzanas prohibidas fuera hollado por los dientes de la persona humana que lo desordenó, tan calamitosamente.
Un Espectador Sentado, bastante escéptico.
-BAH. TONTERÍAS –SE DIJO el observador sentado, que se encontraba cerca de la entrada del Mercado de Artesanía Navideña que el Ayuntamiento había instalado aquel año, en la plaza de Santo Domingo, conocida en toda la ciudad donde se desarrollan estos acontecimientos.
El observador sentado podría haber tenido otro nombre pero lo llamaremos el Observador Sentado, porque efectivamente se encontrada arrellanado y acomodado sobe uno de los bancos que había en la isleta peatonal del principio de la plaza, cerca de un olivo en no muy inmejorables condiciones de poda, que a su derecha se encontraba.
Detrás del Observador Sentado se erigía la Iglesia de San Ginés de aquella ciudad, sobre cuyo arco semicircular habían dispuesto una gran pancarta que cubría de lado a lado la parte superior de la misma, en donde aparecía la figura de un regordete Niño Jesús que extendía sus manos para abrazarse al mundo. También había una interjección muy optimista que declaraba entre dos amorosas exclamaciones…
-¡Feliz Navidad!
Al leerlo, unos segundos antes, el Observador Sentado había dicho:
-Bah. Tonterías.
Pero lo que más había admirado e incluso desconcertado al Observador Sentado es el sorprendente mensaje que podía leerse sin ningún pudor, recato, miramiento ni decoro en la parte superior del antedicho cartel y en donde era dado descubrir con todas sus letras, un pasaje del profeta Isaías, aquel rabino hebreo del siglo VIII antes de Jesucristo, que los judíos tienen la costumbre de llamar Ieshaiáhu, y que significa («Jehová es salvación»), en que podía observarse e interiorizarse -y a gran tamaño- la siguiente herejía:
-“Se manifestará la Gloria del Señor y todo el mundo verá la salvación de nuestro Dios”
El Observador Sentado, antes de haberse acomodado en el banco donde ahora descansaba, cuando todavía estaba enfrente de la enormidad y exuberancia rectangular de cartel del copioso, coloreado y opulento de brillos y tonos, se había santiguado al leer aquello, pensando que era inaudito que semejante mensaje pudiera emitirse desde una Iglesia católica consagrada al Señor, y, mientras se santiguaba de nuevo, para purificar su mente, sus ojos, su pecho y ambos de sus costados, a causa de lo que profundidad del abismo y depresión en que había caído su entendimiento por semejante afirmación, murmuró entre dientes para que no se escandalizara ningún transeúnte de los que se encontraban en la explanada de la Iglesia.
-¡Cielo santo!
Y volvió a santiguarse repetidamente, signarse y persignarse con insistencia, a fin de que el sosiego de su conciencia tornase a su normalidad serena y calmada en que se encontraba antes de leer aquella aquel asertivo testimonio, rotunda declaración y categórico alegato.
Suma inquietud en el espectador sentado
-¡SI Ieshaiáhu LEVANTASE LA CABEZA… lo que haría con los redactores y compositores de este cartel, incluso después de tomarse con santa calma y benévola paciencia, eso de que le llamara “Isaías” que sólo muy vagamente recordaba a su verdadero nombre hebreo, en una lengua novedosa para el santo y paciente varón de otros tiempos, lugares y épocas que diose a conocer a sus contemporáneos y connacionales levíticos con el comprensible, natural y paisano –para ellos- nombre de Ieshaiáhu.
