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Los nombres de los “cristos” en la provincia (XXVIII)

 

XVI.- En el capítulo 133 de su libro -debemos recordar que se trata de Guadalajara por dentro-, don Epifanio Herranz dedica un capítulo entero a dar a conocer diversas advocaciones de los numerosos “cristos” cuya imagen se conserva todavía en la provincia de Guadalajara (80).

El nombre de dicho trabajo es recordatorio de otro mucho más amplio y diferente que escribiese otrora, tiempos pasados, ese maravilloso genio de la mística española que fuera fray Luis de León: los Nombres de Cristo, nada menos que uno de los pilares sobre los que asienta la poesía española y, por tanto, un monumento Patrimonio de la Humanidad.

Don Epifanio, tremendamente humano, sabe que no puede ascender a tan altas cumbres y nos recuerda los nombres de sus amados “cristos”, de los que aún quedan numerosas huellas artísticas, muestras de una imaginería que va desde lo más tosco y rural que pueda imaginarse, hasta lo más sofisticado del mundo del barroco español. Del anónimo callado de los siglos medievales, a las conocidas imágenes de Gregorio Hernández o de Martínez Montañés, entre otros tantos nombres.

A pesar de parecer pesados ofreceremos la nómina, el rol, de los “cristos” de estas tierras que hoy, por aquello de la política y sus administraciones, parecen no tener nada que ver con otros tantos; muchísimos más que pertenecen a otros pueblos que rodean la actual provincia; pueblos que hoy pertenecen administrativamente a Soria o a Teruel, Madrid o Zaragoza, pero que antaño pertenecieron a aquella gigantesca diócesis seguntina que, a su vez, fuera sufragánea de la mucho más gigantesca y tremendamente rica archidiócesis de Toledo.

El lector, a quien se quiere acompañar en esta lectura, debe fijarse especialmente en los nombres de las imágenes, en la sonoridad de sus advocaciones, en la riqueza de tantos y tantos contenidos que los mencionados nombres encierran. Y, por encima de todo, lo principal, lo más humano a saber: que esos nombres, esos “cristos”, son una sencilla y llana muestra, una forma sincera de expresión del pueblo hacia Dios.

Verá el lector que los nombres, las advocaciones en este caso, van desde la simple y sencilla denominación, hasta quizá, lo que pudiéramos considerar más “complicado” o “llamativo”; pero que siempre responde a una pregunta inicial basada en los orígenes de cada uno de los “cristos” que aquí se traen.

La nómina que ofrece don Epifanio es grandiosa y sigue la tesis doctoral de Florencio Sobrino Matamala, sacerdote también, natural de Malaguilla, que siguió las huellas del místico autor de los Nombres de Cristo, plenas de auténtica veracidad natural:

 

“Que descansada vida, la del que huye del mundanal rüido, y busca la obscura senda…”.

 

A mí, lo reconozco, se me ponen los “pelos de punta” y la “carne de gallina” cada vez que leo estos poemas, pero lo mismo me pasa con Jorge Manrique o con alguna que otra obra de Quevedo.

 

Veamos la nómina que don Epifanio nos ofrece:

 

–            Santo Cristo (Atienza). Imagen del siglo XIII, que se venera en la iglesia de San         Bartolomé (81).

 

–            Santo Cristo de la Agonía o Buena Muerte (Balconete, Esplegares y Quer, esta última, talla del siglo XVII, que allí llaman de la Misericordia) (82).

 

–            Santo Cristo del Agua (Argecilla), por los muchos manantiales que surgen a sus pies.

 

–           Santo Cristo del Amor y de la Paz (en la iglesia de San Ginés de Guadalajara), de bellísimo nombre, aunque moderno y popularmente adoptado por los parroquianos de dicha iglesia (83).

 

–         Santo Cristo del Amparo (Alocén (84), Ciruelos del Pinar, Armuña de Tajuña).

 

–          Santo Cristo de los Burracos (Montarrón) -dice don Epifanio que estos pájaros, los burracos o hurracas, ocultaron en un espino la imagen del Cristo- (85).

 

–          Santo Cristo del Calvario (Mondéjar).

 

–          Santo Cristo de la Cruz Acuestas (Jadraque) (86).

