Archive for mayo, 2013

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (V)

José Ramón López de los Mozos sigue su serie sobre Epifanio Herranz, y se refiere en este quinto capítulo  a las vírgenes más populares de la provincia y al «casillo de los pobres»

17) Ya hemos dicho que la obra de don Epifanio Herranz es fundamentalmente religiosa, pero aún dentro de este mundo, uno de los aspectos que más le interesa es, sin lugar a dudas, el de la mariología en sus más variados aspectos. Una muestra de ello puede encontrarse en “Letanía mariana”, un amplio recorrido a través de las más importantes y llamativas advocaciones de la provincia de Guadalajara, escrito con motivo de la celebración del Año Mariano de 1987.

Allí aparecen las Vírgenes de la Salud, de Barbatona, protectora del miedo al dolor, la enfermedad y la muerte; de la Antigua, de Guadalajara, El Casar y Campillo de Dueñas, desde la reconquista; de la Hoz, de Ventosa, a donde acuden todos los pueblos del Señorío de Molina; de la Alcarria, de Fuentes de la Alcarria; de la Concepción, de tantos lugares… Molina de Aragón, Cillas, Matillas, Villarejo de Medina; de la Carretera, de nueva advocación, en Almadrones, cuya ermita circular -como una rueda- realizara nuestro fallecido amigo Antonio González Lamata; de la Medalla Milagrosa, de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paul; del Rosario, quizá la de mayor número de advocaciones: Barriopedro, Ledanca, Málaga del Fresno, Palazuelos, Romancos, Setiles, Yélamos, Zorita de los Canes…; de la Bienvenida, de El Recuenco; de la Esperanza, de Durón, junto al pantano; del Pópulo, en Hontanares.

Del Campo, de Trillo (y con ella, de las Viñas, de Mondéjar; de la Oliva, en Moratilla de los Meleros, y de los Huertos, en Chillarón del Rey).

De la Peña, en Brihuega; de Peñahora, en Humanes de Mohernando; de Peñamira, en Beleña de Sorbe; de Sopeña, en  San Andrés del Congosto, y de Sopetrán, en Torre del Burgo.

De la Vega, en Azañón, Cubillejo de la Sierra, Sotodosos y Valfermoso de Tajuña; del Valle, en Malaguilla y Taracena; del Prado, en Valderrebollo, y de la Cañada, en Padilla del Ducado.

Del Buen Labrado, en Ablanque; del Buen Amor, en Terzaga, y del Buen Suceso (o parto), en Codes.

De la Mayor, título que se extiende desde Sigüenza hasta Alcoroches, Fontanar, Guadalajara y Molina de Aragón; de la Madre de Dios, en el monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal, y de Belén, en el de las capuchinas de Cifuentes.

De la Carrasca, en Castellar de la Muela y Rillo de Gallo; de los Enebrales, en Tamajón; del Espinar, en Alcocer; del Madroñal, en Auñón; de los Olmos, en Maranchón y Casa de Uceda; del Pinar, en Galve de Sorbe; del Sauce o del Saz, en Alhondiga, y de la Zarza, en Valdelcubo.

De Arán o de Aranz, en El Sotillo; de Pálmaces, en Turmiel; del Peral de Dulzura, en Budia, y de Océn, en Hortezuela de Océn.

De la Caridad, que apareció en el despoblado de Caritas, en Miralrío; de la Paz, que tanto se repite, en Alovera, Baides, Mandayona y Mazuecos, donde tienen “soldadesca” y “botarga” en su honor; de la Leche, cuya imagen alabastrina y policromada tiene su sede en la catedral seguntina, y de Nazaret, en Viana de Mondéjar.

Del Amparo, en Guadalajara y Torija; Auxiliadora, de los Desamparados, en Tordellego; de los Remedios, en Albalate de Zorita, La Bodera, Cogolludo, Mochales, Pareja, Peralveche y Tortuera; del Consuelo, en Mantiel; de la Merced, en Abánades; de la Piedad, en Cerezo de Mohernando; del Socorro, en Illana y Sacedón, y de Quita Angustia (que no Quinta), en La Toba.

