Archive for abril, 2013

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (II)

En ese segundo capítulo de la serie sobre Epifanio Herraz,  López de los Mozos se refiere a las bodegas subterráneas, máscaras y cuaresmas y el curioso lenguaje de los toques de campanas, entre otras tradiciones guadalajareñas. 

4) Pero, además de las cosas que tocan a lo perfectamente visible, don Epifanio conduce al lector, en “Bodegas subterráneas”, por los caminos de lo subterráneo, por las viejas y ocultas bodegas de tantos y tantos pueblos: de los Gárgoles de Arriba y Abajo, de Ruguilla, de Olmeda del Extremo, de las Cendejas (que son tres: de la Torre, de Enmedio y de Padrastro), etc., donde se elaboran unos aloques de maravilla, de claro color y gusto agriete, junto a los aguardientes de orujo: “el alcarreñito”, de Morillejo y el “churú”.

Hoy apenas si quedan unas cuantas bodegas, puede que quizá ya no lleguen al centenar, de las que maravilla contemplar su construcción interna, en las entrañas de la tierra (de manera que incluso sirvieron como refugio en tiempo de guerra, cuando la ignorancia comandaba por sobre la idea del Hombre como valor principal) (5).

5) Priman, ciertamente, los temas religiosos -no podría ser de otra manera- ya que tan unidos van a esos otros que, malamente, llamamos profanos.

Máscaras y Cuaresma” es un recorrido a través de una exposición fotográfica del genial José Ortiz-Echagüe (Guadalajara, 1886), organizada por la Diputación Provincial, y se basa especialmente en una fotografía, ampliamente difundida, titulada Sermón en la aldea. Se trata de un interior de iglesia rural donde pueden verse mujeres cubiertas con mantilla, acurrucadas o sentadas en taburetes y esteras de esparto. Los hombres, visten chaleco y permanecen atentos y serios al sermón, “alguno, quizá, quiere dar una cabezada vencido por el sueño y el trabajo de sol a sol”, el sacerdote habla desde el púlpito y un monaguillo aparece sentado en la escalera de subida.  

Y aquí viene la evocación y el recuerdo: los sermones seguidos del Miserere en roman paladino, el Vía Crucis… A veces una foto “te rejuvenece unos minutos. Por lo menos.” (6).

6) En el artículo titulado “El condado de Yebes”, en relación con otro, a la sazón recién publicado, viene una nota complementaria acerca de la Cofradía de la Virgen de la Soledad de dicho pueblo, que se remonta al año 1521 y cuya ermita data de cuarenta años después. Constaba dicha cofradía de dos tipos de hermanos: disciplinantes y de hacha o cirio. En realidad sus cometidos eran los mismos que los de los miembros de otras cofradías: ayudar a los hermanos enfermos, asistir a las ceremonias propias de la Semana Santa, a los entierros, etc., a costa de una multa en caso de no cumplir con lo preceptuado.

Su imagen primera sucumbió en la última guerra incivil y la talla actual fue hecha en Madrid por Arroniz (1950). Se recuerda su bendición con una romería que tiene lugar el tercer domingo de mayo (7).

7) Algo más viene sobre el “Toque de campanas”, cuyo proceder parece ser que se encuentra en el siglo IX, en la región de la Campania, gracias a san Paulino de Nola. Aquí se habla de las de Atienza, que se oyen desde lejos; de la “Santa Bárbara”, de la catedral de Sigüenza; de las del Señorío de Molina, como las mejor conservadas; de la de Valdelagua, del siglo XV y actualmente en el Museo Diocesano, todas con su correspondiente “partida de bautismo”:

Laudo Deum verum, plebem voco, cóngrego clerum,

                        Deffúnctos ploro, pestem fugo, festa decoro…” (8).

