XXVII. Refranero de Trijueque, Olmeda, Imón, Sayatón…

José Ramón López de los Mozos continua desgranando el refranero en la obra de Epifanio Herrranz, y trata en este artículo de refranes en Trijueque, Olmeda, Imón, Santamera y Sayatón

XIII.- “Quien quiera vivir sano, pase en Trijueque el verano”.

Alabanza que recoge don Epifanio Herranz para declarar las bondades del clima que dicho pueblo puede ofrecer al posible visitante, para lo que trae a cuento una  interesante cita de Caro Baroja y compararla con lo que pudiera pensar un enfermo que viviera en una gran ciudad y padeciera de los pulmones: “Sáquenme de aquí para respirar aire puro”, que dice así:

“En el repertorio de gracias y astucias del botarga Zaharrón o Zangarrón (personaje burlesco, de remota tradición, disfrazado ridículamente, que hace más divertidas las fiestas y carnavales, según se lee en “El Carnaval” de J. Caro Baroja) figura el simular su propio entierro, y con voz grave dice bajo la losa sepulcral: “Sáquenme de aquí que estoy vivo y no puedo respirar”” (77).

Algo que nos a entender que se trata de un aire -o un clima- tan benéfico que podría revivir a un muerto o reanimar a un enfermo.

Y es que Trijueque se encuentra situado al borde de una altiplanicie desde la que se divisa el valle del Badiel, del que llega un aire tan puro que también nos induce a pensar, siguiendo el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, en “sacar el espíritu que hay encerrado en las criaturas y del que está lleno el orbe de la tierra”.

 XIV.- “En la Olmeda, Imón y Santamera, toda la sal que usted quiera”.

El lector pudiera pensar que nada etnológico ni etnográfico contienen estas salinas y nada más alejado de la realidad, triste, pero realidad. Y es que aquellos micromundos, aquellos pueblecitos hoy casi desiertos, que atraviesa el río Salado, fueron la base de una de las industrias de mayor importancia en el pasado, la de la sal con que contribuir al pago de las soldadas militares que se realizaban en sal (de ahí la palabra “salario”) y a la conservación de los alimentos, principalmente, aparte de otras industrias como la alimenticia, química, etcétera. Pueblos como Torrevaldealmendras, La Riba de Santiuste, La Olmeda, Bujalcayado, Santamera y tantos otros que aun medio conservan, como Imón, parte del esqueleto de la mayor parte de los edificios que sirvieron de almacenes, oficinas, molinos, albercas, pozos… que fueron un ejemplo importantísimo de un tipo específico de arquitectura industrial primitiva, aunque desarrollada en la época de Carlos III, aquel ilustrado del que se dice haber sido “el mejor alcalde de Madrid”.

El dictado tópico que encabeza este apartado nos habla de la importancia de la sal y de los lugares donde más se producía. Quede al menos el recuerdo ya que las condiciones económicas del país no permiten su conservación como restos mortecinos de un Patrimonio arqueológico en rápida extinción (no olvidemos que el Gobierno de Castilla-La Mancha declaró las salinas de Imón Bien de Interés Cultural en 1989) (78).

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo.

 XV.- “En Sayatón, campanas con poco son”.

En realidad se trata de un comentario que los días de fiesta solía decir el que fuera  párroco de Sayatón, hace más de cincuenta años, acerca de las campanas de la iglesia.

Y es que siempre sonaron mal.

Aunque don Epifanio traiga a cuento esto de las campanas de Sayatón con motivo de haber elevado su torre-campanario seis metros más.

Ahora los arquitectos modernos hacen iglesias modernas sin campanario ni campanas, y las torres de los templos antiguos cuando son sacudidas por el rayo o por un terremoto, son muy difíciles y costosas de reconstruir. Eso es lo que le pasó a la de Sayatón, que después de los destrozos causados por la pasada guerra incivil, pasados muchos años, elevó su torre sin importarle los vientos agnósticos o ateos del momento (79).

Comentario sencillo y breve que hace don Epifanio sobre un hecho arquitectónico que quiso resaltar en su momento, para no pasara desapercibido, como tantas veces ocurría y ocurre.

  (77) Op. cit., pp. 290-291.

(78) Op. cit., pp. 291-292.

(79) Op. cit., pp. 292-294.

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