«Monumentos a los comuneros» en Guadalajara

Haré un paréntesis en la cronología del movimiento comunero, tan lleno de enseñanzas todavía para nuestros días. A sus primeras entregas se puede acceder desde la parte final de este artículo, donde un enlace les llevará a ellas.

COMO EN EL CASO DEL pasado artículo hay que congratularse del dinamismo que la conmemoración del V Centenario de los comuneros está manifestando durante estos meses, con actos institucionales entre las Cortes de Castila-La Mancha, Madrid y Castilla y León, así como diferentes organismos provinciales, universitarios y culturales que plantean recuerdos, homenajes y hasta la erección de calles y monumentos, a los principales líderes comuneros.

Ha sonado la posibilidad de tres cuartas partes de las calles que rodean a la Concordia, dejen de llamarse C/ Boixareu Rivera, para pasar a rotularse como calle de María Pacheco.

Mi opinión es contraria a ese cambio, por dos motivos, si Boixareu Rivera se cambia debe pasa a llamarse calle de la Concordia que es como todo el mundo la hemos llamado siempre en Guadalajara, y como va seguir llamándose, pese a que  se le aplique nombre distinto.

Dedíquese a María Pacheco la gran calle o avenida que se quiera, pero las calles que rodean La Concordia van a seguir llamándose La Concordia, póngasele el nombre que se le ponga.

También se ha rumoreado la posibilidad de erigir un monumento a los comuneros en Guadalajara, a la altura de la Plaza del Concejo, o donde se decida erigirlo.

A este respecto, me gustaría comentar lo siguiente.

UN GRANDIOSO Y EMBLEMATICO MUNUMENTO A TODOS LOS COMUNEROS CASTELLANOS Y ALCARREÑOS

LA ERECCIÓN  DE LA airosa estatua al atencino Juan Bravo, en Segovia, en 1921, durante el IV Centenario de la Batalla de Villalar, supuso la aportación de un emblemático símbolo a la ciudad segoviana, que hoy nos parece que siempre estuvo en su central emplazamiento de la calle Mayor, donde todo los turistas la buscan con la mirada.

Igualmente, en la cercana fecha de 2015 se erigió un monumento en bronce a Juan de Padilla en Toledo, menos logrado estéticamente que el Juan Bravo, pero que cumple su función representativa de homenaje.

También Salamanca erigió un monumento a Francisco Maldonado, menos logrado que los dos anteriores.

Parece que Toledo se va a poner a la tarea de erigir otra estatua, esta vez a María Pacheco, la esposa de Juan de Padilla, y persona que capitaneó la resistencia de Toledo, durante 9 meses más, hasta febrero de 1522.

EL GIRO QUE DEBERÍA DÁRSELE A UN MONUMENTO A LOS COMUNEROS EN GUADALAJARA, PARA SINGULARIZARSE.

GUADALAJARA NO DEBERÍA RENDIR su homenaje a los comuneros mediante una sola escultura aislada, sino con un grupo escultórico relativo a varios personajes, donde no falten las figuras comuneras locales de la ciudad y tampoco las más eminentes figuras de los comuneros, que se da la circunstancia son de la provincia de Guadalajara o son oriundas de Guadalajara.

Oriundo de Atienza, donde nació, es Juan Bravo, aunque habiéndose trasladado de niño a Segovia, es justo que le tengamos por segoviano, sin olvidar sus orígenes atencinos.

Y oriunda de Guadalajara, de donde era su padre el conde de Tendilla, es María Pachecho, nacida circunstancialmente en la ciudad de Granada, una ciudad con una población morisca del 95 %, dado el poco tiempo que había pasado desde su reconquista en 1492.

Es decir María Pacheco es más guadalajarareña por familia y por ella misma que Leopoldo Alas Clarín es “asturiano”, ya que nació en Zamora, ciudad que guarda más semejanzas culturales con Clarín que las escasas afinidades que pudo  apreciar María en la extraña Granada de su infancia,

Juan Bravo y María Pacheco, como oriundos de Guadalajara en ambos casos, deberían presidir el grupo escultórico que Guadalajara debería dedicar a todos los comuneros de Castilla, unitariamente. Es decir, en un segundo plano del monumento que se erija debían tener su lugar Juan de Padilla y Francisco Maldonado. Quizá también el obispo Antonio de Acuña y algún otro comunero relevante que haya transcendido las fronteras provinciales.