De tal forma había quedado conmovido, sobrecogido e impuesto el Observador Sentado, antes de tomar asiento, cuando leyó aquel cartelón sobredimensionado y pancarta monumental, considerable y mayúscula, que volvió a leer el mensaje y pasaje bíblico por si se hubiera confundido en su primera lectura rápida…
Pero no, de todas, todas y sin duda alguna, sobre la fachada del templo de San Ginés de la ciudad donde ocurren estos verídicos acontecimientos, ponía sin lugar a equívocos y sin que pudiera negarse, en un perfecto castellano, muy bien caligrafíado, xerigrafiado y en letras blancas purísimas sobre un inmaculado azul celeste oscuro, muy adecuado si fuere otra la ocasión, el trance y el anunciado aviso que traía estampado, el siguiente mensaje:
-“Se manifestará la Gloria del Señor y todo el mundo verá la salvación de nuestro Dios” Is (Ieshaiáhu) 40.5
-¡Sapristi! –tornó a decirse para sí el Espectador Sentado, antes de tomar asiento, cuando aún estaba ante el arco de entrada de la Iglesia de San Ginés-. ¡Es cierto que lo pone! ¡No hay confusión posible!
A lo que añadió:
-¡Ave María Purísima y el Señor nos vala!
Y sin salir todavía de su asombro, ni mucho menos, prorrumpió a exclamar en voz baja, para que nadie resultara dañado al oír lo que a él mismo le había dañado tanto:
-¡A qué extremos de decaimiento y envilecimientos de todos los conceptos, pero más de los del espíritu hemos llegado!
Finalizando su triste, amarga y acibarada reflexión con una aún más amarescente y dolorosa conclusión:
-O tempora o mores! ¡Qué tiempos, qué costumbres!, como escribió ya Marco Tulio Cicerón, en su primera Catilinaria “Oratio in Catilinam Prima in Senatu Habita”. En su discurso contra Catilina, que había intentado asesinarlo. En ella Cicerón deplora la perfidia y la corrupción de su tiempo…
Y yo, a la vista de un mural tan osado, tan audaz y hasta tan mucho irrespetuoso como éste no puedo más que afligirme, dolerme y lamentar por las costumbres decadentes de nuestros tiempos que a estos extremos nos han bajado, para oprobio, baldón y vilipendio de nuestros desafortunado, nefasto, aciago y astroso siglo XXI…
Así lloraba y se condolía, el Espectador Sentado, antes de tomar asiento, ante la visión del cartelón inmenso que pendía del arco semicircular de piedra de la Iglesia de San Ginés, que parecía la pobre criatura un nuevo Jeremías redivivo para dolerse, apesadumbrarse y lamentarse por los errores y desviaciones en que había incurrido nuestro pérfido, maléfico y dejado de la mano de Dios tiempo de errores, descuidos, yerros y cabalgamientos sobre las herraduras de los caminos errados y herrados por la inexactitud, la incuria y la desidia, cuando no por el dolo, la trampa y el engaño de los sentidos.
-¡Oh, Jeremías, Jeremías! –se decía para sí el Espectador Sentado, antes de sentarse- ¡Cuán poco viste y padeciste en tu época para lo que es corriente, moliente y usual en nuestro desdichado tiempo, como ahora mismo puedo comprobar ante mis ojos con ese impío mensaje que se ofrece al escándalo de la feligresía y de los ciudadanos y ciudadanas en general, beatos y beatas todos y todas como están llamados vocacionalmente a ser, pero no por este letrero maligno, enorme y sinuoso!
Reflexionó un instante el Espectador Sentado, antes de sentarse, mientras contemplaba el rótulo de tela despiadado y engañoso sobre él, y al darse cuenta de que había nombrado como “Jeremías” al augur y arúspice, recordó que ya este profeta llamaba a los reyes y a los sacerdotes a que se arrepintieran de sus múltiples pecados, porque tenían esclavizados a los seres sometidos a ellos, y les había vaticinado que sus pecados serían castigados de la misma manera, siendo ellos también -los reyes crueles y los sacerdotes impíos y falsarios- sometidos a la esclavitud de pueblos extranjeros.
-¡Oh, piadoso Jeremías, acaso el único hombre justo de tu tiempo, cuánta razón tenías acerca de los vicios, corruptelas, perversiones y depravaciones en que habían incurrido los poderosos de tus días, que acaso se parezcan como dos gotas de agua a las deshonestidades e impurezas que cometen los poderosos del presente en los nuestros!
