Las pasiones vivientes, los vía crucis y tantas otras manifestaciones populares tienen como objeto, a través de su “re-presentación”, recordar, padecer, sufrir, “re- vivir” -aunque siempre de una manera aproximada, con el alma y el corazón- en las propias carnes, en las entrañas, aquel auténtico camino pasional que Nuestro Señor Jesucristo, como Hombre, tuvo que soportar hasta su muerte en la cruz para lograr ese otro camino, ascensional, que lo conduciría hasta el Padre. Una forma, la más clarificadora, de enseñar al hombre iletrado de tiempos pasados, por medio de la comparación.
De ahí la proliferación que, desde hace unos cuarenta años hasta hoy, han venido alcanzando las “pasiones vivientes” de tantas localidades alcarreñas: Fuentelencina, donde se realiza al atardecer del Jueves Santo; Hiendelaencina, la más antigua de todas, que tiene lugar el Viernes Santo, haga sol o nieve (como ha sucedido en más de una ocasión), y Albalate de Zorita, cuyas escenas -puesto que se trata de representaciones estáticas de gran belleza, a modo de fotogramas de los hechos más significativos- llenan el anochecer del Sábado Santo.
Otras dos representaciones más se quedaron por el camino, las de Marchamalo y Chiloeches.
En Trillo las escenificaciones se hacen a lo largo del Domingo de Ramos, con la Entrada de Jesús en Jerusalén y su aclamación por el pueblo; el Miércoles Santo, con las representaciones de la Última cena, la Oración del huerto, la Traición de Judas, el Prendimiento y el Juicio de Jesús, y el Viernes Santo, con un vía crucis final que recorre las calles del pueblo.
Pero estos vía crucis no son los únicos que discurren por las calles de nuestros pueblos. En Atienza, -donde en la tarde del Jueves Santo tienen lugar los oficios- se rezan y conmemoran los pasos del Calvario el Viernes por la mañana, a los que sigue la adoración de las Santas Espinas en la iglesia de la Santísima Trinidad (la otra fecha en que se adoran es el 6 de mayo), ya que por la tarde sale la procesión del Santo Entierro, más conocida como la “del Silencio”. El Domingo de Pascua, o sea de Resurrección, se escenifica el encuentro de Jesús resucitado con su Madre (para terminar con la tradicional subasta de roscas). En Almonacid de Zorita, el vía crucis del Viernes Santo corre a cargo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, que cuenta con la participación de la de Nuestra Señora de los Dolores en la organización de la procesión “del Silencio”. En Mondéjar la procesión y el vía crucis se hacen a las siete de la mañana.
La Semana Santa de Budia despierta cada año mayor interés gracias a la participación de los llamados Soldados de Cristo, una hermandad recientemente recuperada, que dejó de existir por los años sesenta (se disolvió en 1962) y cuyos orígenes parecen establecerse en el siglo XV, aunque por el desarrollo de sus actividades, vestimenta y armamento parezca muy posterior. El cometido de esta hermandad es muy amplio: cuatro soldados van a buscar al abad a su casa, para escoltarlo a la iglesia, donde se celebrará la misa del Jueves Santo. El resto de la soldadesca, en dos filas, forma guardia a la entrada del templo mientras los fieles entran. En el presbiterio oyen misa y cuando tiene lugar la Consagración, rinden las lanzas, doblando una rodilla sumisamente. Posteriormente hacen guardia junto al “monumento” y, doce de ellos, a imitación de los Apóstoles, participan en el Lavatorio.
Algunas veces han celebrado una representación simbólica del Triunfo de Cristo sobre el Mal, en la que los hermanos forman un círculo en cuyo centro se sitúa el abad, que eleva la Cruz al tiempo que los soldados alzan sus alabardas.
El Viernes Santo acompañan también al abad durante las catorce estaciones del vía crucis y en la procesión del Santo Sepulcro son cuatro de ellos los que cargan con la imagen, otro con la cruz (la que actualmente se conserva es una réplica de la original que se supone de hacia 1500 y pesa cerca de setenta kilos), y el resto acompaña en perfecta alineación.
El Sábado Santo tiene lugar la Vigilia Pascual con la bendición del agua y el fuego, y el Domingo de Resurrección, después de la misa, en la procesión “del Encuentro” van escoltado la custodia que, bajo palio, es acompañada también por la Justicia y autoridades y se “encuentra” con la procesión que forman las mujeres que arropan a la Virgen, a la que en el momento en que se produce el “encuentro” le quitan el velo negro y, todos juntos, regresar entre cánticos de alegría al templo parroquial.
Nuestro admirado Antonio Aragonés Subero indica que estos “Soldados de Cristo” comenzaban su cometido el Domingo de Ramos con una merienda en la que establecían el orden de los servicios de Semana Santa, que dedicaban íntegramente a la piedad. Como soldadesca deben acatar las órdenes de un capitán elegido por los propios soldados, cuyo cargo dura de cuatro a ocho años, que les pasa revista de vestimenta y aseo, así como a las de un teniente que nombra el capitán, como ayudante. Parece ser que cuando alguno de estos soldados fallecía, su cargo podía ser heredado por un hijo, aunque este punto no está suficientemente aclarado.
En la actualidad visten traje negro de pana con sombrero a juego y, en bandolera, una cinta ancha roja con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y, como arma, una pica o alabarda de grandes dimensiones.
Relacionada con esta soldadesca el mismo Aragonés trascribió la siguiente letra, perteneciente a una cancioncilla:
Tan-ta-ran-tan, el báculo del Obispo
El Cura y el Sacristán.
Tan-ta.ran-tan, con los Soldados de Cristo
La Virgen llorando está.
Tan-ta-ran-tan…