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Descubrimientos casuales y apariciones portentosas

Descubrimientos casuales (encuentros e «invenciones») y apariciones portentosas

Se suelen presentar dos casos principales, a veces difíciles de diferenciar:

A)    Hallazgo o encuentro, generalmente casual, de una determinada imagen.

B)     Aparición portentosa (o milagrosa).

Hallazgo o encuentro

Es el caso de la Virgen del Espinar, de Alcocer, que, según “cuenta la leyenda, conservada celosamente, hacia finales del siglo XIII, un pastor que se encontraba con su rebaño en el valle llamado Val u Ojillo, situado junto a las casas de Alcocer, encontró debajo de un espino…” (1). Dato que varía en algunos aspectos con la referencia que del mismo encuentro ofrece el licenciado don Félix Mariano Écija, autor de un sencillo folleto titulado “Nuestra Señora de la Virgen del Espinar, que se venera como Patrona de la Villa de Alcocer” y que, a su vez, transcribe Andrés Pérez Arribas (2).

En la obra del licenciado se trata de un forastero que salía de la villa por la puerta de Pareja (…) A duras penas podía separar con el regatón los brezos, malezas y espinos que le impedían el paso, demostrando muy bien el nombre con que ya era conocido sitio tan agreste: El Valle de El Espinar”. Y sigue más adelante: “(…) dirigiendo la vista a un recodo desprovisto de vegetación y en el que solo se alzaba un espino, observó un pequeño e informe busto (…) Volvió a postrarse a los pies del arbusto y, tras breves momentos de reverencia, tomo entre sus manos el objeto”. Era un delicado busto e imagen de María” (3).

Como puede observarse, en la primera referencia se trata el “encuentro casual”, que se data en el siglo XIII y que fue un pastor quien tuvo tal suerte. No así en la segunda, en que los términos son más imprecisos, ya que no se da fecha alguna, se dice que el hecho le sucedió a un forastero y hasta se varía el nombre del lugar de encuentro del busto, que no de la imagen. Nombre que, a nuestro parecer, recibió el valle, o por el cual fue cambiado, justamente por aparecer en él la mencionada imagen. Aunque, en ambos casos sea  un espino el arbusto que ampara la talla, del cual, seguramente, surgiría su advocación.

Vemos que la primera nota debe ser más auténtica que la segunda, ya que ésta dista mucho temporalmente, dado que fue escrita en el año 1894, cuando la tradición ya habría sido deformada. No obstante, el propio siglo XIII también parece poco preciso.

Realmente, es difícil distinguir si se trató de un encuentro casual o de una aparición portentosa. Tal es el caso de la Virgen del Saz o Sauce, de Alhóndiga, que recibe esta denominación “por haber sido encontrada en uno de estos árboles” (4) y que al quererla trasladar a otro lugar llamado La Heruela, por estar más cerca del pueblo, no se consiguió porque regresaba al lugar donde fue encontrada (5).

Otro caso similar de lugar de encuentro casual ocurrió en Bochones con la imagen de Nuestra Señora de Torralvilla, que descubrió un labrador con la reja de su arado (6).

O el encuentro de la imagen de Nuestra Señora de la Muela, patrona de Drieves: “Hecha la Reconquista, un pastor del pueblo de Estremera, que había salido con sus ovejas, encontró sobre la muela de un molino abandonado una imagen que él tomó por una muñeca, por lo que se la guardó para llevársela a su hija” (7).

Otra referencia similar es la del encuentro de la patrona de la Guadalajara, Nuestra Señora de la Antigua: “La devoción a la Virgen de la Antigua era ya popular en época de los visigodos. Cuando la invasión de España por los árabes, ante el temor de una profanación por la morisma, los fieles ocultaron a la Virgen de la Antigua en un muro de la iglesia de Santo Tomé, actual santuario de la misma, donde fue encontrada en el año 1085 por Alvarfáñez de Minaya, primo del Cid Campeador y conquistador de la ciudad” (8). Aunque aquí, como en casi todos los casos, debemos andar con pies de plomo, puesto que no se trataría de la actual patrona, sino de una imagen anterior, mucho más antigua incluso que la conocida por “la enfermera” (porque se llevaba a las casas de los enfermos), ni sería descubierta por Alvar-Fáñez, que no fue de Minaya, ni primo del Cid, ni conquistó Guadalajara, salvo en la leyenda.

De todas formas, en el caso precedente observamos el ambiente guerrero reinante, así como la existencia de la imagen anterior a la Reconquista que, después de ser escondida, con el paso del tiempo es encontrada. O sea, el mismo ambiente que se contempla en la representación de la Virgen de la Antigua, de Sevilla, consistente en una pintura mural en que a los pies de Nuestra Señora aparece orante el rey San Fernando, tras conquistar la ciudad (9).

Curiosamente, y para demostrar que muchas veces las historias se repiten, mencionaremos el caso de la imagen de Nuestra Señora de la Cuesta, patrona de Hita, que se adoraba en una las iglesias situadas en la cuesta del castillo. Se trata de una obra del siglo XIV que, en la pasada guerra civil, fue escondida en un pozo. Este hecho ya es en sí un “lugar común” geográficamente muy extendido. Dicha imagen recibía culto con anterioridad, y para evitar que fuese profanada, fue escondida de esa manera. Después se descubrió el escondite y fue trasladada a un museo, con ánimo de pasar a Francia, en cuya frontera fue recuperada, volviendo finalmente de nuevo a Hita (10).

