“Ronda de Refranes” (69) es, quizás, uno de los trabajos más amplios de cuantos don Epifanio escribió en las páginas de Flores y Abejas y que recoge en el libro que poco a poco vamos comentando. En él recoge una quincena de refranes alusivos a diversos pueblos de la provincia de Guadalajara, algunos sobradamente conocidos, pero siempre dignos de recuerdo.
1.- “Alocén, muchos lo ven y pocos entran en él” hace alusión a su elevado asentamiento, que se asoma al pantano de Entrepeñas.
Situación que hacía que quienes circulaban por la antigua carretera de Cifuentes, paralela al Tajo, lo vieran en la elevada lejanía.
Hoy el pueblo es un lujo y por el contrario su atractiva belleza invita a “entrar en él”.
2.- “Peñalén, igual que un Belén” (sic), por su parecido a una de esas postales que nos hacen imaginar un belén totalmente distinto al que fuera cuna de Nuestro Señor Jesucristo, -desierto, palmeras…-, puesto que este nada tiene que ver con el de nuestra postal, o mejor dicho, con la postal de don Epifanio, y más si está nevado, como esos otros pueblos -pongamos por caso La Cabrera, cerca de Sigüenza, o Pelegrina- que también queremos comparar con los tradicionales belenes navideños, donde las casas del pueblo rodean la colina a cuyas plantas pasa el río y en lo alto, como si se tratase del castillo de Herodes, la iglesia parroquial.
Dice don Epifanio que no falta el color oriental de los “moros y cristianos”, que antiguamente desfilaban en la fiesta de la Virgen de la Torre, patrona del lugar. “Lo demás es imaginación”.
Pero, curiosamente, ante este “nacimiento” natural, nuestro autor abre el libro de la tradición antigua y entresaca los siguientes ripios, expresivos y graciosos:
“En el portal de Belén están la Virgen y el Niño,
con tanto pedigüeño te dejan limpio el bolsillo”,
cuando los mozos iban con sus zambombas y panderetas pidiendo el aguinaldo por las casas del pueblo…
“La abuela Donata
dando lo poco que tiene
se queda sin alpargata”,
que tal era su afán caritativo, vivido junto al pesebre, para finalizar con la cena, ¡esta vez de varios platos!, vinos y turrones, si se podía…
Y terminar:
“Si pruebas las golosinas
evita la indigestión,
que luego la solución
es tomar las medicinas”.
Es curioso que este precioso artículo viera la luz en el mes de marzo, ya pasados los alegres días de la Navidad. ¡Quizá la nostalgia!
III.- “Miralrío, mucha agua y poco vino”, pues era bien sabido que, por desgracia, la filoxera dio al traste con las vides del término municipal y los antiguos cocederos se quedaron sin mosto.
Aunque también se dice aquello de: “Cuando el agua es mucha y el vino es poco, se añade agua al vino, y así no se sube al coco”.
Por el centro de Miralrío pasa la carretera de Soria, por eso la gente con prisa no conoce el pueblo, que conserva una bella iglesia, además de ser una especie de balcón natural, un auténtico mirador (de donde le viene el nombre: “mira el río”) desde el que asomarse a las vegas de los ríos Henares y Bornova.
Dice don Epifanio que abajo, en la vega, hubo un pueblo llamado Salaices del que no quedan más restos que los de su pequeña iglesia, convertida hoy en ermita de la Virgen de Cáritas, la patrona.
(69) Op. cit., pp. 278-294. (Flores y Abejas, 20/Marzo/1991).