En otro plano distinto, los comuneros de la ciudad de Guadalajara, junto con las escenas que mejor puedan acotar los acontecimientos de aquellos días y meses, deben estar representados:

El carpintero Pedro de Coca, el albañil Diego Medina, un albardero y buñolero apodado Gigante, el presidente de la Audiencia Ducal, Francisco de Medina y Mendoza, el licenciado Juan de Urbina, el caballero Diego de Esquivel y otros nombres distinguidos de la ciudad entre los que se encontraba el conde de Saldaña, don Iñigo López de Mendoza, heredero del poderío familiar mendocino.

MARÍA LÓPEZ DE MENDOZA Y PACHECO

EL PEQUEÑO EMPEÑO QUE he puesto en probar el origen oriundo de Guadalajara de la máxima cabecilla comunera y desde luego de la máxima cabecilla femenina, María López de Mendoza y Pacheco (1496-1531), basta para probar no ya sólo las raíces familiares inmediatas de doña María, hija del guadalajareño Íñigo López de Mendoza y Quiñones, sino que bien podía ser considerada directamente una figura de Guadalajara (aunque “le nacieran en Granada, 4 años después de su reconquista”).

En modo alguno puede ser María Pacheco hija de esa ciudad, cuyo 98 % de la población del momento sería morisca, por lo que María viviría su tiempo casi permanente encerrada en la Alhambra, y sería una MESA (Menor Sí Acompañada) cuando se desplazase por las calles de Granada, bien protegida por la escolta personal que le hubiese puesto su padre.

María Pacheco visitaría las tierras familiares más allá del reino de Granada, numerosas veces durante su infancia y a los 15 años ya la vemos radicada y casada en Toledo, con Juan de Padilla, un caballero de menor alcurnia que ella, pero tan castellano como ella, sin duda.

¿Toledana por radicación, guadalajarareña por familia? Cualquiera de las dos cosas… Lo único que no tendría sentido es considerarla dama granadina, pues eran castellanas las damas que en 1496 por allí hubieran.

DIEGO HURTADO DE MENDOZA

PERO LA ARGUMENTACIÓN ANTERIOR acerca del carácter oriundo guadalajareño o directamente de nuestra ciudad de María Pacheco me importa incluso más para que se aplique a uno de sus hermanos, Diego Hurtado de Mendoza (Granada, 1503-Madrid, 1575). Y todos los arriacenses empecemos a considerarlos paisanos.

¿Y por qué subrayar incluso más que a María a su hermano de padre y madre Diego…? Pues porque Diego Hurtado de Mendoza es, con el 95 % de probabilidad, el autor del Lazarillo de Tormes, además de un poeta renacentista de primer orden, en poemas que si cobijó bajo su nombre.

Calló su autoría del “Lazarillo” precisamente por ese parentesco, por ser hermano de una exiliada en Portugal y rebelde contra el Emperador y por ser cuñado de Padilla, enemigo mortal y decapitado por el Emperador.

No era oportuno enorgullecerse de haber escrito un libro tan crítico y erasmista como era ese, teniendo tales parentescos.

Diego nada tuvo que ver con el bando comunero, sino que sirvió en todo momento al Emperador, pero debería aparecer en el grupo escultórico que estamos diseñando para homenajear a los comuneros en Guadalajara por los sentidos versos que dedicó a su hermana María como epitafio de su tumba, cuando ésta falleció en el exilio de Portugal.

Estos son los versos que redactó Diego Hurtado y que podría aparecer a cierta distancia de su hermana, declamándoselos personalmente desde un pergamino en sus manos.

Si preguntas mi nombre, fue María,

Si mi tierra, Granada; mi apellido

De Pacheco y Mendoza, conocido

El uno y el otro más que el claro día

Si mi vida, seguir a mi marido;

Mi muerte en la opinión que él sostenía.

España te dirá mi cualidad.

Que nunca niega España la verdad.

Para más argumentos que apuntalan la autoría del Lazarillo por parte de Diego Hurtado de Mendoza, uno de los grandes de la novela y literatura española, pues, puede consultarse la novela del autor de este artículo titulada: “Lazarillo de Henares o El sol del mediodía”

En el prólogo de la misma, expongo los convincentes argumentos existentes sobre la autoría del guadalajarareño u oriundo de la Alcarria Diego Hurtado de Mendoza respecto al Lazarillo.

Y expuesto lo que se ha dicho sobre este monumento en Guadalajara a todos los comuneros de Castilla que, ciertamente, pondría a nuestra ciudad en el centro de la memoria comunera, además de constituirse en un brillante foco de atracción turística, en sí mismo, emplazo a los lectores para la nueva entrega que efectuemos sobre los comuneros de Castilla, y les invito a repasar las tres entradas anteriores sobre este mismo tema, que desde aquí mismo se enlazan.

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