LA GUERRRA DE LAS Comunidades de Castilla (1520-1522) podría ser conocida como Guerra de la Dependencia de Castilla y España ante la Casa de Austria, ante la familia de los Habsburgo, que actuaban todos ellos como un clan –gobernaran donde gobernaran- o ante los intereses prioritarios de Flandes y del Sacro Imperio Romano Germánico, como prefiramos denominar al ganador de aquella contienda, frente a los intereses propios castellanos y españoles.
Con ese nombre propuesto, todos entenderíamos qué se dilucidó militarmente durante esos dos años en los campos de batalla de la Castilla central, de la misma forma que a principios del siglo XIX se entiende inmediatamente qué se dirimía en una Guerra que se ha acabado conociendo como Guerra de la Independencia o Guerra contra los franceses.
Esta Guerra “de las Comunidades” o “de la Dependencia” fue ganada, obviamente, por los intereses centroeuropeos de los Habsburgo que arrastraron el potencial español en defensa de sus intereses familiares centroeuropeos durante los dos siguientes siglos (XVI y XVII).
Si la Castilla de la época pudo continuar, parcialmente, con el desarrollo de sus propios intereses –en América, África, Asia, Oceanía… es decir en cualquier continente menos en la Europa de las Guerras de Religión, un avispero donde nunca tendría que haber intervenido Castilla, puesto que nada tenía que ganar y sí mucho en lo que arruinarse- fue por la enorme potencia de la Corona castellana, ya antes de la llegada a ella de los Austria
Porque hay que tener en cuenta que no fue Carlos quien dio un Imperio a Castilla –la expansión ultramarina castellana ya existía, desde un cuarto de siglo antes de la llegada de Carlos I, o mucho antes si consideramos el caso de la toma castellanas de las islas Canarias o de plazas en el norte de África-, sino que fue Castilla quien dio a Carlos dos: el alemán que compró con el dinero castellano y esa expansión mundial castellana que los Habsburgo pudieron usar en su provecho familiar extracastellano.
Flandes supuso una costosa sangría de hombres y dinero para Castilla, el principal sostén de los Austrias, durante dos siglos. También la participación de Castilla en las guerras de religión centroeuropeas, donde los Habsburgo se convirtieron en campeones del catolicismo, no por cuestiones de dogma, sino por defensa de sus intereses familiares frente a otros competidores alemanes.
Lo cual estaba meridianamente claro para los castellanos sujetos a ellos, según las reiteradas peticiones de las Cortes castellanas para que se pusieran fin a semejante sangría, peticiones que siempre fueron respondidas de idéntica manera durante toda la dinastía… Igual que había hecho el rey Carlos la primera vez que los procuradores castellanos se lo solicitaron: «En esto se hará lo que más convenga a nuestros intereses».
Todos los Austrias «españoles» -del primero al último durante sus dos siglos de existencia- supieron que el principal de sus intereses era legislar lo más conveniente para Flandes y actuar en su provecho, siguiendo al pie de la letra las instrucciones dejadas por Carlos I en su testamento a Felipe II: «Ante todo, vela por los intereses de Flandes, nuestra patria».
La recomendación de Carlos de Gante se cumplió tan al pie de la letra que después de esos dos siglos de gastos desorbitados por Flandes, el último de los archiduques de Austria que ambicionó poseer España, ya en el siglo XVIII volvió a probarlo…
En efecto, el pretendiente al trono Carlos, autodenominado Carlos III, en contra del verdadero heredero de la Corona española, Felipe V de Anjou-, tras dejar destrozada la Península con una larguísima Guerra de Sucesión de casi quince años (1701-1715) sólo impuso una condición «sine qua non» para firmar el Tratado de Utrecht: la de que él sería considerado Archiduque de Austria, sin quedar el título vinculado a la Corona de España, y que Flandes sería sustraído del ámbito de España para pasar a la soberanía de Archiduque de Austria, él mismo.
Curiosa manera de salir de España la malhadada Casa de Austria: una Guerra de Sucesión, provocada por los Habsburgo, que se saldó con la pérdida de Menorca y Gibraltar ante sus aliados los ingleses, y con el traspaso de Flandes a la soberanía del Archiducado de Austria… Es decir, donde siempre había estado. Aunque la sangre y el dinero, llevaba dos siglos Castilla poniéndolos encima del ruinoso y ensangrentado terreno.
Pero empezaremos por el principio del problema, recogiendo las causas y los hechos que originaron otra Guerra Civil mediante la cual entró a reinar en España tal Casa, extranjera y extranjerizante en todo momento de su política: la Guerra de la Dependencia ante el Imperio de los Habsburgo alemanes, a principios del siglo XVI, hace ahora quinientos años.