Otro caso parecido, pero anterior en siglos, es el de la imagen de Nuestra Señora de Quintanares, en Horna, que “se salvó de la profanación cuando la invasión musulmana, gracias al celo de los padres de la orden de San Benito, que la sepultaron en un lugar escondido” (11).

Muy semejante -por el escondite- al arriba mencionado de la Virgen de la Cuesta, de Hita, es el de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Millana. García Perdices lo relata así:

“La aparición de la Virgen de la Fuensanta (…) debió tener lugar hacia el siglo XV (…) En el lugar donde hoy se alza la nave del templo que guarda la imagen (…) existía antes de la construcción de éste y de la consiguiente aparición de la Virgen, un pozo del que solían extraer agua los pastores para abrevar a sus ganados.

En una de estas ocasiones, cuando los pastores inclinados sobre el brocal del pozo intentaban sacar el agua necesaria para dar de beber a sus ovejas, observaron maravillados que las aguas iban subiendo de nivel llevando encima de ellas una imagen de la Virgen que se detuvo a la altura de los pastores, junto al borde del brocal” (12).

García Perdices utiliza la palabra clave de la situación. Dice “de la consiguiente aparición de la Virgen”, pero, después, en el relato, es obvio que se trata de un hallazgo, un encuentro fortuito. Que las aguas asciendan de nivel es el aspecto “maravilloso” que recubre de leyenda el hecho que se narra, aunque en la actualidad sea de fácil explicación.

La Virgen de la Bienvenida, de El Recuenco, también fue encontrada por unos pastores de Tinajas (Cuenca) en la Sierra de la Bienvenida (de ahí la advocación), entre los términos de El Recuenco, Vindel y Alcantud (13).

En Uceda se da otro caso más de ocultación de imagen en la talla de la Virgen de La Varga: “Los vecinos de Uceda, temerosos de que la imagen de su Virgen fuese profanada por los musulmanes durante la invasión de la península, tomaron el acuerdo de esconderla.

Escogieron para tal fin un lugar situado en el lado sur de las murallas, algo inclinado hacia Poniente, en el que hicieron un hueco lo bastante amplio como para depositar la imagen de la Virgen, junto a la cual colocaron una lamparilla encendida.

Después taparon el hueco a cal y canto.

Con el paso de los siglos, los descendientes de aquellos que ocultaron la imagen llegaron a desconocer por completo este hecho.

Hasta que un día, un vecino de uno de los barrios de la villa, llamado de Los Patones, el labriego Juan de la Vara, fue sorprendido por unos vivísimos resplandores que salían de entre las piedras de la muralla (…) El descubrimiento de la imagen tuvo lugar bajo el reinado de Juan II, concediendo este monarca al templo de Uceda interesantes privilegios” (14).

RESUMEN DE ENCUENTROS

a)      Queda a la vista la existencia de un culto anterior a la dominación árabe o a la Guerra Civil 36-39.

b)      Grupos cristianos ocultan las imágenes en lugares fragosos para evitar su posible profanación.

c)      Dichas imágenes son olvidadas con el paso del tiempo (o solo quedan algunos recuerdos en la tradición popular de cada lugar).

d)      Una vez de nuevo las tierras en manos de los cristianos (o los “nacionales”), van apareciendo las imágenes.

e)      Generalmente son pastores, labradores o, en algunos casos, un animal, quienes encuentran las imágenes.

f)        Se construye o reconstruye un templo que acoja la advocación.

 

NOTAS

(1) GARCÍA PERDICES, Jesús, Cual Aurora Naciente (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara), Guadalajara, El Autor, 1974, p. 12.

(2) PÉREZ ARRIBAS, Andrés, Alcocer, Historia y Arte, Guadalajara, El Autor, 1974, p. 173.

(3) PEREZ ARRIBAS, op. cit., p. 174.

(4) GARCÍA PERDICES, op. cit., p. 13.

(5) Idem., p. 23.

(6) Idem., p. 32.

(7) Idem., p. 56.

(8) Idem., p. 62.

(9) Novena / a la / Emperatriz Soberana del Universo / María Santísima / bajo el título de / Nuestra Señora de la Antigua / Patrona de esta Muy Noble y Muy / Leal Ciudad de Guadalajara / Que se venera en la Iglesia de la extinguida Parroquia / del Apóstol Santo Tomé (vulgo de la Antigua) / de Guadalajara / compuesta por / Don Juan José Lozano / Presbítero / Capellán en la mencionada ciudad e individuo de la / Cofradía de dicha Señora en el año 1853. / Con licencia de la Autoridad Eclesiástica. / Imprenta Gutenberg. / Guadalajara, 1954, pp. 30-31. [Existe una primera edición de 1943. Guadalajara, Imp. del Suc. de A. Concha]. Ambas aparecen citadas en nuestro “Catálogo de piezas menores religiosas (I)”, Wad-Al-Hayara, 4.

(10) GARCÍA PERDICES, Cual Aurora Naciente, op. cit., p. 67.

(11) Idem., p. 70.

(12) Idem., pp. 76-77.

(13) Idem., p. 93.

(14) Idem., pp. 120-121.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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