Dicho lo cual, tornó a leer el sobrecogedor mensaje que figuraba estampado en el cartelón enorme de la fachada de San Ginés de aquella ciudad, que algunos dicen que se llamaba Carriaca
y otros Vetusta Pétrea
y algunos más pretenden que su nombre era Nueva Babilonia,
Vieja Sodoma y Gomorra
y la Viejísima Yerushaláyim
y más antigua aún Carpetania del Río Dulce de las Piedras,
dicho esto último en alfabeto celtíbero…
y se santiguó de nuevo para apartar de sí los malos pensamientos y los pésimos espíritus que pudiera haber pululando por el entorno y,
con abundante lágrimas en los ojos,
que regaban incluso las baldosas del pavimento,
se dijo en voz baja, para no extender más la herejía pecaminosa, tan múltiple, que aquel cartel propalaba,
lo siguiente:
-¿La salvación de nuestro Dios?
Y repitió mentalmente:
-¿La salvación de nuestro Dios?
No daba crédito a lo que leía.
-¿Es que su Dios está condenado y debe salvarse?
Se horrorizó más:
-O incluso “ser salvado”. Con una voz pasiva que indicaría aún con mejor exactitud la impotencia divina para realizar esa acción por sí mismo. Y no quiero entrar aquí en cuestiones de género gramatical: lo diré de una forma neutra: ¿No puede realizar dicha acción de salvarse o ser salvado… “per se”?
Se asombró ante aquella confesión asomada hasta la fachada de un templo católico de la ciudad de Carriaca, o Vetusta Pétrea, o Nueva Babilonia, o Vieja Sodoma y Gomorra, o Viejísima Yerushaláyim o más antigua aún Carpetania del Río Dulce de las Piedras, y, tras asombrarse, no se arredró sino que continuó avanzando hacia el espeluzne, hacia el espanto, hacia el horripile, el sobrecogimiento y el terror que le invadía a lo largo y ancho de todo su ser.
¡Sapristi, Sapristi!
-¡SI ESTAS COSAS SE dicen a las claras por fuera, que no harán a las oscuras y a las lóbregas por las estancias, capillas y sacristías y salas de reunión y planificación dentro de la Iglesia! ¡Sapristi!
-¿Sapristi? –se preguntó a sí mismo el Espectador Sentado, antes de tomar asiento, mediante uno de los lóbulos de su cerebro, en interrogación demediada que al parecer iba dirigida al otro de los lóbulos de su mente-.
-Eso he dicho. ¡Sapristi! –le repondió el otro lóbulo, bastante más racionalista e entendido en estas cosas-.
-¿Qué es “sapristi”?
-¿Quieres saber lo que es “sapristi”?
-¡Te lo ruego!
-Conforme, sea como tú quieres, hermano lóbulo…
-¿Y bien?
-Sin meter prisas, hermano, que aún prosigo aterrado, y eso no es nada bueno en estas fechas de Navidad.
-Tate, tate, folloncicos, de ninguno sea tocada que esta empresa de explicarme de dónde viene la expresión “sapristi” para ti sólo estaba guardada. Expónmelo cuanto de pete y plazca, hermano.
-Pues mira, “sapristi” viene de la expresión de la lengua francesa “sacristi”, “Sacré Christ” deformado.
-¿Sapristi, que tanta gracia nos hace cómo suena viene de algo tan solemne y sagrado como “Sagrado Cristo”, “Sacré Christ”?
-En efecto, deformado.
-Aquí está claro que, al pasar de unas lenguas a otras las palabras y los conceptos se deforman. E incluso dentro de un periodo de la misma lengua y otro periodo, al correr de los siglos y de los milenios…
-Las cosas cambian, las palabras se deforman y los conceptos no se expresan exactamente igual, al reformularse una lengua o al pasarse desde una oriental a otra occidental o desde una norteña a una sureña…
-Ya. ¡Terrible problema para todo e inclusive para la Teología que debe partir de verdades exactas e inmutables reveladas por Dios, sin las cuales el mundo, el cosmos, las galaxias o incluso el propio Dios implosionarían desde su interior y podrían quedar participes de algo distinto de los que eras o incluso desaparecen en el espacio inexplicablemente.
