Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (X)

José Ramón López de los Mozos hace referencia en este artículo sobre la obra de Epifanio Herranz a la «chaparra de las ánimas» de Sotodos, a «El aginaldo» y «Las migas gachas», y a los tipos populares.

26) “Chaparra de las ánimas”de Sotodosos” es otro de esos apuntes brevísimos llenos de color. Un pareado escrito en las paredes de un convento  sirve de introducción:

 

                                              “Hermano, una de dos

                                               o nada, o amar a Dios”.

 O sea, el polvo y la nada o la inmortalidad.

De modo que el matrimonio compuesto por “Sixto Cuesta e Ysabel Vixil dotaron a favor de esta yglesia de la Asunción de una manda por las animas del purgatorio. Se a de azer oficio, misa con responso cantado en altar prebilegiado perpetuo el dia de los defuntos. Todo cargado sobre aprobecho de frutos y leñas de una chaparra grande en pie sita en nuestra heredad yerma del camino moral y fuente perala. Año de 1748” (Libro de Añales).

El tiempo, que todo lo gasta, pudo con la chaparra en la guerra del 36, pero queda el recuerdo de su buena voluntad (30).

27) “El aguinaldo” y “Migas y gachas” son dos artículos que se complementan. ¡No habrían de complementarse si forman parte de la más rancia tradición navideña de las tierras de Guadalajara, en que vivimos y, en general, de casi todas las que conforman la piel de toro!

Con sencillas palabras se nos viene a decir que ciertos pueblos nos recuerdan un nacimiento: La Cabrera, Peñalén…, donde cada cosa está situada en su sitio, los caminos, el molino, etc., y todo bajo la nieve.

Allí salen -salían, que ya apenas si quedan niños en las ciudades y menos en los despoblados pueblos- antaño tocando panderetas y zambombas a la espera de unos dulces o unas monedas que no son más que un recuerdo de las palabras de Cristo: “Lo que hagais con mis hermanos más humildes, conmigo lo hacéis.”

“Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               por el Niño que nació en Belén.

                                               Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               y otras cosas que son de comer” (31).

Lo de las Migas y gachas tiene otra “miga”. Es la que corresponde -como sucede con la forma de vestirse en cada estación del año- a la manera de comer en cada fecha, o por motivos señalados: bodas, Cuaresma, Navidades, etc., donde predominan estos platos -generalmente de origen pastoril- que recuerda el romance castellano:

“Cuando no hay otra cosa

                                               qué ricas al pobre son

                                               migas, gachas y sopas

                                               en sartén, cazo o perol ” (32).

La sartén en la cocina, bendecida la mesa como es debido, y alrededor la familia y amigos en amor y compaña: “¡cucharada y paso atrás, que va con tropezones!” (Pero hoy, ésta es una fotografía del pasado con sabor rancio).

28) No podían faltar tampoco los trabajos destinados a los “Tipos populares” (33).

Así aparece recogida en este libro una breve nómina de IV, más I trabajo, que hacen V:

 

I.- El pregonero (dedicado a Evaristo Díez, pregonero jubilado de Sotodosos).

Era ese hombre el que mantenía informado a todo al vecindario. Su toque de trompetín era inconfundible y, desde las esquinas de las calles llamaba a que se le escuchase con el consabido: “De orden del señor alcalde… se hace saber…” tantas y tantas cosas, la venta de tal o cual cosa, el plazo para el pago al médico, la hora de análisis veterinarios, la pérdida de una medalla… Todo lo que daba vida y sabor a los pueblos. Hoy son los altavoces los pregoneros, pero su voz no es la misma.

 

II.- El dulero.

Se encargaba de sacar del pueblo los ganados de mulas tras la dura faena de las eras. Para ello a una hora determinada hacía sonar su chiflo o cuerno, a veces una caracola marina, para que cada cual dejara su par en el lugar convenido. Tras reunirlas y contarlas, las enfilaba a los lugares apropiados donde pudieran buscar algunas hierbas, mientras él dormitaba hasta el amanecer en que tenía que regresar al pueblo entregando cada mula a su correspondiente dueño.

III.- El campanero (dedicado a Claudio Loranca, campanero jubilado de la catedral de Sigüenza).

El campanero solía ser el sacristán de la iglesia parroquial, que se encargaba de dar todos los toques a su debido tiempo a cambio de una iguala de dos o tres celemines de trigo por vecino y año.

Y la verdad es que los toques eran muchos:

A misa: normalmente se llama mediante tres toques que tienen lugar media hora antes, un cuarto y cuando sale el sacerdote al altar.

A muerto: tres dobles, es decir, las dos campanas a la vez,  si se trata de un hombre; dos, si es mujer, y los mismos toques con leve repique final, de gloria, si se trata de niño o niña.

A oración: al alba, al mediodía y al ponerse el sol.

A rebato: volteo o repique frenético, como de urgencia, convocando al pueblo a unirse y prestar auxilio contra el fuego, una inundación, etc. o para defenderse.

Es graciosa la anécdota que nos cuenta don Epifanio y que al parecer sucedió en El Atance, en la década de los 50, cuando el Cabildo de San Lucas (constituido por todos los hermanos sacerdotes) acordó trasladar su fiesta anual, el 18 de octubre, al convento de Clarisas de Sigüenza, por aquello de ahorrarse las caminatas, las inclemencias del tiempo y el alojamiento. Allí fueron con intención de recoger la imagen, los libros, cetros y ornamentos propios del Cabildo, pero no se esperaban que al toque de rebato todos los habitantes del pueblo se pusieran en alerta, acudiendo a la iglesia para impedir el traslado.

Los campaneros, al igual que pasó con los pregoneros y duleros (y tantos otros más) ya no existen. Las campanas funcionan por electricidad, automáticamente, y sólo son un bello recuerdo pastoral.

(30) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., p. 190. (2-XI-88).

(31) Idem., p. 200. (21-XII-88).

(32) Ibidem., pp. 201-202. (28-XII-88).

(33) Ibidem., pp. 207-212. (15-II-89).

 

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