Tras los días alegres y bullangueros del Carnaval -días carnales por excelencia- se inicia la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza -un recordatorio de que polvo eres y en polvo te has de convertir-, cuya última semana es la Semana Santa.
Son estos siete días de recogimiento -¿o lo fueron otrora con mayor notoriedad?- una especie de “libro abierto” con el que enseñar a las gentes poco ilustradas el camino que Cristo, Dios hecho Hombre, tuvo que recorrer para alcanzar el perdón de los pecados cometidos por la Humanidad. Viene, o mejor, venía a ser, un equivalente a las escenas que, en muchas iglesias románicas, sirvieron al hombre iletrado para conocer el Evangelio.
Aquí, en la Semana Santa, los diferentes “pasos” tratan de epatar al creyente que las contempla y lo sitúan, con su teatralidad manierista, en el lugar de aquel Cristo, para pueda sentir más directamente sus mismos padecimientos; desde la alegría de la entrada en Jerusalén, acompañado por las gentes que lo aclamaban con palmas y ramos de olivo, actualmente representada por la popular procesión “de la borriquilla”, hasta la nueva alegría que significa el Domingo de Resurrección, recuperado no hace mucho en la Guadalajara capitalina, aunque no en el resto de la provincia donde siempre se ha celebrado de una manera sencilla aunque de todos esperada
La procesión sale de la iglesia y se bifurca en dos: una parte, la de los hombres, con Jesús (a veces sustituido por el Niño Jesús “de la bola”) y otra, la de las mujeres, que acompañan a la Virgen, generalmente una Dolorosa o en su defecto, una Soledad, hasta que ambas procesiones se encuentran y el Hijo y la Madre -a la que las mujeres cambian su vestido de luto por otro de regocijo- se abrazan, prosiguiendo la procesión, mientras los cánticos mujeriles llenan la mañana soleada y fresca de la recién inaugurada primavera (21 de marzo).
Y junto a las anteriores, algunas otras de gran atractivo como la “de los Armaos” del Viernes Santo seguntino, que indudablemente dejará huella en la mente del espectador cuando en el silencio sepulcral de la noche escuchen la figurada conversación entre Jesús y el portero del edificio (ermita de Santa Bárbara):
¡Quién es!
¡Jesús el Nazareno,
el rey de los judíos!
¡Qué pase!
Saca el paso la Cofradía de la Vera Cruz y Santo Entierro, que cuenta con más de medio centenar de cofrades de carga, vestidos con coraza y fajín rojo y armados con picas a modo de soldadesca, encargados del Santo Entierro, mientras otro grupo, de riguroso negro, con calzón corto, chaquetilla y faja, acompaña a la Dolorosa.
De gran semejanza es la procesión “de los Coraceros” de Milmarcos, aunque no conviene olvidar algunas otras, también llamativas, como las “del Silencio”, que tienen lugar en Albalate de Zorita, El Casar, Tendilla o Trillo; la “de los Faroles” de Atienza, o la del Cristo de la Cruz Acuestas, de Jadraque.
Las procesiones de Guadalajara capital son sencillas y nada, o muy poco, tienen que ver con las de otras zonas, donde se definen por unas señas de identidad propias, características, de todos conocidas, como por ejemplo las de Bercianos de Aliste, en tierra zamorana, por sus atractivas vestimentas; en Cartagena y la propia Murcia, por los maravillosos “pasos” de Salcillo, o toda Andalucía, por todas sus imágenes de la Virgen, máxima expresión del arte escultórico que, casi siempre, caminan durante toda la noche a ritmo de trompeta, tambor y saeta, como sincera oración.
Pero no solo son las procesiones las manifestaciones más destacadas de la Semana Santa alcarreña, que también -desde hace no demasiados años- forman parte de ella las “Pasiones vivientes”, -entre las que destacan las de Fuentelencina (Jueves Santo), Hiendelaencina (Viernes Santo), la más antigua de todas, y Albalate de Zorita, tan diferente a las anteriores (Sábado Santo)- que tanto llaman la atención. Algunas otras surgieron con gran brío, pero al poco dejaron de hacerse.
Mención aparte merecen los “Soldados de Cristo” de Budia, de gran sobriedad, que comienzan sus actividades el Jueves Santo escoltando al abad desde su casa a la iglesia, donde “rinden” sus lanzas y participan en el lavatorio, siguen el vía crucis y acompañan al Santo Sepulcro el Viernes Santo, cumplen la vigilia pascual y procesionan el Domingo de Resurrección.
Curiosas son las quemas de los distintos “judas” que tienen lugar en nuestra provincia, generalmente coincidentes con el Domingo de Resurrección, pero de ellos hablaremos en otro momento.