  8) “La Pasión Viviente de Hiendelaencina”, también tiene su espacio en la obra que comentamos: recuerda su origen, -idea que partió de don Bienvenido Larriba en 1968-, quien con la ayuda de la juventud del pueblo -más conocido por sus numerosas minas de plata- comenzó a ofrecer al público una digna representación de la “Entrada de Jesús en Jerusalén”, la “Oración del Huerto”, el “Juicio de Pilato” y la “Vía Dolorosa”, a lo largo de un extenso recorrido que termina con el “Vía Crucis” y el posterior “Calvario”, en un promontorio de las eras, aguantando a veces las bajas temperaturas reinantes (9).

9) “Sotodosos, un pueblo con tradición pascual”, hace referencia casi exclusivamente a los hombres, -que a pesar de la emigración, acuden de todas partes- y su representación en el pueblecito de Sotodosos, donde se canta el Rosario en su alborada de Pascua.

Todo comienza con una cena regada con buen vino -la vigilia del Sábado Santo- a la que sigue, con buen orden y compostura, la celebración del Rosario de la Aurora. Reunidos todos en el atrio de la iglesia se hacen dos grupos y cada uno seguirá su ronda nocturna por un camino diferente. El comienzo del rezo dice así, entre otras muchas letrillas:

                                   “En nombre de Dios empiezo

                                   y la Virgen del Rosario

                                   y el Santísimo Sacramento

                                   que está puesto en el sagrario”.

Sigue la “Misa del Encuentro”, a la que concurre el pueblo en pleno, dividiéndose hombres de todas las edades, por un lado, y mujeres, también de todas las edades, por otro (10).

“Ya repican las campanas

                                   ya os podéis alegrar

                                   que ha resucitado Cristo

                                   para no morir nunca más”. (Letrillas).

 

 

(5) Idem., p. 39.

(6) Ibidem., pp. 47-48. (Texto publicado el 11-III-87).

(7) Ibidem., p. 51. (18-III-87).

(8) Ibidem., pp. 51-52. “Alabar al Dios verdadero, llamar al pueblo, convocar al clero, llorar a los difuntos, alejar la peste, dar lustre a las fiestas”, además de avisar que hay fuego, conducir a los perdidos… (25-III-87). Las pp. 53-72 recogen diversas fotografías de campanarios rurales.

(9) Ibidem., pp. 76-77. (15-IV-87).

(10) Ibidem., pp. 77-78. (22-IV-87).

 

 

 

 

Notas etnográficas de la obra de Epifanio Herranz (I)

 

Don Epifanio Herranz Palazuelos es un sacerdote nacido en Sotodosos (Guadalajara), que siempre está dispuesto a ver y analizar las cosas de los pueblos, que conoce profundamente por haberlas vivido intensamente, así sus tradiciones, que ahora entresacaremos de sus obras, no muy conocidas fuera de las fronteras provinciales de Guadalajara.

Sé que estas cosas le molestan y que no quiere que, como  amigo suyo que soy, “pierda el tiempo escribiendo mamarrachadas”, pero a mí me da igual y quiero escribir estas líneas en su honor e, irrespetuoso que soy (para este asunto), no quiero hacerle caso en este cometido que me he propuesto y prefiero ofrecer al lector una sencilla muestra del cariño que “don Epi” -como cariñosamente le llamamos los allegados- ha puesto en su obra, que no es excesivamente larga, y sí muy enamorada -más de lo que las gentes nos pensamos- de esta su tierra, en ocasiones enfermiza de cariños y saludos cordiales.

LA OBRA

No vamos a entrar en todos sus libros, editados y pagados siempre por él mismo, con sus peculios particulares, pero sí vamos a hacerlo de los que vengan a decirnos algo del mundo costumbrista y que son, principalmente, los que siguen:

– Rutas Marianas de Guadalajara (Fiestas, romerías, leyendas y tradiciones), Guadalajara, El Autor, 1984, 270 pp.

– Romancero mariano de ayer y hoy. Primera parte, Guadalajara, El       Autor, 1986, 236 pp.

– Guadalajara por dentro, Guadalajara, El Autor, 1992, 343 pp.

Precisamente hemos entresacado los datos que aquí recogemos, de este último y bellísimo libro, construido en base a cientos de artículos escritos en el periódico semanal, entonces llamado Flores y Abejas, de Guadalajara,  que después cambió su nombre por el de El Decano y que hace algún tiempo dejó de publicarse en papel para convertirse en este periódico digital -guadalajaradiario- que tienes ante ti.

Allí escribió trabajos y trabajos, palabra tras palabra, y en ellos quedan sus huellas, que ahora, sin su permiso -que no hace falta- iremos comentando brevemente, como agradecimiento a su generosa contribución al conocimiento de la Etnografía y el Folclore de los pueblos de Guadalajara, muchos de ellos tan olvidados, especialmente los situados en aquellos rincones menos coloristas y atractivos para el turismo voraz.

 TREINTA BREVES NOTAS Y QUIZÁ ALGUNA MÁS…

Don Epifanio, que es hombre amable y bondadoso, empieza casi siempre sus textos con verdadero cariño franciscano. En Guadalajara por dentro, comenzado con las plantas de una botica, que él denomina “La herboristería”, dice así: “Hay de todo, ajedrea, romero y tomillo, té de roca, de río, poleo menta, manzanilla, malva, mejorana, hierba buena, ajo y perejil, ortigas, sauco, tilo y enebro…”

Pero, “En esto como en tantas cosas “cada uno habla de la feria según le va en ella” y en esto del herbolario, muy rico y variado, cada uno tiene sus gustos.” (1).

Iremos recogiendo sus notas a modo de fichas numeradas que irán viendo la luz semana tras semana si Dios quiere y el tiempo no lo impide.

1) Al pasar unas páginas se dedica al estudio de las “Devociones vivas”, especialmente dedicado a la Virgen de la Soledad: “Una Señora vestida de luto, los dedos de sus manos se entrecruzan sosteniendo un rosario blanco, unas lágrimas se escapan de sus ojos y toda su figura inspira ternura y misericordia.”

La gente canta:

Virgen de la Soledad

                                   de dolor y angustia llena;

                                   con mi ferviente cantar,

                                   quiero aliviar tu pena”.

 

Versos tranquilos y serenos que alcanzan, con sólo su ser, la forma más popular de expresión concreta y centrada, propia de esta Castilla nuestra, muerta de pena.

Esta Virgen de la Soledad data de 1468 y su ermita de 1575. Sale en las procesiones de Semana Santa con nazarenos vestidos de morado, capa negra y  escapulario  pectoral. (Imagen antigua de la Soledad. Guadalajara, p. 21) (2).

 2) Don Epifanio siempre guarda un buen recuerdo de los pueblos del Señorío de Molina y especialmente de su “capital”.

Así, en “Molina, siempre en candelero” dice: Molina de Aragón, recia y valiente hasta quemarse los huesos, tiene un especial cariño a María Inmaculada. Por ello celebra una fiesta nunca interrumpida desde 1518, debida a una bula del Papa León X, por la que se le concede el privilegio de celebrar misa “de terno solemne” en la medianoche del día 7 al 8 de diciembre.” (26-XI-1986).

Raro es el año en que la prensa no recoge anticipadamente la noticia de su celebración: P. C. R., “Molina de Aragón. La Misa del Gallo de la Inmaculada vuelve a adelantar la Nochebuena.” (3). Se conoce como “La Navidad molinesa”.

3) “Noche de Reyes”, es otro texto que comienza con un verso tradicional y cariñoso, cantado desde siempre por las gentes del Alamín, uno de los barrios de más rancia tradición de la ciudad de la Guadalajara,  que dice:

 

Ya vienen los Reyes

                                   por el Alamín

                                   y dejan a los peques

                                   juguetes en el calcetín”.

 

Las gentes, sencillas y amorosas con sus costumbres, abrigan la idea que se nos propone desde estas páginas: “Resulta sintomático que se quiere disfrazar -no faltan iniciativas por parte de organismos oficiales- esta fiesta con eso de “Papá Noël” que nada dice a nuestro arte y cultura.” (4).

(1) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, Guadalajara por dentro, Guadalajara, El Autor, 1992, pp. 17-18. (22-X-1986).

(2) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., pp. 20-22. (5-XI-1986).

(3) Nueva Alcarria, viernes, 7 de diciembre de 2001, p. 30.

(4) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio,  op. cit., p. 33.

 

La resurrección de la carne y los dientes

Los aficionados a la lectura y a los temas relacionados con la Etnología y el Folclore se habrán dado cuenta de que, en muchas ocasiones, a lo largo de los textos que llegan a sus manos, por diversos que éstos sean, casi siempre suelen contener algún dato o alguna noticia, más o menos antigua, afín a las materias arriba citadas. Tal es el caso que me ha ocurrido con la lectura de la novela de José Antonio Pinel, Arbancón. Historias, realidades e ilusiones de un pueblo [Madrid, 2009], en cuyas páginas 145-146 aparece el siguiente interesante diálogo:

“- Dígame, Don Eduardo, ¿por qué hay dientes clavados en las hendiduras de las puertas del pueblo?- dijo muy cortante. El maestro de pronto se vio pillado por el alumno.

Se tomó su tiempo y recordó aquella historia que su abuelo Eduardo le contó cuando era niño. Y le dijo:
– Escucha mozalbete: en Arbancón todo el mundo sabe que cuando a una persona se le cae un diente o se quita una muela la tiene que guardar en la puerta de su casa porque cuando llegue el día del Juicio Final, los muertos resucitarán y vendrán a sus antiguas puertas a rescatarlos y ponérselos y estar decentes ante la presencia de Dios que les juzgará.
– ¿Y cómo sabe usted eso?
– Porque lo dice la Biblia, en el Apocalipsis”.

puertaUna vez leído el anterior pensé que me había encontrado con un dato antropológico de indudable importancia, ya que podía tratarse de una costumbre ancestral poco conocida, puesto que no sabía de su existencia en otros pueblos de Guadalajara, ni de otras provincias.
Y como el interés por el tema iba creciendo paulatinamente, lo primero que pensé que debía hacer era consultar las fuentes, ir directamente al Apocalipsis de San Juan.
Así hice y he aquí lo que encontré.

San Juan, Apocalipsis 20, 11-15. El Juicio Universal: “(11) Y vi un trono grande blanco y el sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ello. (12) Y vi a los muertos, los grandes y los pequeños que estaban delante del trono, y fueron abiertos unos libros; y otro libro fue abierto, que era el de la vida; y fueron juzgados los muertos según lo escrito en los libros, conforme a sus obras. (13) Y entregó el mar los muertos que había en él, y la muerte y el infierno entregaron los muertos que había en ellos, y cada uno fue juzgado conforme a sus obras. (14) Y la muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego. (15) Y el que no se halló escrito en el libro de la vida, fue arrojado al lago de fuego”.
Pero no aprecié que se dijera algo acerca de la mejor o peor presencia de los resucitados ante Dios, -aunque si ha de estarse ante Él habrá que hacerlo en perfectas condiciones-, solo que las “condiciones” a las que se refería don Eduardo, el maestro de Arbancón, eran las meramente físicas.

Por eso es creencia que el día del Juicio Final los muertos deben presentarse ante Dios con el cuerpo completo, sin que les falte un solo hueso, y por ello, tras la resurrección, deben saber donde dejaron los dientes que perdieron en vida para recogerlos y estar presentables.

¿Dato etnográfico o licencia del narrador?

Contestación: al parecer, lo primero.

