Este artículo de López de los Mozos sobre la obra de Epifanio Herranz trata sobre la emita de «Montensino, barranco y santuario», las jotas de Canredondo , los puentes con historia y la noche de ánimas.
13) Entre estas cosas hay una joya guardada, que es la ermita del “Montesino, barranco y santuario”, donde cada año acuden las gentes de los pueblos de Anquela del Ducado, Aragoncillo, Cobeta, Olmeda de Cobeta, Selas, Torremocha del Pinar y Villar de Cobeta, en romería.
Pues bien, en esta ermita había un santero: el señor Paco [Francisco Checa Concha] que ejercía de pastor y poeta y que llegó a inventarse una oración -impresa en una estampa, en blanco y negro- sobre la mismísima historia de Montesino, al parecer, el militar moro que protagonizó esta leyenda mariana:
“Coterráneos y universales
peregrinos del siglo XX;
peregrinamos aquí
a este lugar sagrado
en honor de la Virgen del Montesino
y de nuestra Fe.
¡ay! qué bonito,
¡ay! qué bonito y qué hermoso
es poder, querer, saber
y hacer algo de sacrificio
para fortalecer nuestra honradez”.
“El santero-poeta queda soñando con su Virgen querida y con los visitantes que vendrán mañana…” (14).
14) Pero, siempre -es curioso- suena una jota de fondo, arropada por guitarras, bandurrias y laúdes… Jotas como estas que se cantaron en un “Remojón de bodas” en el pueblo de Canredondo:
“Buena mano tenga el cura
con estos enamorados
y gocen de gran ventura
junto con sus invitados”.
“A los padres y familia
al ver hoy los hijos casar,
mucha salud y armonía
Dios del cielo os quiera dar”.
Era costumbre -desgraciadamente ya no cumplida- felicitar a los contrayentes y beber y hacer tiempo.
En un momento determinado, se les daba un paseo a lomos de burro, hasta la balsa, donde recibían un lavado ritual: “Esposa húmeda, matrimonio feliz”.
Se trata, como podrá verse, de una forma lustral, a través de la que se lava a la mujer -antiguamente impura por menstruar- de un posible pecado producido antes del casamiento, y tras cuyo cumplimiento se entrega, realmente virginal, al recién maridado.
Había, también, una canción recordatoria del alejamiento de la pareja. Como siempre se trata de una cuarteta sencillamente construida, y no falta de ironía:
“Si os vais a la ciudad
dejando pueblo y familia
que tengáis felicidad
y nada de pulmonía” (15).
15) Quizá, saberse los nombres de algunos puentes no tenga demasiada importancia, pero por aquello de por si sí o por si no, quisiéramos ahora dejar constancia de algunos nombres de los puentes que cita nuestro don Epifanio en su brevísimo trabajo “Puentes con historia”, puesto que son pocos y no nos llevarán mucho trabajo ni tiempo (16):
– Puente “del Martinete”, en Peralejos de las Truchas
– Puente “del Cabrillas” (en su desembocadura al Tajo)
– Puente “de San Pedro”, en Zaorejas
– Puente “romano”, en Molina de Aragón (que no es romano y sí medieval)
– Puente “de Tagüenza”, en Huertahernando
– Puente de Trillo
– Puente de Auñón
– Puente “de los Ladrones”, en Sigüenza (17)
– Puente “del Henares”, en Guadalajara
– Puente “de Albares”, en Almoguera
16) Hasta hace bien poco han venido contándose cuentos, consejas y narraciones referentes a la “Noche de ánimas”. Tal es el caso de lo que sucedió en Ocentejo donde, la noche del día de Todos los Santos, el sacristán tocaba las campanas de la iglesia “a clamor” a las doce en punto de la noche, como sucedía en todos los pueblos de la zona y algunos más.
Los mozos reunidos en la taberna, con los efluvios del vino trasegado, apostaron entre ellos cual sería el aguerrido que se atreviera a ir al cementerio mientras sonaba el toque y atase un pañuelo en los barrotes de la puerta.
Hubo un valiente y, mientras, los demás esperaban el cumplimiento de la apuesta a prudencial distancia.
Cuando el mozo se aprestó a cumplir con su apuesta, ya a punto de enlazar el pañuelo, notó que algo tocaba sus manos, gritando desesperadamente: ¡que me cogen!, ¡que me cogen!, retrocediendo a toda velocidad como alma que lleva el diablo, pálido y tembloroso, hasta regresar con el grupo que lo esperaba, que se encargó de trasladarlo a su casa llamando rápidamente al médico.
Pudieron ser unas ramas movidas por el viento o que, maliciosamente, otro del grupo quisiera haberle dado un susto al bravucón, pero tan fuerte fue la impresión que murió al poco (18).
(14) Ibidem., p. 115. (Montesino, barranco y santuario, 7-X-87).
(15) Ibidem., p. 119. (14-X-87).
(16) Ibidem., pp. 124-125. (4-XI-87).
(17) Ibidem., según se cuenta en la tierra, este nombre le viene al puente porque unos tratantes que regresaban a sus pueblos después de acudir a la feria que allí se realizaba, fueron asaltados perdiendo cuantos dineros llevaban escondidos, p. 124.
(18) Ibidem., pp. 125-126. (11-XI-87).