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Apariciones marianas con serpientes ( y II)

(Continuación)

En resumen. Estamos ante un recurso a formas ancestrales de representar a Satán, al diablo y, en general, a las fuerzas del Mal. Por eso nos encontramos ante tres factores, principales protagonistas de estas leyendas: el hombre, sea clérigo o no; la bestia, que es el pecado, la muerte (la serpiente venenosa y tentadora), y el escenario geográfico, que originariamente fue el “desierto” o lugar maldito donde el Maligno y sus bestias tentaron a Cristo y a cientos de sus seguidores, como, por ejemplo, San Antonio, tantas veces representado en la iconografía medieval y moderna.

“Nunca más será habitada (Babilonia), ni se morará en ella de generación en generación; ni hincará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada, sino que dormirán allí las bestias fieras, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán hijos del búho, y allí saltarán peludos.

Y en sus palacios gritarán gatos cervales, y chacales en sus casas de deleite (…)”. (Is. 13: 19-22).

En la Biblia, los monstruos reales o fabulosos que pueblan el desierto simbolizan el pecado, triste y vergonzoso (4).

En Deuteronomio (32: 23-24) encontramos alguna cita más (que publica el citado Lefévre) (5):

“(…) diente de bestias enviaré también sobre ellos, con veneno de serpientes de la tierra”.

Pero contra el Maligno basta con una palabra para derrotarlo; un grito de Yahvé reduce al adversario al silencio (…) rechaza a Satán en persona: Imperet tibi Dominus (Zac. 3: 2).

Sobre el significado de la propia serpiente como pecado pueden seguir se las palabras de ya citado Lefèvre:

“La Sabiduría (2: 24) dirá que él (Satán) ha introducido la muerte en el mundo, y esa idea procede del Génesis. En aquel entonces no se nombraba a Satán; pero una serpiente, criatura de Dios, el paradigma de la habilidad y la prudencia, se deslizaba entre los árboles del Paraíso; fascinaba a la mujer y la infiltraba su veneno, participando así a la humanidad en la muerte. Dios no maldice al hombre pecador, pero la serpiente queda maldita sin apelación posible.

A lo largo del Antiguo Testamento, la imagen de la serpiente quedará asociada a la tentación, en la cual la mujer y el fruto de la viña servirán voluntariamente de instrumento”.

Este hecho, iconográficamente, va tomando caracteres de “lugar común”. Desde los tiempos romanos las representaciones de las fuerzas del mal se han venido representando bajo el aspecto de animales malditos: dragones, serpientes, sapos… que alcanzarán su mayor y más importante representación a lo largo de la Edad Media, especialmente a través de los capiteles románicos y del arte flamenco, especialmente en la Vida de San Antonio, tanto en pintura (“tentaciones”), como en literatura, incluso de la más rancia tradición del desierto, como la escrita por San Atanasio, que en su capítulo 23 habla de las transformaciones para tentar al hombre y, sobre todo a los (6).

En fin, dos sencillas leyendas locales tradicionales nos han conducido hasta el conocimiento de Satán como elemento productor del mal representado en ambas por la aparición de la serpiente que ataca a un sacerdote -hombre de Dios- y a un caballero. En otro momento veremos otros aspectos del Mal en leyendas similares.

NOTAS

(4)   En Etudes Carmelitaines, publicados en 1948 por Desclé de Brower, con el fin de dar a conocer los resultados del Congreso de Avon (Carmel d’Avon), que se celebraba anualmente. En España se han compilado de los trabajos más importantes en la obra titulada Satán. Estudios sobre el adversario de Dios, debidos a las plumas de Lefèvre, Marrou, Puech, Bazin y otros, Barcelona, 1975. A este último corresponde el texto que homos manejado: LEFÈVRE, A. (S. J.), “¿Ángel o bestia?”, páginas 14-15.

(5)   LEFÈVRE, Obra citada, página 17.

(6)   MARROU, H. I., “Un ángel caído, ángel a pesar de todo…”, en Satán. Estudios sobre el adversario de Dios, Obra citada en la nota 4, páginas 33-55, con interesantísima bibliografía.

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