Comienza el año su ciclo, renovado una vez más, y febrero continúa ofreciendo lo mejor de las mascaradas invernales de la provincia de Guadalajara a través de botargas, candelas y águedas, para dar paso a la entrada del carnaval urbanita de la capital alcarreña.
Son fiestas de orígenes tan antiguos que son difíciles de explicar: quizá se trate de representaciones humanas que simbolizan aspectos emparentados con la fertilidad de los campos, los ganados o del propio ser humano, quien lo sabe. Esta es una de las muchas teorías existentes: la denominada “vegetal”, defendida por Frazer en La rama dorada. Hay quien piensa que las botargas no tienen nada que ver con posibles démones precristianos y que su origen es más bien medieval. Otros, en fin, que nada de lo anterior corresponde con la realidad y que todas las mascaradas participan de unos mismos elementos: