NO CESA LA MUERTE de llevarse a nuestros referentes. Y estos años de pandemia desde 2020 hasta este malhadado comienzo de 2022, con mayor virulencia s cabe.
Ahora ha sido Paco García Marquina. Para todos los que escribimos en Guadalajara, García Marquina era un referente desde los años 70 cuando decidió libremente venirse a ser alcarreño por elección, y aquí fue un dinamizador extraordinario de la cultura provincial.
Hace años le dedique un soneto sobre su poesía primera, y se deshizo en elogios hacia mi composición. Tal era su gentileza con quien está peor dotado que él para la lírica.
Mi soneto sobre su obra decía así, teniendo en cuenta que el número 320 de la colección de poesía “Adonáis” hace referencia a un temprano poemario del vate alcarreño:
“LIBER USUALIS” DE GARCÍA MARQUINA
Trescientos veinte, de Adonáis, no es calle,
sino anotado al margen silabario
de un libro de uso, oficio y rezo diario,
por no olvidar de su acento un detalle.
.
Aun hoy poso el ojo en ángel que estalle
en infancia, en escayola, en fe y viario
a templo y poeta, que a diccionario
llama poesía en verbo y voz que halle.
.
Quejumbre, sobresalto, igual, subraye,
goteos de sonido que camina,
himno a un amor lejano que él bebía.
.
Entraba en templo libro y lo destruía,
tras columnas y flor de purpurina
que izó Francisco García Marquina.
.
Como digo, se deshizo en elogios, y desde entonces me consideró su amigo. Hemos mantenido larga correspondencia sobre diversos temas y hemos tenido asombrosas coincidencias que sorprenderían a más de uno. Por ejemplo coincidíamos en que la valoración literaria de Camilo José Cela era mayor que su feroz, despótica y bárbara valoración como ser humano.
Pero en un escritor lo que queda es su obra, no su carácter más o menos histriónico o avinagrado, circunstancia que con el paso del tiempo se va diluyendo entre las sombras de lo apenas relevante.
También le conté que Cela –uno de los mejores prosistas en castellano desde la época de Quevedo- a mí no me convencía en sus libros de viajes, por sus fuertes rasgos de desprecio hacia los seres humanos retratados en ellos.
Le conté incluso que encargó como editor a mi siempre admirado Jesús Torbado un libro titulado “Tierra mal bautizada” sobre la comarca de la Tierra de Campos. Un libro lleno de amor y del saber escribir de Torbado sobre su tierra terracampina. Pero el editor Cela se lo rechazó porque había “puesto amor, afecto y cariño en las personajes y en ese viaje”. Y eso Cela, que quería siervos dóciles y no escritores con personalidad propia no podía consentirlo.
Cela deseaba seguidores sumisos que no pusieran amor en sus libros de viaje, sino superioridad ante seres humanos caricaturizados.
Me dijo que conocía el hecho, y que no era de extrañar en un narcisista integral como Camilo.
Ahora Paco García Marquina, el hombre bueno y tierno, amén de excelente poeta, se nos ha vuelto penumbra entre la umbría. Ya no estará más entre nosotros físicamente, pero muchos le recordaremos avanzando con paso decidido y elegancia en el vestir, para ornamentar de distinción y finura algún acto cultural en Guadalajara.
Paco ha entrado para siempre en el templo de las letras de la Alcarria, tras las columnas y la flor de purpurina que izó en nuestra tierra Francisco García Marquina.