De Valbuena, en las Cendejas; de Valdeiglesias, en Cantalojas, y de Valdelagua, en Robledillo de Mohernando.

De la Salceda, en Peñalver y Tendilla; de Monsalud, en Córcoles; de Óvila, en Sotoca de Tajo, y de Bonaval, en Retiendas.

De la Natividad, en Alustante, Espinosa de Henares, Zaorejas, Tomellosa, Tierzo…

De las Angustias, de los Dolores, del Traspaso y de la Soledad, en casi todos los pueblos, donde una ermita aparece bajo una de estas advocaciones: Atienza, Azuqueca de Henares, El Cubillo de Uceda, Escariche, Guadalajara, Hinojosa, Horche, Usanos, Valdeavellano, Villel de Mesa, Yebra…

De la Alegría.

De los Albares, en Algar de Mesa; de Castejón, en Jadraque; del Castillo, en Castilmimbre; del Robusto, en Aguilar de Anguita; de la Torre, en Peñalén y Riofrío del Llano; del Lubio (Llubio o Yugo), en Clares, y del Viso, en Razbona.

Del Puente, en Cañamares; de la Escala, en Escamilla y del Puerto, en Salmerón.

Del Montealejo, en Cereceda; de la Muela, en Driebes, y del Molino, en Pastrana.

De la Asunción -como dogma de Fe- y del Gavilán, en Anchuela del Pedregal.

Y, para terminar, Nuestra Señora de la Minerva, en Selas, con procesión el tercer domingo de cada mes en la propia iglesia (19).

18) Después de esta amplísima nómina hagionímica, las páginas del libro que comentamos nos conducen hasta “El casillo de los pobres”, un artículo breve en el que explica el tema vivido con la curiosidad propia de los niños, pues se trataba de una especie de covacha a la que daba respeto entrar.

Ahora se refiere al “casillo” de Sotodosos, donde moraban transeúntes gitanos, titiriteros, componedores y paragüeros… todos pobres de solemnidad, que casi siempre mirábamos como gentes laterales, como apestados… Allí no faltaba paja ni leña del pinar cercano y allí permanecían algunos días si el trabajo se daba bien (silleros, lañadores, estañadores, toda esa fauna errante y alguna más que se me olvida) (20).

Ahora ya no hay “casillos” sino albergues y casas rurales, pero no son para los silleros y estañadores…

(19) Ibidem., pp. 131-137. (9-XII-87).

(20) Ibidem., pp. 148-149. (27-I-88).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (IV)

Este artículo de López de los Mozos sobre la obra de Epifanio Herranz trata sobre la emita de «Montensino, barranco y santuario»,  las jotas de Canredondo , los puentes con historia y la noche de ánimas.

13) Entre estas cosas hay una joya guardada, que es la ermita del “Montesino, barranco y santuario”, donde cada año acuden las gentes de los pueblos de Anquela del Ducado, Aragoncillo, Cobeta, Olmeda de Cobeta, Selas, Torremocha del Pinar y Villar de Cobeta, en romería.

Pues bien, en esta ermita había un santero: el señor Paco [Francisco Checa Concha] que ejercía de pastor y poeta y que llegó a inventarse una oración -impresa en una estampa, en blanco y negro- sobre la mismísima historia de Montesino, al parecer, el militar moro que protagonizó esta leyenda mariana:

“Coterráneos y universales

                                               peregrinos del siglo XX;

                                               peregrinamos aquí

                                               a este lugar sagrado

                                               en honor de la Virgen del Montesino

                                               y de nuestra Fe.

 

                                               ¡ay! qué bonito,

                                               ¡ay! qué bonito y qué hermoso

                                               es poder, querer, saber

                                               y hacer algo de sacrificio

                                               para fortalecer nuestra honradez”.

“El santero-poeta queda soñando con su Virgen querida y con los visitantes que vendrán mañana…” (14).

14) Pero, siempre -es curioso- suena una jota de fondo, arropada por guitarras, bandurrias y laúdes… Jotas como estas que se cantaron en un “Remojón de bodas” en el pueblo de Canredondo:     

                                                “Buena mano tenga el cura

                                               con estos enamorados

                                               y gocen de gran ventura

                                               junto con sus invitados”.

