En ese segundo capítulo de la serie sobre Epifanio Herraz, López de los Mozos se refiere a las bodegas subterráneas, máscaras y cuaresmas y el curioso lenguaje de los toques de campanas, entre otras tradiciones guadalajareñas.
4) Pero, además de las cosas que tocan a lo perfectamente visible, don Epifanio conduce al lector, en “Bodegas subterráneas”, por los caminos de lo subterráneo, por las viejas y ocultas bodegas de tantos y tantos pueblos: de los Gárgoles de Arriba y Abajo, de Ruguilla, de Olmeda del Extremo, de las Cendejas (que son tres: de la Torre, de Enmedio y de Padrastro), etc., donde se elaboran unos aloques de maravilla, de claro color y gusto agriete, junto a los aguardientes de orujo: “el alcarreñito”, de Morillejo y el “churú”.
Hoy apenas si quedan unas cuantas bodegas, puede que quizá ya no lleguen al centenar, de las que maravilla contemplar su construcción interna, en las entrañas de la tierra (de manera que incluso sirvieron como refugio en tiempo de guerra, cuando la ignorancia comandaba por sobre la idea del Hombre como valor principal) (5).
5) Priman, ciertamente, los temas religiosos -no podría ser de otra manera- ya que tan unidos van a esos otros que, malamente, llamamos profanos.
“Máscaras y Cuaresma” es un recorrido a través de una exposición fotográfica del genial José Ortiz-Echagüe (Guadalajara, 1886), organizada por la Diputación Provincial, y se basa especialmente en una fotografía, ampliamente difundida, titulada Sermón en la aldea. Se trata de un interior de iglesia rural donde pueden verse mujeres cubiertas con mantilla, acurrucadas o sentadas en taburetes y esteras de esparto. Los hombres, visten chaleco y permanecen atentos y serios al sermón, “alguno, quizá, quiere dar una cabezada vencido por el sueño y el trabajo de sol a sol”, el sacerdote habla desde el púlpito y un monaguillo aparece sentado en la escalera de subida.
Y aquí viene la evocación y el recuerdo: los sermones seguidos del Miserere en roman paladino, el Vía Crucis… A veces una foto “te rejuvenece unos minutos. Por lo menos.” (6).
6) En el artículo titulado “El condado de Yebes”, en relación con otro, a la sazón recién publicado, viene una nota complementaria acerca de la Cofradía de la Virgen de la Soledad de dicho pueblo, que se remonta al año 1521 y cuya ermita data de cuarenta años después. Constaba dicha cofradía de dos tipos de hermanos: disciplinantes y de hacha o cirio. En realidad sus cometidos eran los mismos que los de los miembros de otras cofradías: ayudar a los hermanos enfermos, asistir a las ceremonias propias de la Semana Santa, a los entierros, etc., a costa de una multa en caso de no cumplir con lo preceptuado.
Su imagen primera sucumbió en la última guerra incivil y la talla actual fue hecha en Madrid por Arroniz (1950). Se recuerda su bendición con una romería que tiene lugar el tercer domingo de mayo (7).
7) Algo más viene sobre el “Toque de campanas”, cuyo proceder parece ser que se encuentra en el siglo IX, en la región de la Campania, gracias a san Paulino de Nola. Aquí se habla de las de Atienza, que se oyen desde lejos; de la “Santa Bárbara”, de la catedral de Sigüenza; de las del Señorío de Molina, como las mejor conservadas; de la de Valdelagua, del siglo XV y actualmente en el Museo Diocesano, todas con su correspondiente “partida de bautismo”:
“Laudo Deum verum, plebem voco, cóngrego clerum,
Deffúnctos ploro, pestem fugo, festa decoro…” (8).
8) “La Pasión Viviente de Hiendelaencina”, también tiene su espacio en la obra que comentamos: recuerda su origen, -idea que partió de don Bienvenido Larriba en 1968-, quien con la ayuda de la juventud del pueblo -más conocido por sus numerosas minas de plata- comenzó a ofrecer al público una digna representación de la “Entrada de Jesús en Jerusalén”, la “Oración del Huerto”, el “Juicio de Pilato” y la “Vía Dolorosa”, a lo largo de un extenso recorrido que termina con el “Vía Crucis” y el posterior “Calvario”, en un promontorio de las eras, aguantando a veces las bajas temperaturas reinantes (9).
9) “Sotodosos, un pueblo con tradición pascual”, hace referencia casi exclusivamente a los hombres, -que a pesar de la emigración, acuden de todas partes- y su representación en el pueblecito de Sotodosos, donde se canta el Rosario en su alborada de Pascua.
Todo comienza con una cena regada con buen vino -la vigilia del Sábado Santo- a la que sigue, con buen orden y compostura, la celebración del Rosario de la Aurora. Reunidos todos en el atrio de la iglesia se hacen dos grupos y cada uno seguirá su ronda nocturna por un camino diferente. El comienzo del rezo dice así, entre otras muchas letrillas:
“En nombre de Dios empiezo
y la Virgen del Rosario
y el Santísimo Sacramento
que está puesto en el sagrario”.
Sigue la “Misa del Encuentro”, a la que concurre el pueblo en pleno, dividiéndose hombres de todas las edades, por un lado, y mujeres, también de todas las edades, por otro (10).
“Ya repican las campanas
ya os podéis alegrar
que ha resucitado Cristo
para no morir nunca más”. (Letrillas).
(5) Idem., p. 39.
(6) Ibidem., pp. 47-48. (Texto publicado el 11-III-87).
(7) Ibidem., p. 51. (18-III-87).
(8) Ibidem., pp. 51-52. “Alabar al Dios verdadero, llamar al pueblo, convocar al clero, llorar a los difuntos, alejar la peste, dar lustre a las fiestas”, además de avisar que hay fuego, conducir a los perdidos… (25-III-87). Las pp. 53-72 recogen diversas fotografías de campanarios rurales.
(9) Ibidem., pp. 76-77. (15-IV-87).
(10) Ibidem., pp. 77-78. (22-IV-87).