-De hecho, las reencarciones de dioses antiguos en otros dioses modernos son fácilmente secuenciables, podemos establecer la trazabilidad de casi todos los dioses olímpicos de todas las culturas, y también podemos asistir al momento en que algunos otros implosionan, estallan y se transforman en polvo de recuerdo de lo que habían sido: nada, pero brillante en la memoria de las gentes.
Monumental destrozo teologal
-Y QUÉ ABERRACIÓN DEFORMANTE crees que se ha producido para que una iglesia católica se atreva a sacar una pancarta tan enorme como esa a la fechada central de su iglesia, sin que al parecer nadie de la jerarquía haya detectado el monumental destrozo teologal que acaba de perpetrar con ello.
-Es que no es sólo un monumental destrozo teologal, sino que hay muchos reunidos, como producto de la incuria de quien escogió esta frase o como producto de su escasa formación bíblica antigua.
-¿Es cierto que hay más herejías en esta frase de simple anuciación de un nuevo ciclo anual que está a punto de comenzar?
-Tantas herejías juntas como quieras encontrar. .En realidad, lo que el profeta Ieshaiáhu, rebautizado como Isaías por los gentiles muchos siglos después, sin que el difunto Ieshaiáhu. pudiera hacer ya nada desde la tumba expuso en el siglo VIII antes de Cristo ha recibido tal cantidad de trasladas de leguas e interpretaciones que apenas tiene nada que ver entre lo que se escribió en hebreo antiguo, en su traducción moderna, en su versión griega, a su paso a lengua latina, y finalmente, cuando desemboca en las lenguas tomances modernas que también continua s evolución a lo largo de los siglos…
-Pues ¿Qué dice exactamente el profeta Isaías?
-En realidad lo que de verdad dice el profeta Isaías en el pasaje 40:5 es lo siguiente:
.”Se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá, porque la boca de Jehova ha hablado.” Is (Ieshaiáhu) 40.5,
Y no lo de más abajo, donde podrás apreciar claramente las discordancias, aunque se atribuye al mismo prestigioso emisor y el mismo prestigioso Libro de Libros que, por lo que se ve, cambia más que un libro de mago:
-“Se manifestará la Gloria del Señor y todo el mundo verá la salvación de nuestro Dios” Is (Ieshaiáhu) 40.5
En la primera línea es la gloria de Jehova la que se manifiesta y se asegura que toda la carne la verá porque la bova de Jehova ha hablado.
En la segunda frase que ya ha hecho el recorrido desde el hebreo hasta el espsñaol la Gloria del Señor se manifiesta y todo el mundo podrá ver la salvación de nuestro Dios.
-También puede sobreentenderse “de nuestro días”.
-En efecto, puesto a sobreentender y a interpretar, cabe interpretar lo que guste o convenga. Yo me limito a leer una traducción aprobada por la Iglesia.
-Ya.
-Y aún así no dice gran cosa.¿Quedaría todo lo demás, precisar cuándo ocurrirá esto y en qué modo?’
-En realidad, las buenas nuevas como las malas noticias de la Biblia nunca son precisas, juegan a la ambigüedad de las fechas y de los acontecimientos.
-Así es.
-Lo que para uno de sus exégetas ya ha ocurrido, para otro todavía, no, o bien no ocurrirá del modo esperado sino de otro modo muy distinto.
-Es lo que se suele conocer como el misterio bíblico, esa pátina de vejez y polvo a la palabra de Dios, para que estando muy oculta por distintos celajes ennegrecidos no pueda estar al alcance de unas cuanto advenedizos sino sólo de los sabios que controlan el poder.
.No está mal pensado.
