HE ESTADO ESCRIBIENDO ESTOS días unos versos que, de repente, se han extendido hasta dar origen a un futuro libro, cuya idea me seduce y que ya diré en el futuro cómo se titulará, nombre que también me parece atractivo.
Pero además resulta que han salido, casi como solos, muchos versos, en cantidad. Entre ellos, este largo poema de casi cuatrocientos versos, que voy a transcribir más abajo.
Supongo que el título de este artículo “La leyenda negra castellana” habrá sorprendido a más de un lector, por ser un concepto inusual. De hecho, se me ha ocurrido mientras escribía los versos de más abajo.
Pero lo tengo por enteramente, cierto Existe la “LEYENDA NEGRA CASTELLANA”, y muy fuertemente marcada desde que se gestó a mediados del XIX hasta nuestros días. Lo que no existía es el concepto ni el nombre, que se estrena aquí, en “GuadalajaraDiario”, aunque el redactor de estas líneas diera por bien empleado no haber bautizado así el fenómeno, con tal de que no existiera tal engendro.
Y diferente de la leyenda negra española, que es otra cosa distinta. Ésta última se encuentra muy descrita y tiene también quien haya luchado y escrito contra ella. En cambio la leyenda negra castellana, más vigente aún, pero indetectada… campa indemne sin enemigos que se le opongan. Ni siquiera está descrita en qué consiste, exactamente.
Su triunfo es absoluto, pues, porque muchos castellanos han interiorizado incluso sus conceptos y aceptan plenamente los postulados de la leyenda negra castellana:
Los tienen por ciertos –siendo enteramente falsos, como veremos- y los han convertido en su propio personal pensamiento –siendo menteca(p)tación artificial, programada y elaborada desde fuera, con el fin precisamente de obnubilarles su propio pensamiento, y hacerles huir de su personalidad castellana-.
Ya iremos viendo en posteriores artículos en qué consiste la “leyenda negra castellana” y cómo se gestó.
Ahora vamos a expresarla ya casi en su totalidad, sólo que no en prosa didáctica, sino en verso.
Y para sorpresa de todos será en estos versos amistosos que he dedicado a Antonio Machado, el cual –inconscientemente, entiendo- es un hito en el devenir de esa “leyenda negra castellana”. Y además una cima en su difusión, porque lo hizo… en impecable verso machadiano. Y en un libro que, puesto que estaba escrito “a su favor” (deliberadamente lo he puesto entre comillas), se llamó y se llama “Campos de Castilla”…
Vayamos a esa tarea, que parece descomunal pero que, si se pone buena voluntad, resultara comprensible y sencilla.
Los casi cuatrocientos versos del poema al que aludo, no cabrían bien aquí. Por ello reproduciré sólo unos cuantos, del comienzo, y luego -hasta los cuatrocientos íntegros de referencia-, indicaré un enlace donde podrán leerse todos ellos.
A ORILLAS DE ANTONIO MACHADO,
“A ORILLAS DEL DUERO” es el Poema 2 de “Campos de Castilla”, libro que en realidad sólo trata de los campos de Soria y sus alrededores, y que supone la culminación poética de la leyenda negra castellana –o anticastellana- que agrede y destruye el concepto integral de Castilla, leyenda creada e incrementada desde mediados del siglo XIX
Poeta, Antonio, eres grandioso, sencillo y claro,
en nombre y adjetivo tuyo, y -rimando- un faro.
Pero, si me permites que esparza esta semilla,
siembro aquí: no son los tuyos “Campos de Castilla”.
Si acaso, puedan ser llamados “Campos sorianos”
los que agavillaste con tal nombre.
¡Y machadianos!
Son “Campos machadianos” que a Soria dedicaste,
a ti te expresan.
Y a España en Soria reflejaste.
Pero a Castilla sólo en muy poco conociste
y por Leonor un poco a esta tierra la quisiste.
¿Los campos sin arados, regatos ni arboledas?
¡No te interrogas
por el ocaso de estas gredas!
¿Atónitos palurdos sin danzas ni canciones?
¿Y a Castilla amabas
con tales sensaciones?
Un solitario y melancólico andaluz triste
que en un desgarrador tiempo de España viviste.
¿Castilla miserable? Muy generosa contigo
¿Castilla miserable?, ¿ayer dominadora?
¿envuelta en sus andrajos?, ¿desprecia cuanto ignora?
A cualquier tierra que la llamases “miserable”
no es fácil
te nombrara poeta venerable,
Antonio. Admitirás que en ello es generosa
tierra que te venera en forma casi amorosa.
Y si hubiera que entender, por ello, “empobrecida”
debíaste igual preguntar por qué su caída.
Agentes, causas, heridas…
cuando ricas tierras
en lanas, carnes, tejidos, mantas, sedas, sierras
gentes, hasta hoy
que las ves con tan poco preciada
voz, en tu Castilla despreciable y despreciada.
Dominada Castilla, casi destruida
(Siglos VIII y IX)
¿Ayer dominadora Castilla te parece,
Antonio…? ¿Y cuándo eso, buen Machado, acontece…?
¿Cuando un pequeño rincón Castilla entre el mar bárdulo
y montañas que debía proteger con párvulos
recursos de ataques dominadores…? ¡Califas
de islam despreciaron tales rocas insumisas!
Ignoraban que aquello breve que despreciaban
-Tan breve que ´castro leve´, ´castillo´, llamaban-,
sabría erguirse como la luz de la mañana
para conformar -con otros pueblos- el de España.
No, Castiella,
la tierra de los breves castillos,
se amparaba en rocas sólo, elevaba portillos.
Pequeño condado marítimo y montañoso
(Siglo IX)
¿Consideras que Castilla era dominadora
Antonio, cuando solo una tierra que el mundo ignora
era? Con el breve territorio de un condado
marítimo, entre Bardulia-Cantabria a este lado
y tramos iniciales de Ebro (Burgos arriba:
Reinosa, Villarcayo, Mena… Nada más iba
entrado el IX, la marina y la montañosa
-tan verde, agreste, salada, feraz, deliciosa
dependiente hogar-, y dulce tierra de Castilla).
¿Esa minúscula, condal, boscosa y sencilla
tierra, sierra, costeña, fluvial y encantadora
Castilla es la que piensas que domina e ignora?
Castilla aún no llega al Duero,
pero ya va sobrada de agua, verdor y rocas
(Siglo IX)
¿Tal vez tu Castilla parda, seca, sin arroyos
y sin arboledas, surge –única- en los cogollos
del siglo IX, cuando ya se avanza hacia Amaya
Valpuesta, Miranda de Ebro, Pancorbo…?
¡Bien que haya
tanta haya, prado, pasto, alta braña, verde bosque
en que granjas, villas, pastores, gente se embosque
entre pino y robles…!
Brañosera fuero diera
de libertad, a quien a esta Castilla viniera,
¡por protegerse de Córdoba, dominadora
y musulmana! ¡Ansia libre castellana ignora.
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