Hacia la estación del amor

Apenas ha empezado el año y ya hemos cumplido su primer trimestre, el primero del actual año cristiano, que es un ciclo diferente en cada uno de los anteriores calendarios. Por eso, a estas alturas, cuando ya ha dado comienzo la Primavera, nos encontramos con una Guadalajara -y quien dice Guadalajara, dice otras tantas ciudades españolas- carente, por lo general, o escasa, de fiestas de todo tipo.

En su momento tuvieron lugar las fiestas de invierno: Navidad y Epifanía, rodeadas por las mascaradas que llevaron a cabo botargas y vaquillones, y tantos otros personajes disfrazados como corresponde a las fiestas lúdicas que son y que llegaron hasta el periodo cuaresmal.

La fiesta alegre y divertida, los excesos como norma de vida, el predominio de la grasa y del sexo, de las inversiones y excesos, se trocó por todo lo contrario, por un periodo de recogimiento y elevación espiritual, donde don Carnal se vió relegado si no al olvido, sí a una cierta latencia, esperando un nuevo resurgir, con la llegada de la Primavera, la “Estación del Amor”, como la denominó Caro Baroja, aunque en esta ocasión sin inversión ni crítica social.

Fiestas de Carnaval que dieron paso al tiempo que ocupó, principalmente, la Semana Santa, con sus rituales: bendiciones y ceremonias, entre las que destacaron, como hemos podido ver, las tradicionales procesiones, que también se hicieron en el mundo clásico.

Es decir, la conmemoración de la muerte y resurrección de Jesucristo, que ocupa el tiempo pascual, periodo religioso por excelencia, eclesiástico, festividad sin apenas contenido lúdico, en el que hay una gran participación social y cuyo antecedente podría encontrarse en la Pascua judía.

En los siglos XIV y XV este tiempo de dolor comenzaba el sábado de Pasión, anterior al Domingo de Ramos, con procesiones que discurrían en el interior de los templos en los que se instalaba el “monumento” de Jueves Santo y en los que el Viernes Santo tenía lugar el sermón de la Pasión, que en algunos lugares se completaba con una escenificación de la crucifixión de Cristo y su posterior entierro.

Terminaba el Domingo de Resurrección con un nuevo sermón y, según señala el profesor Ladero Quesada, posiblemente también con la teatralización del “misterio” de la caída del sudario blanco que recubría la losa del sepulcro de Cristo, ya abierto y vacío.

 Parece ser que las primeras procesiones en la calle vieron la luz, al menos en los países mediterráneos, en el siglo XV, gracias al culto que franciscanos y dominicos profesaron hacia la Vera Cruz y la Sangre de Cristo, respectivamente.

El mismo Ladero Quesada indica, siguiendo a Capel, que una procesión es un “desfile organizado de personas, de una clara significación religiosa, que marchan con solemnidad y que pretenden manifestar una idea ritual común a todos los participantes. Para poder cumplir con este fin ha de ir presidido por imágenes, reliquias y símbolos relacionados con la entidad objeto de veneración”, modelo este de procesión religiosa que tanto influyó en otro tipo de cortejos: políticos y cívicos.

Buenamor Con la llegada de la Primavera, como hemos anunciado anteriormente, y como recoge el Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor refiriéndose a la alegría posterior al Domingo de Resurrección, cambiará el sentir popular y surgirán los cortejos que anuncian las numerosas uniones matrimoniales posteriores.

Tiempo litúrgico que comienza con el domingo de Quasimodo, y que se corresponde con el despertar de la vida latente:

Día de Quasimodo, iglesias e altares

vi llenos de alegrías, de bodas e cantares:

todos avíen gran fiesta, fazíen grandes yantares,

andan de boda en boda clérigos e juglares.

Festejos que se repetían el lunes y martes siguientes a la Pascua de Pentecostés, siete semanas después de la Resurrección.

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