 

                                               “A los padres y familia

                                               al ver hoy los hijos casar,

                                               mucha salud y armonía

                                               Dios del cielo os quiera dar”.

 

Era costumbre -desgraciadamente ya no cumplida- felicitar a los contrayentes y beber y hacer tiempo.

En un momento determinado, se les daba un paseo a lomos de burro, hasta la balsa, donde recibían un lavado ritual: “Esposa húmeda, matrimonio feliz”.

Se trata, como podrá verse, de una forma lustral, a través de la que se lava a la mujer -antiguamente impura por menstruar- de un posible pecado producido antes del casamiento, y tras cuyo cumplimiento se entrega, realmente virginal, al recién maridado.

Había, también, una canción recordatoria del alejamiento de la pareja. Como siempre se trata de una cuarteta sencillamente construida, y no falta de ironía:

 

“Si os vais a la ciudad

                                               dejando pueblo y familia

                                               que tengáis felicidad

                                               y nada de pulmonía” (15).

15) Quizá, saberse los nombres de algunos puentes no tenga demasiada importancia, pero por aquello de por si sí o por si no, quisiéramos ahora dejar constancia de algunos nombres de los puentes que cita nuestro don Epifanio en su brevísimo trabajo “Puentes con historia”, puesto que son pocos y no nos llevarán mucho trabajo ni tiempo (16):

 

– Puente “del Martinete”, en  Peralejos de las Truchas                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

            – Puente “del Cabrillas” (en su desembocadura al Tajo)

– Puente “de San Pedro”, en Zaorejas

– Puente “romano”, en Molina de Aragón (que no es romano y sí     medieval)

– Puente “de Tagüenza”, en Huertahernando

– Puente de Trillo

– Puente de Auñón                                               

            – Puente “de los Ladrones”, en Sigüenza (17)

– Puente “del Henares”, en Guadalajara

– Puente “de Albares”, en Almoguera

16) Hasta hace bien poco han venido contándose cuentos, consejas y narraciones referentes a la “Noche de ánimas”. Tal es el caso de lo que sucedió en Ocentejo donde, la noche del día de Todos los Santos, el sacristán tocaba las campanas de la iglesia “a clamor” a las doce en punto de la noche, como sucedía en todos los pueblos de la zona y algunos más.

Los mozos reunidos en la taberna, con los efluvios del vino trasegado, apostaron entre ellos cual sería el aguerrido que se atreviera a ir al cementerio mientras sonaba el toque y atase un pañuelo en los barrotes de la puerta.

Hubo un valiente y, mientras, los demás esperaban el cumplimiento de la apuesta a prudencial distancia.

Cuando el mozo se aprestó a cumplir con su apuesta, ya a punto de enlazar el pañuelo, notó que algo tocaba sus manos, gritando desesperadamente: ¡que me cogen!, ¡que me cogen!, retrocediendo a toda velocidad como alma que lleva el diablo, pálido y tembloroso, hasta regresar con el grupo que lo esperaba, que se encargó de trasladarlo a su casa llamando rápidamente al médico.

Pudieron ser unas ramas movidas por el viento o que, maliciosamente, otro del grupo quisiera haberle dado un susto al bravucón, pero tan fuerte fue la impresión que murió al poco (18).

(14) Ibidem., p. 115. (Montesino, barranco y santuario, 7-X-87).

(15) Ibidem., p. 119. (14-X-87).

(16) Ibidem., pp. 124-125. (4-XI-87).

(17) Ibidem., según se cuenta en la tierra, este nombre le viene al puente porque unos tratantes que regresaban a sus pueblos después de acudir a la feria que allí se realizaba, fueron asaltados perdiendo cuantos dineros llevaban escondidos, p. 124.

(18) Ibidem., pp. 125-126. (11-XI-87).

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (III)

En este tercera entrega, José Ramón López de los Mozos escribe sobre Balconete y el tesoro de Retuerta, los pairones molineses y el Corpus.

10) En “Balconete y el tesoro de Retuerta”, describe la topografía urbana del primer lugar, situado a media ladera y con una calle alargada en la que confluyen todas las demás, a cuyo término se agregó el antes perteneciente a Retuerta, despoblado desde 1787.

