AHORA QUE LAS VICISITUDES de la política contemporánea nos llevan a que se esté buscando un país extranjero para que los gobiernos de España y el autonómico de Cataluña tengan negociaciones que más parecen propias de dos Estados distintos, me apetece recordar un momento de mediados del siglo XV en que, por el contrario, Cataluña quiso no sólo ser parte de España, sino incluso integrarse dentro de la mismísima Corona de Castilla, durante el reinado de Enrique IV de Castilla, el antecesor de Isabel I la Católica.
España, Castilla y Cataluña del XV y del XXI, reversos absolutos
CLARO QUE LA ESPAÑA, la Castilla y la Cataluña de mediados del siglo XV era muy distinta de la España, la Castilla y la Cataluña del XXI, prácticamente ambas épocas son el reverso de la otra.
A mediados del XV, la Corona de Castilla tenía unos 8 millones de habitantes, la mayor parte de los cuales se asentaban en las llamadas Castilla la Vieja y Castilla la Nueva. Por el contrario, Cataluña apenas llegaba a los 300.000 habitantes, dentro de una Corona de Aragón que en conjunto rondaba 1 millón de habitantes.
En un contexto demográfico y económico así, se produjeron las “alteraciones catalanas” o guerra civil catalana de 1462-1472, que provocó el levantamiento de la población de Cataluña tanto contra el rey de Aragón como contra el rey de Francia, que había invadido y ocupado el norte del Principado.
El rey de Aragón Juan II fue depuesto en Cataluña en el transcurso de esas “alteraciones catalanas”, así como también el heredero del trono, el príncipe Fernando, el futuro Fernando el Católico.
También Cataluña se declaró en guerra contra Luis XI de Francia, puesto que temía ser engullida por entero por el potente reino francés.
En un contexto semejante se produjo el intento de Cataluña de situarse bajo el amparo del rey de Castilla, Enrique IV, al que se le ofreció considerarse también señor de Cataluña.
Un “croat”, cruzado, acuñado en Barcelona, recuerda aquel hecho
UNA MONEDA DE PLATA acuñada en Barcelona por aquellos años recuerda semejante oferta de Cataluña para situarse bajo la protección de Enrique IV de Castilla.
Finalmente, el rey castellano Enrique IV declinó dicha oferta, porque llevaba aparejada un regalo envenenado inevitable: la guerra contra Francia, lo que en modo alguno resultaba apetecible para Castilla.
Un buen regalo de Sánchez a Puigdemont, cuando se entrevisten
PERO LOS “CROATS” CATALANES con la efigie del rey Enrique IV de Castilla existen.
Sería un buen e instructivo (pedagógico, como si fuéramos niños, se dice ahora en el lenguaje político de nuestros días) regalo que Pedro Sánchez recordara este hecho histórico obsequiando con un “croat” como el de la imagen a Carles Puigdemont, al comienzo de sus negociaciones, sean en el lugar que sean.
Desde luego, si alguna vez España o Castilla hubieran anhelado oficialmente ser parte de Cataluña y hubieran acuñado una moneda el respecto, el señor Puigdemont se la obsequiaría a Pedro Sánchez, para afrentarle y humillarle, de una manera fina y diplomática.
Pero la Historia no recoge semejante absurdo en ninguna de sus abundantes páginas.
Esperemos que los asesores en Historia de Pedro Sánchez le hagan saber esta posibilidad al presidente del Gobierno, si es que él no lo sabe.