Por otra parte, hay que dice que si existen tantas sectas y tantas interpretaciones y tantas escisiones en la Iglesia de Cristo es porque los sacerdotes no tienen apenas que trabajar, fuera de sus ritos litúrgicos….
-¿A qué te refieres?
-Por eso dedican tanto tiempo a elucubrar nuevas teorías, cada vez más extrañas, que triunfan y son aceptadas o no, pero en ambos casos sin necesidad de probarlas, sólo porque se incorporan o se rechazan al corpus de las verdades de fe por parte de la jerarquía que quiera pasar a la historia con un hallazgo teológico más, que gloríe su nombre de prelado en el futuro.
-Es un camino hacia la santidad, y éste en concreto, hacia la santidad con renombre: un nuevo misterio que meditar, por parte de los feligreses que quieran quebrarse la cabeza, y a cambio, nombradía eterna de teólogo agudo.
-Dicen que es verdad que por falta de trabajo real, que no tienen, cuando un rabino está hablando con otro en la esquina de una calle, es seguro lo que están haciendo, sin necesidad de acercarse al grupo, esto es: discutir sobre este o aquel pasaje de las Sagradas Escrituras.
Y, sin que ninguno de ellos esté dispuesto a admitir error ninguno en la interpretación dispar que cada uno extrae del mismo texto.
-Pues lo mismo podría decirse de un grupo de sacerdotes cristianos que si no acaba en reunión de herejías incompatibles, será porque el poder exige por algún motivo que se pongan de acurdo las doctrinas, y entonces se amoldan al capricho del poder las doctrinas imperantes, a fin de que el poder político siga sosteniendo el culto en su carísima iglesia.
-Más los sueldos del personal y el mantenimiento de imágenes y templos, que como sabemos es cosa que cuesta un ojo de la cara y Dios no quiere perder ninguno de los ángeles que ya tiene, dedicándolo a estos menesteres, ni tampoco crear de la nada una legión de ángeles albañiles, a fin de alzar y reparar las casas divinas que se necesiten para el culto adecuado del Ser Superior.
Traducir la letra, traicionar el espíritu
POR OTRAS PARTE, EL problema de las traducciones es irreductible… ¿Cómo saber lo que predicó Joshua de Nazaret si resulta ser un ágrafo funcional que no escribió sus enseñanzas, sino que las predicó en idioma arameo, es decir, una lengua ya diferente de comprender para los puros hebreos, que les parecía algo extraño que quien se decía el Hijo de Jehová se expresare en una lengua regional poco prestigiosa y no el hebreo que cabía suponerle a un judío culto.
Y que no escribió ninguno de sus sermones, probablemente porque no sabía expresarse por escrito, debiendo quedar esta delicada función ya en manos de segundos o terceros, con los riesgo de no entender lo que se debe transmitir, y de efectuar cambios voluntarios y deliberados por diferentes intereses o espontáneos y debidos a la diferente estructura de las lenguas, según se traduce el texto divino de una lengua humana a otra lengua humana, tan suyas todas y tan peculiares y distintas.
–Yaakov Bar Yosef Akui di Yesua,, Santiago, hijo de José, hermano de Jesús, dice una inscripción de la época en perfecto arameo que es la lengua que hablarían los tres familiares, “el padre Yosef, el hemano Yaakov y hermano de Jesús”.
-¿En qué posición deja eso a la Virgen María, querido lóbulo izquierdo de mi inteligente cerebro?
-Deberías decírmelo tú a mí, lóbulo derecho, que sabes bastante más que yo de estas cuestiones… Pero no es ese debate el que nos plantea el cartel en una iglesia católica que acaso esté pensando su propia reforma doctrinal en el credo genérico, lo cual sería interesante saber cómo evoluciona y cómo interactúa con las creencias oficiales de la Iglesia española.
.¿Una reforma doctrinal que parta de la existencia de un dios condenado que se debe salvar a partir del nacimiento de un Niño bonachón?