 

–          Santo Cristo del Consuelo (Ablanque y Saelices de la Sal).

 

–          Santo Cristo de la Esperanza (Marchamalo, más conocido como “El Gallardo”).

 

–          Santo Cristo del Guijarro (La Yunta) (87).

 

–          Santo Cristo de la Fe (Cañizar, Hueva, Valdeavellano, Zorita de los Canes).

 

–          Santo Cristo de las Injurias (Almoguera).

 

–          Santo Cristo de la Misericordia (Cifuentes, Trijueque, Loranca de Tajuña, Sigüenza-catedral).

 

–          Santo Cristo Nazareno (Guadalajara -iglesia de San Nicolás-, Milmarcos, Pastrana, Villel de Mesa) (88).

 

–          Santo Cristo de la Salud (Buenafuente del Sistal, Chiloeches, Fuentelahiguera de Albatages) (89).

 

–          Santo Cristo de la Cruz del Perro (Albalate de Zorita). Una cruz románica descubierta por un perro en un despoblado, el año 1514) (90).

 

–          Santo Cristo de las Victorias (Molina de Aragón).

 

Y tantas otras nominaciones y obras de arte, maestras unas, artesanas otras, pero que desde siempre, desde antiguo, han venido conformando una forma de ser y de pensar, de adorar al cielo y a la tierra, al hombre y a la madre del hombre…

Pero dice don Epifanio, y aquí está el meollo, que si es bonito cantar al Crucificado, mucho más importante es seguir sus pasos a lo largo de toda la vida.       

NOTAS

 

(80) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, Guadalajara por dentro, Guadalajara, Parroquia de San Juan de la Cruz y San Vicente Paúl, 1992, pp. 294-295 (27-III-1991).

(81) VEGA GARCÍA, Jesús de la, Recopilacion histórico-literaria de las principales novenas en Atienza, Guadalajara, El Autor / Aache, 2008, cap. III.

(82) HERRERA CASADO, Antonio, Crónica y guía de la provincia de Guadalajara, 2.ª  Ed., Guadalajara, Excma. Diputación Provincial y Asociación Central del Trillo-I, 1988, p. 81.

(83) MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, Miguel Ángel, Amor y Paz -Cincuenta años de Hermandad-, Guadalajara, Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y de la Paz, 2012.

(84) GARCÍA LÓPEZ, Aurelio, Historia de la Villa de Alocén, Guadalajara, Ayuntamiento de Alocén, 2010.

(85) CASTILLO DE LUCAS, Antonio, “La Fiesta del Cristo de Montarrón”, en Retablo de tradiciones populares españolas, Madrid, 1968, pp. 488-493. (Anteriormente fue publicado con el título “Del Folklore de Montarrón”, en Reconquista (separata cultural de Nueva Alcarria), núms. 13-14 (Guadalajara, 1944).

(86) DÍAZ DÍAZ, Teresa, “Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas de Jadraque”, en Pasos de Arte y Cultura, n.º 16 (Madrid, 2010), pp. 32-34.

(87) TINEO, Francisco, Novenario al Santísimo Cristo del Guijarro aparecido en una piedra en la villa de La Yunta, con una breve noticia de su admirable y prodigiosa aparición y una adición en esta reimpresión, 6.ª ed., Zaragoza, Parra, 1977 (la 1.ª ed. es de 1767).

(88) LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, Cofradía Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Iglesia de San Nicolás el Real). Crónica de 1946 a 2006. Notas acerca de su fundación y evolución hasta el momento actual. LX Aniversario de la fundación de la Cofradía, Guadalajara, Cofradía Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno, 2006.

(89) MARTÍNEZ GÓMEZ, Luis Antonio, Crónica histórica de la villa de Fuentelahiguera de Felipe II a Juan Carlos I. Siglos XVI al XX, (e/p).

(90) LAYNA SERRANO, Francisco, “La Cruz del Perro y la iglesia de Albalate de Zorita (Guadalajara)”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XLVII (Madrid, 1943), pp. 121-132. También en LAYNA SERRANO, Francisco, Arte y Artistas de Guadalajara, Guadalajara, Aache, 2014, pp. 129-241.