Cuenta un suceso que se transmite de generación en generación: se dice que por culpa de una pelea vecinal en la que hubo un muerto, el alcalde de dicho despoblado fue apresado, por lo que los vecinos del lugar se trasladaron, por no querer saber nada, a los cercanos Balconete y Romancos.

Se trata de una leyenda que se narra en un romancillo que hasta hace poco se contaba en la zona:

 

El tesoro de Retuerta,

                                               contado con mil detalles

                                               por ancianos de estos valles,

                                               se da como cosa cierta.

                                               Trabajando en una tierra

                                               del abandonado caserío,

                                               el amo vigila a los mozos

                                               que ahora abren pozos

                                               y luego plantan olivos.

                                               ¡Señor amo, señor amo!

                                               -dice con aire de asombro

                                                uno de los criados-

                                               aquí hay muchas monedas de oro”.

 

Habían encontrado una olla repleta a repartir entre todos:

 

Dejémoslo donde está

                                               -tercia por fin el amo-

                                               no sea que la autoridad

                                               nos considere ladrones

                                               a los tres. Está penado

                                               no descubrir estas cosas.

                                               Fina mentira y engaño

                                               para los pobres criados”.

 

Y según se lo contaron, así lo cuenta (11).

11) Hay también una cita con los “Pairones molineses”, que nuestro autor analiza como elementos pétreos a modo de pilastra situada sobre un pedestal escalonado acabada en un pináculo y cruz, que en su parte superior suele contener azulejos o tallas referentes a la Virgen, santos locales y, las más de las veces, a las ánimas del purgatorio.

También como elementos de clara significación de lo cotidiano, transmisores de carácter votivo, en honor a los santos protectores del pueblo; funerario, en recuerdo de los antepasados, y bendicional, como punto o hito desde el que bendecir los campos.

A estos elementos precedentes se une otro concepto de tipo histórico herencia de los antiguos “mercurios”, a los que se arrojaba una piedra a modo de “alma” como protección para el camino, ya que estos pairones se colocaban generalmente en los cruces camineros. Piedra-alma que representa también a la oración en solicitud de bien para las almas del purgatorio, una vez llegado el momento de la cristianización. Piedra convertida en oración (12).

Unas páginas más y nos encontramos con otro breve trabajo, sencillo -como todos los de don Epifanio-, pero lleno de gratas sugerencias.

12) Se trata de “Tríptico eucarístico (Guadalajara capital-Selas- Valverde)”, a través del que ofrece una visión diferente de celebración del día del Corpus Christi,  situada en cada uno de los lugares mencionados.

En Guadalajara refiere la salida, desde la concatedral de Santa María, de los miembros de la cofradía de los Apóstoles, posiblemente originaria del siglo XV, vestidos todos al modo antiguo y cada uno con el símbolo de su martirio, para lo que hace falta tener buena reputación y una conducta ejemplar.

En Selas, Gregorio XIII -mediante bula concedida a la cofradía del Santísimo el 4 de noviembre de 1578- permite que la imagen de la advocación parroquial, Nuestra Señora de la Minerva, pueda participar en la procesión junto al Santísimo, cosa rarísima según es norma litúrgica, con el fin de no distraer la atención de los fieles hacia la Hostia consagrada.

Del mismo modo, en Valverde de los Arroyos, el también Papa Paulo V concedió bula, en 1606, para que los danzantes de la correspondiente cofradía pudieran bailar ante el Santísimo Sacramento el día de su octava, como se sigue haciendo en la actualidad (13).

 

Nos consta que a don Epifanio siempre le han gustado las cosas sencillas y discretas, puesto que se trata de un hombre que quiere pasar desapercibido, de ahí también su tendencia a las cosas pequeñas y nimias, que no llamen demasiado la atención.

(11) Ibidem., pp. 80-81. (6-V-87).

(12) Ibidem., p. 98. (8-VI-87). En las pp. 99-100, fotografías de los pairones de Orea y Labros.

(13) Ibidem., pp. 101-102. (17-VI-87).

 

 

 

 

 

 

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