LA NOCHE QUE SE dieron a conocer los resultados electorales, cuando ya era segura su derrota abundante pero decorosa, la cúpula directiva del partido Z salió a festejar el fracaso productivo a la balconada del primer piso del inmueble comprado con las corruptelas y mordidas de las anteriores ejecutivas de la formación política, para que fuese la sede central del aparato del partido, en pleno centro de la capital del Estado que de depredaban y saqueaban con aptitud y eficiencia desde todo aquel puesto de poder que conseguían detentar, conseguir y retener en cada consulta electoral que periódicamente se celebraban en aquel país.
La derrota era abundante pero productiva porque sumando los porcentajes de todos los partidos perdedores se podía desbancar del Gobierno al partido que había ganado sobradamente las elecciones, pero según los repartos de tarta y presupuestos que se alcanzaran en las covachuelas del poder podía formarse una mayoría alternativa que gozase de las dulces bicocas de alcanzar el poder, aunque se hubiera perdido las elecciones con más estrépito que dudas.
En aquel país no se conocían las segundas vueltas electorales, ni se establecían pactos previos aceptados o vedados por los electores, por lo que el carácter libérrimo de los representantes sobre los representados era proverbial e inclusive algo obsceno.
La población, inactiva para todo lo público en aquel sistema político piramidal, tenía una sola función activa en dicho modelo electoral de democracia muy avanzada, según se encargaban de promocionar y propagar todos los miembros de la clase política del lugar, en cuanto tenían ocasión de propagar las consignas del argumentario que todos ellos repetían a la menor oportunidad de consolidar y remachar los clavos de aquel trampantojo que entre todos habían fabricado para perpetuarse en el poder las élites de la casta rectora que acaparaba todas los poderes.
La única función de la gente era votar la lista electoral con los nombres ya prefabricados que los partidos políticos ponían a su disposición.
Aparte de votar esos nombres, y nada más que eso, ya había concluido la tarea del pueblo soberano, hasta que fueran convocados a una nueva elección nominal de quienes de verdad iban a cortar el bacalao y el presupuesto durante los siguientes años en el país presuntamente avanzado.
Por tanto, podía votarse entre una casta acaparadora de todo el poder activo para la élite aristocrática u otra casta acaparadora de todo el poder activa para la élite aristocrática, complementaria del estamento activo aristocrático, que lógicamente gobernaba para su propio provecho e iniciaba cada legislatura aumentándose el sueldo y las prebendas y bicocas, como sabía todo el mundo, excepto los periodistas que cobraban para decir que la casta política de aquel país tenía sueldos muy modestos, lo cual demostraba claramente que ese periodista era un pesebrista a sueldo de la casta política que manejaba a su antojo los presupuestos públicos.
Ningún acto de Gobierno era elegible para los desactivados electores
¿ACTOS DE GOBIERNO? LOS que el Gobierno decidiera y actuara. Eso no podía ser elegido por la población, pues hubiese sido gobernar los de abajo, y en todo despotismo de las autoridades ello era sigue siendo anatema.
Ni siquiera debía cumplirse el programa electoral, puesto que eran papel mojado, por completo.
De hecho, una vez un grupo de electores habían tomado un programa electoral impreso por los aspirantes al Gobierno, y como estaban haciendo exactamente lo contrario de lo que habían prometido en sus mítines y a lo que se habían comprometido en sus programas escritos, ese grupo de electores decidieron personarse en el juzgado de guardia y denunciar al partido de Gobierno por flagrante incumplimiento de promesas públicas.
-Si un prospecto publicitario ya tiene validez de compromiso fehaciente para una empresa particular, que ha de cumplir con el precio de venta, las características del producto y los periodos de garantía ofertados a los compradores, o pueden ser llevados a los tribunales o a los organismos de comercio competentes, con mayor o el mismo motivo, los compromisos electorales de un partido político han de ser examinados por tribunales u organismos competentes, en caso de fragantes incumplimientos como los que estamos asistiendo en nuestros días.
Su señoría, nada más escuchó las pretensiones del grupo de ciudadanos, se metió en su despacho judicial y no quiso saber nada más de aquel descabellado propósito que movía al grupo de ciudadanos bienintencionados. Al contrario, en cuando halló el refugio de su despacho llamó al Letrado de Administración de Justicia que le auxiliaba en sus funciones, para darle instrucciones sobre el modo de actuar en aquel caso de demanda al partido del Gobierno por un caso de incumplimiento de contrato escrito tan evidente y palmario.
Despedidos de la sede judicial, por incómodos
EL LETRADO O SECRETARO Judicial, cuando salió del despacho de su señoría, le dijo al portavoz del grupo de ciudadanos indignados…
-Miren ustedes, no podemos admitir a trámite la demanda que ustedes desean presentar ante este tribunal.
-¿Y por qué motivo? ¿No les parece grave que el actual Gobierno haya prometido unas cosas, obtenido la confianza de los electores por ello, y ahora esté incumpliendo sus compromisos con los electores de una manera tan palmaria?
-No está la cuestión en la gravedad o levedad de ese supuesto incumplimiento.
-Pues en donde está el quid de esta cuestión, señor secretario.