XXVII. Refranero de Trijueque, Olmeda, Imón, Sayatón…

José Ramón López de los Mozos continua desgranando el refranero en la obra de Epifanio Herrranz, y trata en este artículo de refranes en Trijueque, Olmeda, Imón, Santamera y Sayatón

XIII.- “Quien quiera vivir sano, pase en Trijueque el verano”.

Alabanza que recoge don Epifanio Herranz para declarar las bondades del clima que dicho pueblo puede ofrecer al posible visitante, para lo que trae a cuento una  interesante cita de Caro Baroja y compararla con lo que pudiera pensar un enfermo que viviera en una gran ciudad y padeciera de los pulmones: “Sáquenme de aquí para respirar aire puro”, que dice así:

“En el repertorio de gracias y astucias del botarga Zaharrón o Zangarrón (personaje burlesco, de remota tradición, disfrazado ridículamente, que hace más divertidas las fiestas y carnavales, según se lee en “El Carnaval” de J. Caro Baroja) figura el simular su propio entierro, y con voz grave dice bajo la losa sepulcral: “Sáquenme de aquí que estoy vivo y no puedo respirar”” (77).

Algo que nos a entender que se trata de un aire -o un clima- tan benéfico que podría revivir a un muerto o reanimar a un enfermo.

Y es que Trijueque se encuentra situado al borde de una altiplanicie desde la que se divisa el valle del Badiel, del que llega un aire tan puro que también nos induce a pensar, siguiendo el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, en “sacar el espíritu que hay encerrado en las criaturas y del que está lleno el orbe de la tierra”.

 XIV.- “En la Olmeda, Imón y Santamera, toda la sal que usted quiera”.

El lector pudiera pensar que nada etnológico ni etnográfico contienen estas salinas y nada más alejado de la realidad, triste, pero realidad. Y es que aquellos micromundos, aquellos pueblecitos hoy casi desiertos, que atraviesa el río Salado, fueron la base de una de las industrias de mayor importancia en el pasado, la de la sal con que contribuir al pago de las soldadas militares que se realizaban en sal (de ahí la palabra “salario”) y a la conservación de los alimentos, principalmente, aparte de otras industrias como la alimenticia, química, etcétera. Pueblos como Torrevaldealmendras, La Riba de Santiuste, La Olmeda, Bujalcayado, Santamera y tantos otros que aun medio conservan, como Imón, parte del esqueleto de la mayor parte de los edificios que sirvieron de almacenes, oficinas, molinos, albercas, pozos… que fueron un ejemplo importantísimo de un tipo específico de arquitectura industrial primitiva, aunque desarrollada en la época de Carlos III, aquel ilustrado del que se dice haber sido “el mejor alcalde de Madrid”.

El dictado tópico que encabeza este apartado nos habla de la importancia de la sal y de los lugares donde más se producía. Quede al menos el recuerdo ya que las condiciones económicas del país no permiten su conservación como restos mortecinos de un Patrimonio arqueológico en rápida extinción (no olvidemos que el Gobierno de Castilla-La Mancha declaró las salinas de Imón Bien de Interés Cultural en 1989) (78).

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo.

 XV.- “En Sayatón, campanas con poco son”.

En realidad se trata de un comentario que los días de fiesta solía decir el que fuera  párroco de Sayatón, hace más de cincuenta años, acerca de las campanas de la iglesia.

Y es que siempre sonaron mal.

Aunque don Epifanio traiga a cuento esto de las campanas de Sayatón con motivo de haber elevado su torre-campanario seis metros más.

Ahora los arquitectos modernos hacen iglesias modernas sin campanario ni campanas, y las torres de los templos antiguos cuando son sacudidas por el rayo o por un terremoto, son muy difíciles y costosas de reconstruir. Eso es lo que le pasó a la de Sayatón, que después de los destrozos causados por la pasada guerra incivil, pasados muchos años, elevó su torre sin importarle los vientos agnósticos o ateos del momento (79).

Comentario sencillo y breve que hace don Epifanio sobre un hecho arquitectónico que quiso resaltar en su momento, para no pasara desapercibido, como tantas veces ocurría y ocurre.

  (77) Op. cit., pp. 290-291.

(78) Op. cit., pp. 291-292.

(79) Op. cit., pp. 292-294.

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