-Habría que suponer que Dios padre ha cometido algunos graves errores o pecados en su infinita y tan compleja actuación, y se necesita un cordero de Dios que se sacrifique por el para que Dios pueda verse salvado.
-Es una interpretación muy sugestiva… Pero habrá que esperar a que el equipo de teólogos que ha apunado esta teoría, probablemente basada en profundos estudios bíblicos, de a conocer todas las variantes de esta nueva Teología que acaso coloque a esta ciudad a la cabeza de los logros de la teología mundial, trayendo grandes beneficios para muchos sectores de la ciudad, empezando por la hostelería y el turismo.
-No corras tanto y menos hacia términos crematísticos… ¿Qué es lo que tenemos en estos momentos, concretamente?
-Que Dios necesita su salvación, que le mundo la verá y que así se manifestará la Gloria del Señor, que es la única cosa que parece estar confirmada en el texto original hebreo y en el texto castellano que han situado sobre el semicírculo de entrada de la Iglesia de esta ciudad.
¿Una herejía local o una conspiración internacional impulsada por China o Rusia?
-¿Y SI FUESE UNA imitación de las 95 tesis que Martín Lutero clavó en una puerta de la Iglesia de Todos los Santos de Wittemberg, en la Sajonia alemana, dando inicio a la reforma luterana?
-¿La iglesia de San Ginés foco de un segundo movimiento de reforma de la curia europea a través de 95 pancartas colocadas una tras otras para corregir a la teología oficial y a la línea oficialista vaticana?
¿Y era un movimiento de reforma cuyo origen era local, alcarreño, y se tratababa de la primera manifestación de un simulacro mayor quizá alentado y financiada desde China o desde Rusia para debilitar, enfrentar y a la larga aniquilar los valores de la civilización occidental?
-Tal vez, tal vez. Y se ha buscado la paz de estas noches para ir colocando las pancartas rompedoras a la curiosidad de las gentes, sin hacer ruido todavía, hasta que pasadas las fechas el debate de abra de un modo más organizado, general y mundial su preciso fuere.
¿Qué otras contradicciones teológicas aprecias en la pancarta?
-Pues traducir el hebreo Jehová, por el cristiano el Señor, que parece que Dios de repente se ha hecho de los nuestros, habiendo sido durante toda la eternidad de “los de ellos”.
-Sí, curioso caso, sólo por el mero hecho de cambiar el nombre bíblico por otro que le conviene más al que se lo cambia.
-“Y toda carne juntamente la verá la gloria de Jehová”,
-“Todo el mundo verá la salvación de nuestro Dios”. “Todo el mundo” por “toda la carne juntamente” y “la salvación de nuestros Dios, por la gloria de Jehová”.
En fin el traductor que mete mano a un texto lo traiciona, casi inevitablemente, y más si procura hacerlo para aclarar más lo que cree que debe aclararse o oscurecer mejor lo que creo que no debe entenderse de tal forma esquiva.
-Va a ser cierto que si los rabinos y los sacerdotes y obispos trabajaran más en lugar de ponerse a leer creativamente las Escrituras Sagradas, estas se encontrarían muchos menos manipuladas en nuestros días, que para que no ha habido siglo ni época que no haya tenido que reescribir lo que, acaso, ni siquiera se dijo en el sentido que hoy suponemos sino ya entonces en el contrario.
El Observador Sentado, antes de sentarse, dejó de hablar entre los dos lóbulos de su cerebro, como si fuese un varón demediado, y decidió acercase hasta la fachada de la Iglesia de San Ginés. Colgaban de ella otros carteles, que también darían mucho que hablar:
“Ven a tu parroquia. Es tu familia” le hacían decir a un retrato alargado de un varón moreno alargado que representaba ser Josua de Nazaret…
Pero en ningún lugar aclaraban que en dicha ya constituida familia había padres –“a nadie llaméis ´padre´ sino al que está en los cielos, dejó dicho Jesús de Nararet-, hermanos, tíos, tías, y por abajo, primos y primas –en todos los sentidos de estas palabras-, aspirando a subir en la pirámide familiar, lo cual como todo el mundo sabe es físicamente imposible, porque una pirámide que deja escalar mucho a su base, pierde equilibrio, cae y se destruye: el voto de obediencia hará el resto, no es una familia, es una casta piramidal.