-En que nos estamos refiriendo al mundo de la política y el mundo de la política ya sabemos cómo es y en qué consiste…
-Disculpe pero no le entiendo, señor secretario judicial.
-Pues que en los mítines y debates se calienta muy a menudo la boca de los candidatos y prometen cosas que no caben en cabeza humana sensata…
-Y en los programas electorales impresos que nos entregan en mano o nos buzonean en nuestros domicilios, ¿también se les calienta la mano que los escribe o son pruebas de contenido más sólido?
-Repito, es el mundo de la política y en él, ya se sabe…
-Pero ¿no nos dicen que vivimos en un modelo de democracia avanzado? ¿Cuál es el avance al que se refieren, si ni siquiera han de cumplir lo que nos prometieron, ni nosotros los electores podemos exigir judicialmente el cumplimiento de los compromisos por los que nos arrancaron el voto a los electores?
-Les reitero que no podemos aceptar la presentación de esa demanda de incumplimiento de contrato verbal y escrito contra el Gobierno por las razones que ustedes están esgrimiendo…
-¿Y si la presentáramos contra una compañía privada que hubiera incumplido sus compromisos?
-Entonces sí, se trataría de un fraude, una estafa, etc. Pero ya les digo que el mundo de la política es distinto, lleva implícito su porción de falacia, simulación, ardid y mixtificación implícito… Así que, por tanto…
-Pero lo que usted nos está diciendo, señor secretario, no expone ningún criterio jurídico, sólo indica que en la política se dan muchos casos de superchería, trapacería y tongo, y eso es lo que venimos a denunciar, para que vengan a menos.
-Miren ustedes, no. No se lo podemos admitir a trámite porque no hay legislación al respecto y este Tribunal no podría pronunciarse al respecto por falta de legislación y de jurisprudencia al sobre la cuestión que ustedes plantean.
-Esto es, el delito es evidente, pero la legislación no existe porque los legisladores no han querido que existiese, dolosamente.
-Algo parecido.
-Pues no me parece democrático, ni profundamente democrático, ni siquiera democrático en lo superficial, sino un fraude legal deliberado por parte de tan olvidadizas señorías, que, sin embargo no paran de legislar sobre las mayores necedades que se le ocurren.
-No les digo que no, señores míos. Lo que sí les digo es incluso podría citarse legislación que protege a los políticos en el sentido de que están facultados para hacer lo que deseen y no lo que prometen.
-¿Cómo dice, qué hay legislación que protege la burla y la defraudación electoral?
-Bien seguro, señor. Y del más alto rango, de rango constitucional.
-¿Cómo? ¿Está usted seguro de lo que dice, señor secretario?
-Y tanto que lo estoy. Consulten ustedes el Artículo 67.2 de la Constitución española de 1978 y verán cómo prohíbe que los diputados y senadores tengan que obedecer a sus electores: «los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo».
-Y eso ¿qué quiere decir?
-Conlleva que los diputados y senadores pueden actuar libremente sin recibir instrucciones ni estar condicionados por sus electores. Son elegidos por los electores, pero su ejercicio es libre.
-Es decir, ¿los programas o las promesas electorales son papel mojado, porque así lo dictamina la Constitución?
-Así lo podríamos decir, sí señor.
Se hizo un silencio entre el grupo de ciudadanos que habían querido presentar semejante demanda judicial, razonable pero destinada al fracaso. Por las ventanas se escuchaba el ruido y tráfico de la calle. La vida real. El juzgado, de repente había adquirido un tono de fraude, de trapacería y ardid que no dejaba en buen lugar a la Justicia, ni a la democracia ni a la Constitución vigente.
Momentos antes de marcharse de nuevo a la realidad de la calle, el portavoz de los ciudadanos desencantados le dijo al Letrado de Administración de Justicia que tan profesionalmente les había atendido…
La madre del cordero del fraude, la madre de leche o el meollo de la cuestión, semioculto entre el ramaje del articulado para que no se noche mucho
-¿SABE LO QUE LE digo, señor Secretario Judicial?
-Usted dirá.
-Pues ese artículo de la Constitución que usted acaba de citarnos, el 67.2, según le he entendido, debería ser conocido como la “cláusula antidemocracia”, porque literalmente la impide. Aunque esté ahí escondido por en medio de toda la otra maraña de artículos, más o menos intrascendentes, ese el eje de la no-democracia en que vivimos.
De forma que nosotros elegimos a nuestros representantes, pero ellos no nos representan en nuestros deseos ni en nuestros prohibidos mandatos, sino que los representantes se representan a sí mismos o a sus jefes de partido que les ha ubicado en las listas electorales, según las conveniencias de las castas y caudillos de cada partido…
-Así es, aproximadamente.
-Luego no son mandatarios del pueblo, sino mandantes de sí mismos o sirvientes secundarios de sus jefes orgánicos partidarios.
-Más o menos.
-Pues dígaselo a su señoría, cuando entre en su despacho, para que vea la expoliación de soberanía o desfalco de poderes que sufrimos los don nadie que presuntamente somos soberanos de este sistema.
-Él ya lo sabe, no se preocupe usted. Yo se lo recordaré, no obstante, porque veo que es usted una persona razonante y razonable.