En esta decimocuarta entrega de la serie que López de los Mozos dedica sobre Epifanio Herranz se refiere a las Luminarias de Anguita y a los Santos Misterios de Tartanedo.
32) De gran belleza es el artículo titulado “Anguita, un pueblo que arde”, en el que don Epifanio describe las luminarias que se hacen en honor a la Virgen de la Lastra con motivo de sus fiestas patronales, donde cada noche, al terminar la novena, se enciende una hoguera en el “cantón” de las cuatro calles.
Hogueras festivas con las que se pretende “ahuyentar los malos espíritus, malaventuras, maleficios peligrosos, (…) malos agüeros” que deben ser pasto de las llamas.
Un antiguo rito pagano, asimilado posteriormente por la religión cristiana.
Virgen, patrona de Anguita,
tú que eres fuego ideal,
líbranos a cada cual
de toda pasión maldita (43).
De ahí, de ese fuego que arde tras la oración y destruye las pasiones, quizá provenga esta plegaria poética, que suelen rezar las mujeres.
33) Muchas veces los aspectos religiosos más llamativos pasan a formar parte del mundo de la etnografía o más bien del mundo referente al pensamiento popular. Dentro de éste deberíamos incluir un tema que describe don Epifanio en su libro: Los “santos misterios” de Tartanedo (44).
Parece ser que cuando las tropas del archiduque Carlos salieron de la tierra molinesa, cuando la Guerra de Sucesión, en 1710, dos vecinos de Tartanedo -José y Juan Andrés- hallaron en una casa que había sido ocupada por la soldadesca un pañuelo procedente de la iglesia todo sucio, en el que -una vez lavado- encontraron manchas de sangre “de seis Hostias consagradas, allí guardadas y luego profanadas”, cosa que pusieron en conocimiento del párroco, que a la sazón lo era don Francisco González, quien ante diversos fieles volvió a lavarlo, permaneciendo intactas las marcas.
En un escrito de la época que acompaña al paño puede leerse que dicho pañuelo se llegó a lavar hasta once veces con el mismo resultado.
De modo que la voz del portento se fue corriendo como la pólvora, hasta llegar a oídos del obispado seguntino (“en aquel momento no había obispo nombrado”), por lo que el Vicario de Molina de Aragón, acompañado del padre guardián del convento de San Francisco y de los curas de Hinojosa y Torrubia, ante notario, levantó acta del hecho.
Felipe V fue a Tartanedo para adorar el corporal o misterio; después de haber oído misa le fue presentada la reliquia, que adoró y “puesto de rodillas permaneció en su presencia por espacio de tres credos”.
En la actualidad dicho “misterio” se conserva, junto a la leyenda en que se cuenta su hallazgo, dentro del casquillo de una bala de gran calibre, en un domicilio particular -con el fin de evitar su desaparición- y solamente se traslada a la iglesia en fiestas eucarísticas: jueves santos y corpus (45).
Como nos lo cuenta don Epifanio lo contamos.
34) Dentro de “Celebraciones centenarias” incluye don Epifanio una acerca del Santo Cristo del Guijarro de La Yunta, que comienza con un dictado tópico que no me resisto a transcribir:
“fronteriza con Aragón,
en ellos no hay ni mentira ni traición”.
Y después continua con la explicación del suceso prodigioso, que viene a ser así: en una noche tormentosa de verano, Pedro, pastor de ovejas, arroja un guijarro a una oveja descarriada para intentar conducirla con el resto del ganado. El guijarro, al caer se parte en dos, arrojando vivos resplandores y cesando al tiempo la tormenta.
Pedro recoge la piedra y la guarda en su zurrón. Pasado el tiempo ve que en su cara interior está representada la escena del calvario: Cristo crucificado y a ambos lados, a los pies, María y San Juan.
Al poco la piedra comienza a venerarse como milagrosa y setenta y ocho años después del portento se funda su cofradía, con la anuencia del papa Clemente VIII, en 1567 (46).
(43) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., pp.221-222 (12-IV-1989). Sobre las luminarias de Anguita véase SERRANO COPETE, Javier, Una historia de Anguita. El pueblo y su entorno, Guadalajara, Aache ediciones (col. Tierra de Guadalajara, 69), 2008, pp. 217-218.
(44) Idem., op. cit., pp. 230-231 (24-V-1989).
(45) LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Los Santos Misterios de Tartanedo: ¿Una oportunidad política de Felipe V?”, Wad-Al-Hayara, 17 (Guadalajara, 1990), pp. 327-335.
(46) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., pp. 232-233 (31-V-1989). Sobre la aparición o encuentro del Cristo del Guijarro véase LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Lugares comunes en la mariología de la provincia de Guadalajara”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, núms. 32-33 (2000-2001), pp. 437-438: “En esta villa de La Yunta es objeto de veneración un guijarro, al que, al romperse en dos, según la tradición, apareció en una de sus partes señalado, un crucifijo, formado por los mismos elementos pétreos sin intervención del arte humano. A los lados de esta imagen hay unas manchas. (Se dice que esas manchas representaban a Nuestra Señora y a San Juan). Llamósele el Cristo del Guijarro. La piedra fue hallada por el pastor Pedro García Gómez cuando iba por el campo con el ganado. La tuvo algún tiempo en su casa, y alguien le advirtió que sería objeto de veneración aquella piedra, la cual fue colocada en la iglesia parroquial”.