A la derecha, otro cartel rectangular colgaba mostrando una custodia con una hostia consagrada reluciente dentro y un pasaje bíblico que indica “El Maestro está ahí y te llama” Juan, 11-28.
Pero si se va a ese pasaje bíblico hay dos personas reales, las hermanas Marta y María y es Marta quien le dice a María: “El Maestro está aquí y te llama”.
Estaba, en la casa de Marta y María, iba a hablar, con su propia voz, sin traducciones interminables, sin interpretaciones continuas, directamente… Puesto sobre el muro derecho de la fachada de San Ginés, era un señuelo más, no un hecho comprobable como el que se nos narra en las Sagradas Escrituras, fuese escrito por Juan o por quien fuese escrito su evangelio; pero aluden a un hecho que se presume real, no a una simbología que deba aceptarse por verídica.
El Observador Sentado, antes de hacerlo quiso adentrarse en el templo de San Ginés, a ambos lados de la entra sendas mesas disponían un nutrido grupo de sobrecitos para limosnas con que cubrir las varias necesidades de la parroquia: sobres de color marrón para esto, sobres de color marrón para aquello, sobres de color blanco para aquel otro objetivo y para el otro, más el cepillo de ofrendas para la Iglesia que, si uno se fijaba bien, ya no era un cepillo grande de madera, como antaño lo había sido, sino una caja de caudales con su combinación numérica y todo.
Inclusive se ofrecía el método de auxiliar a la Iglesia en sus necesidades económicas mediante el novedoso método del BIZÚN, un medio electrónico de pago para el que estaban habilitadas las aplicaciones pertinentes y que ofrecían la novedad de procurar un descuento en la Declaración de la Renta del siguiente ejercicio.
-Descuentos de Navidad… ¡Es asombroso a qué ritmo se moderniza la Iglesia en sus medios de cobro tanto como es comprensible que mantenga la voz de los profetas y la voz de Jesús de Nazaret silenciada en todo aquello que va contra la jerarquía eclesial y contra el poder real e imperial constituido, palabras hoy silenciadas e interpretadas a modo de los sapientes y que entonces, en tu tiempo, al nazareno le costaron la vida!
A la salida del templo, una gitanilla de las que venden almanaques desparramados por el suelo, a la parte derecha de la puerta de entrada de la Iglesia -¿de qué país vendrían esos almanaques, de dónde habrían salido esos diseños millones de veces visto, qué esclavos en talleres ocultos de que ignotas ciudades los habrían impreso día y noche, quizá por la mala comida, en qué furgoneta sin papeles y casi sin ruedas los habrían traído a España, por la noche-, ofrecía su mercancía a los viandantes:
-¡Almanaque!, ¡compre un almanaque, señor!, ¡cualquiera, cualquiera…! ¡Antes de que venga la policía!
Y luego añadió:
-¡Le ofrezco dos por uno, señor, dos por uno! ¡Estamos en Navidad!
“Descuentos de Navidad”, volvió a decirse el Observador Sentado, mientras se dirigía al banco desde el cual había empezado esta narración, cerca de la entrada del Mercado de Artesanía Navideña que el Ayuntamiento había montado para aquellas fechas.
A partir de ahora, el Observador Sentado pensaba concentrarse en lo que sucedía dentro del recinto del Marcado de Artesanía, que no era poco ni anodino, por cierto, sino sobremanera extraño y sorprendente.
-Este descuento de Navidad no será el único que me propongan antes de que termine la jornada. ¡Seguro!
(Continuará la narración y dará un giro inesperado, con duendes, hadas y sátiros endemoniados… en Navidad)
Juan Pablo Mañueco
Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016