XVII.- Don Epifanio Herranz escribe un artículo muy curioso sobre Cantalojas, ese pueblecito que se encuentra en la Serranía del Ocejón, cerca de Grado de Pico, ya en la provincia de Segovia y de la Sierra de Pela (Sierra “Pelá” que quiere decir sin árboles o Sierra “Pelada”), cercana a la de Soria.
Un pueblo, Cantalojas, donde se celebra anualmente un importante mercado de ganados coincidiendo con el día de la Virgen del Pilar, en el mes de octubre.
Es cierto. Dice nuestro anfitrión que, antes, las ferias y, especialmente, las de ganados, eran esperadas con interés por las gentes del campo, pero que hoy han perdido intensidad y apenas son un recuerdo de lo que algunas fueron.
Ya vimos lo sucedido con la feria de Tendilla en páginas anteriores.
Pero lo que a mí, como escritor, me llama la atención no es la feria que comentamos, sino “una rareza más”, como indica don Epifanio, pero de carácter espiritual: la imagen de la Virgen de Valdeiglesias, patrona de la localidad, que es una talla sedente con el Niño Jesús, también sedente sobre la rodilla izquierda de su Madre.
Don Epifanio, muy sutilmente opina igual que yo y piensa que tratándose de una imagen románica, debería aparecer en su forma original, sin esos vestidos que tanto la afean y que la fe popular le ha colocado sobre la madera para que no se encuentre “desnuda”. Tremenda palabra.
Por lo que me veo obligado a comentar algo acerca de esto de la “desnudez” de la Virgen, puesto que se trata de algo tremendamente importante y digno de tenerse en cuenta por los profanos en materias marianas, hagiográficas, etnográficas y populares.
Me explico. Hace unos meses, no muchos, entré en la iglesia de un pueblo cuyo nombre debo reservarme, máquina fotográfica en ristre.
Un agrupo de cuatro o cinco mujeres, que supongo serían las “camareras” de la Virgen, estaban “desnudando” la imagen de la patrona, para inmediatamente, por aquello de la cercanía de la fiesta principal, volverla a “vestir” con sus mejores galas.
Inocente de mí, me acerqué con toda la humildad del mundo pidiendo permiso para hacer una foto, pero en cuanto me vieron acercar, poco menos que me echaron del templo con cajas destempladas, diciendo que no podía estar presente, que aquello de ver a la Virgen en esas condiciones era pecado. Que cuando estuviera “vestida” me avisarían y podría hacerle todas las fotos que quisiera.
Incluso una de ellas, -siempre hay una más aguerrida que las demás-, de esas entrañables defensoras de María me preguntó casi desafiante, que si había hecho alguna fotografía y que, si la había hecho, que hiciera el favor de dársela.
La verdad es no hice ninguna y así se lo hice saber… pero creo que no quedó muy convencida. Aunque es verdad que no la hice y hubiese sido muy difícil darle la fotografía porque ahora casi todas máquinas de fotos son digitales y simplemente me hubiese comprometido a borrarla.
Una vez “vestida” con sus ropas de gala la Virgen parecía otra.
Yo hice mis fotos y las mujeres quedaron tan contentas (como si nada hubiese pasado).
Pero la cuestión verdaderamente importante no es lo narrado, sino lo que antropológicamente significa el hecho acaecido. Que las mujeres sean las encargadas de adornar y “vestir a “su” Virgen, que es también la de todo el pueblo y que un hombre no pueda asistir al acto de su “vestidura”, puesto que para ellas, lejos de ser una mera imagen de madera, es “su” Virgen casi de carne y hueso, la Virgen con la que hablan cotidianamente y a la que le cuentan sus tristezas y quizás sus alegrías. Una imagen que debe sentir lo que ellas mismas sienten cuando un hombre las ve desnudarse…
El aprendiz de antropólogo tomó buena nota de aquella lección que le brindaron las sencillas mujeres de un pueblo. Una lección que nunca olvidará.
Volviendo al tema anterior de la Virgen de Cantalojas, dice don Epifanio que la actual ermita donde permanece la imagen se encuentra a medio kilómetro del pueblo, que fue construida en el siglo XVII y que, como tantas otras advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara, se apareció a un pastor.
A finales del mes de mayo, cuando las “flores”, los fieles trasladan su imagen hasta la parroquia, donde se queda hasta pasadas las fiestas mayores.
De sus Gozos surge esta cuarteta:
“Es la Virgen de Valdeiglesias
la que todos veneramos,
a la que todos pedimos
que nos extienda su manto”.
Feria, naturaleza y devoción: Naturaleza para que se críe el mejor ganado con los mejores y más frescos pastos, feria para conseguir dineros con los que contribuir a la economía doméstica y devoción para agradecer los dones recibidos.
Y es que don Epifanio dice muchas cosas con sus elocuentes silencios.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
Notas:
(91) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., 136.- “Cantalojas, lugar de excepción”, pp. 301-303 (Flores y Abejas, 17-IV-1991).